* MULTAS SIN CONSENSO
DE CIUDADANOS
Por Raúl González Rivera

Tal vez lo malo esté en la forma y no precisamente en su fondo.
La decisión asumida por los legisladores locales, en el sentido de elevar las multas de tránsito en cifras preocupantes, quizá no sean lo bárbaras que se pretende, con las constantes críticas y advertencias que se ciernen en todas las calles de nuestras ciudades.
La máxima de que no violes las reglas de tránsito, para que no tengas que pagar multas, sería la más clara y nítida fórmula para afirmar el orden y regular una aplicación de sanciones que habría tenido que esperar decenas de años.
Sin embargo, resulta que nuestras calles y avenidas se encuentran congestionadas de vehículos automotores por doquiera, que violentan la semaforización y toda regla u ordenamiento que se pretenda aplicar para acabar con la impunidad, la anarquía y el caos vial.
Los ciudadanos hace tiempo que son ignorados a la hora de elaborar proyectos de ley y presentar las iniciativas de otras tantas.
Este quizá sea el enojo del taxista, que inclusive suele ser un arbitrario y que hace correr su automóvil como bólido de carreras en las atiborradas calles de vehículos y de gente caminando, en nuestras ciudades.
La irritación que en las mayorías produce un encarecimiento de las acciones que deben tender a resolver problemas colectivos, causan en la ciudadanía singulares estragos, como es el hecho de tener que pagar mucho más altas cuotas, siendo que nuestras ciudades, igual, hace mucho que dejaron de ofrecer los servicios de funcionalidad y confort, que alguna vez sí ofertaron a sus pobladores y particularmente los automovilistas.
Ciudades como Xalapa, altamente congestionadas y contaminadas, igual no coincidan en que se ajusten cuentas con las multas de tránsito en los montos que se anuncian, virtud, quizá, a la falta de consensos de que la gente no participe en la formulación de un proyecto, que al final del día, la que habrá que tener que pagar puntualmente es la población civil, porque los servidores públicos quedan o suelen quedar a buen resguardo de que tengan que cubrir los compromisos públicos que el resto sí debe pagar.
* CUITLÁHUAC GARCÍA Y
LOS PROBLEMAS DE XALAPA
Dentro de unas cuantas semanas, los diputados federales de estreno enfrentarán por vez primera los grandes y graves problemas que agobian a los veracruzanos en cada uno de los cuatro rincones en que se divide geográficamente la patria chica.
La hora de la de verdad está por llegar.
Los candidatos que obtuvieron sendas victorias electorales, igual, deben estarse alistando sobre las graves problemáticas que agobian a los veracruzanos que directamente las padecen o enfrentan, como es la pobreza extrema, el desempleo, la violencia que se generaliza, la inseguridad que constriñe y los miedos y temores de caminar en la ciudad, también identificada como la Atenas veracruzana.
Esta es la postal o panorámica que deberá atender el ingeniero Cuitláhuac García, quien por su condición de especialista en las cuestiones que suscriben las páginas de la ciudad, no lo debe ignorar, pero que debe entender que hay una ciudadanía esperanzada en que los cambios fructifiquen y hagan realidad las promesas y compromisos asumidos de campaña.
Las nuevas generaciones, sobre todo, y que comenzaron a experimentar las graves problemáticas que le fueron heredando los años sesenta del siglo anterior y que desde entonces han agudizado la escena de la vida cotidiana de los mexicanos, pareciera no tener su momento para cambiar y transformar modos de vida y cotidianos quehaceres, en aras de avistar un porvenir menos incierto.
Los gobernantes del priismo, primero, y luego del panismo, siguen sin poder entregar a los mexicanos las grandes transformaciones, cuya espera continúa y que los hombres del poder legislativo, sin duda, en mucho tienen el compromiso de coadyuvar a hacer del mañana un futuro con un rumbo más cierto y duradero.
Xalapa, otrora ha sido calificada como la Atenas de Veracruz, pero también ha sido zarandeada por las tantas calamidades provocadas por los hombres y los imponderables del tiempo. Sus servidores públicos no son magos ni nada que se les parezca, son simples hombres de carne y hueso, de los que, como es el caso de Cuitláhuac, los xalapeños aspiran de su gestión como futuro diputado una obra diferente y duradera. Nada de excentricidades y gestos superficiales. La obra que confían tiene que ver con su habitar cotidiano, que sea honesto, limpio y progresista. Esperemos.
* Y LOS LÍDERES QUE
SE ETERNIZAN, ¿CUÁNDO?
Toda lucha social, sindical o gremial tiene sus puntos de acierto y qué bueno, porque no todas las militancias nacieron para dirigir, sino para ser dirigidas.
Sin embargo, la eternización de dirigentes sindicales en un país como el mexicano no encuentra paralelo.
En los últimos 40 años, los cuadros de mando gremiales sobre tierras veracruzanas son los mismos.
Y no hay para dónde hacerse. Lo suyo ocurre en las filas magisteriales, que en las obreras y campesinas.
Hace días, grupos de derechohabientes, pensionistas y jubilados del IPE coincidían en que los cuadros de líderes del magisterio son los mismos que cuando gobernó don Rafael Murillo Vidal. Una Juana Consuelo Méndez continúa al frente del sindicato de trabajadores al servicio del poder ejecutivo. Su cartera es inamovible y sus huestes siguen siendo las mismas esperanzadas de hace cuatro décadas cuando menos.
Los demás miembros del consejo directivo que representa a los distintos gremios, ante la dirección general del IPE, son los mismos de siempre. Acela Servín Murrieta, Ricardo Diz Herlindo, Enrique Levet Gorozpe, continúan al frente de sus distintos gremios de trabajadores académicos y siguen sin responderles a los graves reclamos que se arrastran por sus diversas siglas, a lo largo de 40 y 50 años.
La eternización de dirigentes no se cuestiona, pero lo que mantiene con los cabellos erizados a las mayorías de sus bases de laborantes, es que las condiciones bajo las cuales siguen desempeñándose continúan siendo las mismas. Condiciones laborales deplorables, dividendos prácticamente estancados en iguales temporalidades y con escasas expectativas de que sus condiciones de empleo, o en sus regímenes de pensionistas y jubilatorios, les atraigan condiciones mejores de sobrevivencia.
El sindicato continúa siendo el mismo y sus cuadros de mando continúan ofertando la idea de un mejor cometido, en aras de gozar de un sindicato que busca el cumplimiento de las justas demandas –lo presumen sus dirigentes– en un presente, que es el porvenir inmediato, pero que igual arrastra un pasado colgado de las aspiraciones incumplidas, pero sí prometidas de siempre.
Líderes gremiales que son los mismos, que no cambian, y tampoco la renovación es lo suyo.
