
Aun cuando en el papel quedó conjurada la indignación social de los 80 mil jornaleros del Valle de San Quintín, de los cuales el 11.6 por ciento son originarios de Veracruz, aquel acuerdo en la llamada mesa de las negociaciones significó una falacia.
Una mentira, pues, que no obstante la mano de la Secretaría de Gobernación, por aquí firmaron el pacto con los patrones, en automático se olvidaron.
Nada, entonces, de un aumento salarial en el terreno de los hechos.
Nada de que la Secretaría del Trabajo y Previsión Social diera seguimiento.
Es más, asegura la vocera de la Alianza de Organizaciones Nacional, Estatal y Municipal por la Justicia Social (¡vaya nombrecito tan villista!), Lucía Hernández, la autoridad federal en alianza, quizá con los patrones, los dueños de los ranchos, jugaron con maña y trampa, pues en vez de establecer un salario básico lo asentaron en la minuta como salario integrado y ahí dieron en la torre a los campesinos.
Se trata de 80 mil jornaleros, hombres todos del campo, que como en el caso de los compas de Veracruz, son paisanos que huyeron de la tierra jarocha buscando una oportunidad laboral que aquí el secretario de Desarrollo Económico, Érik Porres Blesa, y el titular de la SEDARPA, el dentista y productor piñero, Ramón Ferrari Pardiño, han sido incapaces de garantizar.
Quizá, acaso, porque nunca, jamás, les ha interesado.
En el primer caso, porque para Porres Blesa sólo existen, digamos, las ciudades con sus desempleados y salarios de hambre, que también menosprecia.
Y en el segundo, porque Ferrari sólo vive obsesionado por la felicidad de sus Bembones, muchos con fama de atracadores del erario, además de la suerte de sus hijos, lo que se aplaude a tal grado que el DIF estatal podría adoptarlo como el ícono del buen padre, el buen jefe de familia.
Pero resulta inverosímil que unos diez mil campesinos e indígenas jarochos estén en el Valle de San Quintín trabajando jornadas agobiantes, con un salario miserable, sin las prestaciones sociales establecidas en la Ley Federal del Trabajo, peor que en una finca porfirista porque el tiempo desde entonces ha transcurrido.
Mal andamos.
LOS AGARRARON DE TONTOS
Todavía peor:
Las secretarías de Gobernación y Trabajo y Previsión Social pactaron con los jornaleros que integrarían una comisión para categorizar a las empresas del Valle de San Quintín y aplicar los pagos de 150, 165 y 180 pesos por jornada, según la categoría universal para las agroempresas.
A la fecha, nada. Cero. Evasivas. Prórrogas, tal cual se práctica en México para soslayar pendientes.
Incluso, cuando en la mesa los jornaleros solicitaron salarios justos de unos 200 pesos diarios, los patrones reviraron al gobierno diciendo que entonces el peñismo los pagara.
Tal cual, los jornaleros se bajaron a un salario menor, el anterior especificado, y no obstante, tampoco se ha cumplido.
Así, sigue perfilándose la otra práctica universal en el país como es la fórmula económica de patrones ricos y trabajadores jodidos.
¡Ah, sorpresas que da la vida! Gobernación y Trabajo y Previsión Social también hablaron de otra comisión para verificar el registro de los trabajadores del campo al Seguro Social, a través, incluso, del Consejo Agrícola de Baja California, integrado con los dueños del campo en el Valle San Quintín.
Nada tampoco. Nada. Evasivas. Promesas.
Por eso, el trabajo de Ramón Ferrari como secretario de Desarrollo Agropecuario desencanta y decepciona y ningún respeto, ninguno, merece.
Simple y llanamente, al momento le ha valido. Ni una
Nunca, jamás, a los secretarios Ramón Ferrari y Érik Porres les ha ocupado ni preocupado el destino social de los 800 mil indígenas y los dos millones de campesinos
palabra sobre la sublevación social de los jornaleros de San Quintín. Indiferencia que es sinónimo de indolencia.
Quizá en el fondo, su Principio de Peter.
Lo dijo el gobernador de Chihuahua, César Duarte: en el norte del país estamos llenos de indígenas y campesinos de Veracruz.
Se han ido todos, pues, y seguirán, porque Porres Blesa es un exquisito que llegó a la SEDECO para crear su mundo color de rosa, ajeno por completo a la estrujante realidad social.
Sólo así pudiera entenderse que como un fashion haya trepado a su Twitter una foto al mejor estilo de Truman Capote cuando publicó a los 20 años su primera novela, Otras voces, otros ámbitos.
Pero, bueno, así se gobierna en Veracruz en la segunda década del siglo XXI.
UN CAMPO DEVASTADO HASTA EN LA ESPERANZA
Más cornadas da el hambre.
Uno. La migración constante de hombres del campo de Veracruz a la ciudad de México para contratarse de aprendices de albañiles, a los estados fronterizos y a Estados Unidos, con todo y que el racismo se ha pronunciado en 19 de los 50 estados norteamericanos.
Dos. La ínfima calidad de vida de los 800 mil indígenas y los dos millones de campesinos en la tierra jarocha, donde en las zonas montañosas pagan 70 pesos de jornal, en tanto, oh paradoja, en los Llanos de Sotavento, dice el ideólogo educativo, Zeferino Tejeda Uscanga, los campesinos ganan 250 pesos.
Y, bueno, ojalá Ramón Ferrari se llevara a los indígenas y campesinos a tal demarcación siguiendo el espejismo del compita don Zefe.
Tres. Si es cierto que al perro más flaco se le amontonan las pulgas, entonces, resulta inadmisible la indolencia con que el duartismo ha ejercido el poder en los últimos cuatro años y medio… en la política agropecuaria.
Cuantifíquese, por ejemplo, el número de veces y el resultado social que el gobernador ha viajado a los 80 municipios indígenas de Veracruz en lo que va del sexenio.
Cuatro. Lo peor de la vida en Veracruz en ningún momento es la inseguridad, que es grave, sino la terrible y espantosa desigualdad social que se multiplica años luz entre los indígenas y los campesinos.
Por eso unos diez mil jornaleros jarochos se ganan el pan en las haciendas porfiristas del Valle de San Quintín, expuestos ahora a otra represión:
Luego de las protestas incendiarias, luego de los acuerditos fútiles en Gobernación y Trabajo y Previsión Social, los patrones están despidiendo a los jornaleros que rechazan el salario que ellos, por sus pistolas, desean pagar.
Pero, además, les están subiendo la carga laboral, como por ejemplo, en el rancho Santo Domingo, de la empresa Moramex, filial de Driscoll’s, exportadora de fresas mexicanas a Estados Unidos, les subieron de ocho a 20 el número de surcos “que a cada trabajador toca como tarea en la quita de plásticos usados en el cultivo de las fresas” (La jornada, 21 de junio, 2015).
Y con el mismo salario, claro.
A Ramón Ferrari, productor piñero, y Érik Porres les vale… y hasta se pitorrean.
ENTÉRESE RÁPIDO
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Publicado en: http://www.blog.expediente.mx/nota/13570/periodico-de-veracruz-portal-de-noticias-veracruz/jornaleros-estafados-
