
Le exigieron al gobierno federal y concretamente al vapuleado secretario de la SEP, Emilio Chuayffet Chemor, que aplique el examen de evaluación a los maestros del país, y tuvieron que recular y volver a anunciar que dicha prueba «llueva o truene» será irrenunciable para un magisterio igualmente dolido y desencantado.
Pero como en toda toma de decisión, hay lo malo, pero también lo bueno. Lo primero, que a numerosos mentores estudiar ya no les atrae. Lo segundo, que por fortuna el magisterio se conforma de docentes mayoritariamente empeñados en la impartición de la cátedra y suplir en mucho la ausencia de los progenitores de los escolares, lo cual, muchas veces les lleva a tener que enfrentar las tantas calamidades y de las cuales la prensa y las redes sociales rinden cuenta cotidianamente.
A toda obligación, suele haber una respuesta, y ésta radica, en el caso concreto del magisterio, en que los premios también los habrá. Es decir, a la constante del esfuerzo que vayan a emprender los docentes, las canonjías, los estímulos y seguramente los beneficios monetarios se harán sentir en los bolsillos de aquéllos.
De otra suerte, el sistema educativo nacional caería irremediablemente en un peligroso slump, para ejemplificarlo mejor, a la manera de cuando un bateador –en beisbol– que es reconocido por conectar muchos jonrones semanalmente, pero de momento deja de hacerlo, se cuenta que cayó en un momentáneo problema, negación a todo intento por volver a pegar cuadrangulares –remember un Adrián González, mexicano, cuarto tolete de la novena Dodgers de Los Ángeles–.
Pero vea usted, que por caso en el campo de la medicina, donde nadie han protestado, llevan años de tener que certificarse los médicos de profesión. Inicialmente cursan la carrera de nueve o diez semestres, la concluyen, presentan el examen profesional y ya con su título de médicos cirujanos, se van a cubrir un año de servicio social, otro año de internos en un hospital o clínica en el país. A su retorno, se perfilan previo examen para ingresar a alguna de las instituciones hospitalarias.
Si logran pasar dicha prueba, se aprestan a sortear otros dos a cuatro años, según la especialidad de su elección. Pero resulta que su especialidad no es suficiente, continúan su preparación en una subespecialidad; y para cubrir el total de grados académicos que este país les puede ofertar, se registra, aunque en menor número, en una alta especialidad, es decir, que tras de once o doce años, el profesional de la medicina estaría listo para su ejercicio como tal.
Lo cual quiere decir que un médico estudia de diez, once o doce años y cuando ya está en ejercicio de sus diversos grados profesionales deberá someterse a un examen cada cinco años que certifique la vigencia de lo que sabe hacer como profesional de la medicina. Y qué cree, cuando ya está en funciones desde un consultorio, un quirófano, uno de los pabellones hospitalarios, ese galeno percibe salarialmente lo semejante a un profesor de la escuela que hoy se niega a ser evaluado una vez por año. Cosas veremos y muy disparejas que hablan de las graves y grandes disparidades que afronta este hermoso país mexicano y sus titubeantes programas y planes de educación.
* A LAS CÁMARAS FEDERALES,
POLÍTICOS DE LIGAS MAYORES
No se trata sólo de exponer su bonito rostro o calentar la curul, levantar el dedo para solicitar permiso y salir al baño, o la licencia porque vendrá en búsqueda del nuevo hueso que roer.
La concurrencia en la próxima camada de legisladores federales, hay los verdaderamente tiburones del staff del grupo Atlacomulco, una mayoría de juniors, pero que se han forjado en las ligas del trabajo político como los Hank González, los Del Mazo y los herederos del ex gobernador Marcelo Montiel.
En esta ocasión, igual se habla de polemistas de talla nacional, artistas del micrófono y personalidades de las diversas ramas de la cultura, que habrán de subir muchas veces a la tribuna y harán tronar su chicharrón como mejor les plazca. Empero, diputados de pacotilla, abyectos, silenciosos y sin ninguna gracia nada tendrán que representar en el sacro recinto legislativo federal.
Esto se comenta ya en el café, porque la novena –para parafrasear al juego de la inteligencia que es el beisbol–, por parte de la entidad veracruzana, en el grupo de parlamentarios priistas y perredistas y panistas, faltan los oradores de peso completo, los especialistas en materia jurídica y los grillos con los tamaños para confrontar a las vacas sagradas de las tres principales fuerzas políticas y que representarán a los estados de México, Jalisco, Puebla y Querétaro, nomás por decir algo.
Si usted rebusca, va a toparse que en campaña electoral los socios priistas gastaron carretadas de dinero, pero ninguno trascendió por su discurso, su inclinación en favor de los pobres y tampoco atacó, comentó o vio los problemas-conflicto más severos que enfrenta la ciudadanía y que tienen que ver con el desempleo, la salud, el medio ambiente, las plantas hidroeléctricas, el gasoducto y las criminales emanaciones de energía nuclear que se resienten en la costa veracruzana.
En realidad, por alguna razón de éstas, tendría que impugnarse la elección de determinadas candidaturas y por las causas que jamás va a dejar el INE que procedan, como es la compra de votos, la clonación de credenciales de elector o el relleno de ánforas, como lo hicieron en favor de Noemí Guzmán Lagunes en algunas de las municipalidades que conforman el distrito electoral de Coatepec.
Todavía ayer, el dirigente estatal del PRI, Alfredo Ferrari Saavedra, en tono acalorado –lo cual, por cierto, a nadie convence–, elevó su tono de voz para anunciar que impugnará la elección de Poza Rica y es la hora en que hasta los propios paisanos del extinto Heriberto Kehoe Vincent, Óscar Torres Pancardo y Alfredo Gándara, se preguntan: ¿y quién es el candidato que sostuvo el partido tricolor por la tierra del petróleo? Demandar por demandar, con la certidumbre total, a nadie hace conquistar nada. Hay mucha mugre en las cuestiones partidarias y políticas que más valiera que se pusieran a tratar de limpiar.
* A PROPÓSITO DE LA
LIBERTAD DE EXPRESIÓN
El maestro José Pagés Llergo advertía en el año de 1968, que así como el chocolate no se elaboraba con cacao, los periódicos tampoco los hacían periodistas.
Los periodistas que suscribieron a la par de una de las grandes movilizaciones sociales, fueron los hermanos Flores Magón, quienes narraron las atrocidades cometidas por la represión ejercida por el gobierno dictatorial y cuyas plumas fueron acalladas con la persecución y la cárcel.
En los años sesenta-setenta el auge con que arrancaron las escuelas de periodismo no tuvo paralelo. Formaron las primeras generaciones de periodistas, sin saber a ciencia cierta cuáles eran las necesidades en la materia de este país. José Pagés Llergo contrariaba algo semejante porque advertía igualmente, que los periodistas se hacen estudiando, en la práctica y narrando en palabras impresas lo que ven y oyen.
No hacerlo, estarían falseando la verdad de las cosas.
El oficio de escribir, nunca ha recibido el carácter de profesión, como es en el caso de las carreras del abogado y el médico, para citar sólo dos ejemplos. Esto, porque a decir del fundador de la revista Hoy y que tuvo que cerrar páginas porque así lo ordenó el presidente Miguel Alemán, tuvo que inaugurar posteriormente la revista Siempre!, la cual incluyó un ejército de escritores, periodistas y reporteros, como ninguna otra en aquellos años.
Así que cuando Pagés vino a Veracruz puerto, para presenciar como padrino de una generación a los egresados de la ex facultad de periodismo de la UV, con asistencia del presidente Gustavo Díaz Ordaz y del gobernador Fernando López Arias, el legendario periodista tabasqueño les espetaría a ambos personajes, que ojalá no fueran a arrepentirse haciendo entrega de un edificio a los estudiantes del oficio en cuestión.
Y fue a la explicación, los periodistas ciertamente necesitan de una cultura general, sin par, dominar las ciencias, las artes y las áreas humanísticas, porque de otra suerte no van a entender las tantas asignaturas en que se desenvuelve la sociedad y, por otro lado, deberán gozar de una sólida convicción de servir a los lectores, sin distingos, oyendo a su conciencia y sin incurrir en ninguna muestra de abyección ni sometimiento al poder que manda. Quien lo haga no es periodista. Acusaba José Pagés Llergo.
Cuando en el concierto de publicaciones que se editan cotidiana o semanalmente o cuando Dios se descuida en este país, la uniformidad de juicios e informaciones que se difunden, es que recordando palabras de Pagés Llergo y los grandes maestros de la tarea de escribir noticias, el riesgo es que muchas familias editoriales son sólo eso, nombres y firmas asentadas sobre locaciones de cemento y varilla corrugada, pero sin que se distingan por la difusión efectivamente del llamado periodismo trascendente, que pocos consiguen en un país como el nuestro, al que alude Salvador Borrego en su libro dedicado magistralmente a esta asignatura.
Peor aun cuando pareciera que en la celebración del día de la libertad de expresión, el asesinato, la tortura y la persecución de quienes dedicaron parte de sus vidas a este ejercicio, se tienen que aceptar, sin que generen estos vergonzosos sucesos ninguna indignación ni rechazo, porque la festividad no puede detenerse, sino todo lo contrario.

