MERCADOS DE ABASTO
Por Raúl González Rivera

Xalapa, por su tradición histórica y la improvisación que se hizo de la ciudad para asignarle el título de capital, de siempre ha contado con sus ancestrales mercados de abasto alimentario y que por más de un siglo antecedieron a las plazas comerciales y súper tiendas, para satisfacer la demanda alimentaria, cuando el país era autosuficiente y el tratado de libre comercio no era más que un proyecto.
Las madres de familia de los años 50 del siglo XX, supieron de los mercados de abasto para sus hijos y es así como en Xalapa pudo testificar la apertura de estos centros comerciales instalados a los cuatro costados de la ciudad.
Es decir, surgieron de la nada y de la natural improvisación, aunque nadie seguramente previó que se abrieran estos espacios del comercio en los lugares que estratégicamente cruzan la ciudad, generan grandes aglomeraciones humanas y sirven de paso a los vehículos de motor.
Ésta quizá sea la razón para que el corazón de Xalapa adolezca de un casco histórico característico de una cultura y en su lugar perfilara como un ranchote, que es gracias a sus mercados establecidos de manera anárquica, sin seguir un orden, menos una línea urbanística.
Los Sauces se ha convertido en un mugrero, en torno al cual, vea usted, se ubican estaciones de camiones de pasajeros, tendajones de mala muerte y ambulantes en torno al mercado y, metidos como cuña, los Centros de Idiomas y el Instituto de investigaciones jurídicas de la Universidad Veracruzana. Cuándo van a poder trabajar armónicamente sus estudiantes, académicos e investigadores, con la fetidez de los olores, los ruidos y los tóxicos interminables y a toda hora del día.
San José –dicen sus vecinos– a toda hora del día es un infierno. Allí no llegan ni los operativos de las grúas ni los agentes de tránsito. El aparcamiento vehicular resulta tremendista y sin control alguno. Gente que se expone a sufrir un accidente vial y las calles del entorno, igual, se convirtieron en asiento de un comercio ambulante intermitente.
Los mercados Jáuregui y La Rotonda, por favor, en las horas pico ni quién pueda transitar como automovilista o a pie. Tampoco vigilan ni dirigen las acciones cotidianas de automovilistas y autobuseros, porque los uniformados de tránsito y vialidad brillan por su ausencia.
Los mercados de la ciudad, como puede apreciarse, corresponden a los negocios similares que se localizan en las rancherías y congregaciones, donde todo son aglomeraciones, gritos, emanaciones de ruidos y tóxicos, sin un orden vial ni de tránsito, tan sólo porque en su caso la modernidad jamás ha llegado. Si a esto le añade usted las calles repletas de baches y hundimientos, no puede menos que darse de topes cada vecino que se quiera decir orgulloso habitante en esta mal llamada Atenas veracruzana. ¿No lo cree usted así?
* JACOBO ZABLUDOVSKY,
ICONO DEL PERIODISMO EN TV
Fueron más de 50 años los que el señor Jacobo Zabludovsky ejerció el periodismo en sus tres versiones de radio, televisión y prensa escrita.
Lo que no le aceptaron los miembros de la comunidad universitaria de Veracruz, que se le homenajeara como tal, porque claro queda que su trayectoria la debió sobre todo a la obediencia ciega del viejo régimen constitucional que gobernó a este país durante los 71 años de una democracia a la mexicana.
La dictadura perfecta, diría el escritor peruano Mario Vargas Llosa, pero esa era la realidad.
Cuando estudiantes de la ex facultad de periodismo, dependiente de la Universidad Veracruzana, no había mucho para dónde virar. Los diarios eran los de siempre, nuevas opciones no las había y la radio y televisión prácticamente eran para los privilegiados.
En los años 68, 69 y 70, un grupo de ex alumnos de la ex facultad de periodismo conocería a Jacobo Zabludovsky. Era el único diciendo o leyendo noticias en el canal de las estrellas. Poderoso ya en ese entonces, pues era amigo de presidentes y jefes de estado, de secretarios y los más conspicuos líderes gremiales, como Fidel Velázquez y el resto de los «cinco lobitos». Elegantemente ataviado, corbata negra y traje claro, gustaba de caminar por las mesas donde se elaboraba el rol de noticias que leería el judío-mexicano.
Un icono, sin duda, del periodismo que se ejercía con grandes estrecheces y una libertad limitadísima. No había más noticiarios en la radio ni otro canal televisivo. 24 Horas, era a chaleco para todos… los que tenían una televisión. Los diarios influyentes eran Excélsior, El Universal y comenzaba El Heraldo de México, La Prensa editaba nota roja, y el Esto las noticias de deporte.
En la enorme provincia mexicana el número de diarios se contaba con los dedos de una mano y su filiación estaba en plena coincidencia con los dictados de las administraciones de los gobiernos priistas. En realidad, un periodismo cuestionador, crítico, cuya objetividad le diera relevancia a las noticias en este país, surgió a instancias de un Excélsior bajo la dirección de Julio Scherer García. La TV era el medio por excelencia elegido por el estado-gobierno, como hasta la fecha, pero en aquellos días de diarismo supuestamente independiente, fue la imagen bonita la que coadyuvó eficientemente con el poder público en su ejercicio.
Sin ninguno de los medios existentes hoy para obtener informaciones al momento en que se registran, en cualquier parte del mundo, Jacobo fue conductor, pero también reportero. Así, en los sismos del 85 lució espléndidamente como el narrador en vivo de la tragedia que enlutaba a este país, mientras sus principales timoneles políticos se escondían.
Sus entrevistas en la revista «Siempre!» –que dirigía don José Pagés Llergo– a dignatarios extranjeros, le dieron una mayor relevancia a su trabajo periodístico. Empero, nunca dejó de tener el sello del informante que transmitía lo que escuchaba y le decían. Fuerte crítico, como al final de su carrera, en su columna que se venía publicando en El Universal, lo que hizo de su papel de periodista completo en una carrera, la suya, que se alargó quizá hasta los 60 años de ejercerla.
En las escuelas de periodismo, los estudiantes ya cuestionaban realmente para quién escribirían, porque los académicos solían advertirles que los periodistas debían dar voz a quienes no la tenían. Es posible que eso se les siga diciendo, para poder justificarse.
* APARTADOS Y TALLERES
MECANICOS EN LA CALLE
Como anuncio, es bueno.
Las calles de la ciudad son atestadas de pedruscos, latas, botes y viejos cacharros que jamás levantan sus propietarios, con la intención a todas luces de apartar zonas para el estacionamiento de sus vehículos o realizar las faenas de talacheros y mecánicos automotrices.
El reglamento de tránsito –que la gente no conoce– consigna precisamente que este fenómeno no puede continuar, porque además de obstruir la vía pública, afecta la imagen citadina y, por otro lado, quienes propalan que aman a la ciudad, no es verdad, todo lo contrario.
Calles céntricas y periféricas, es lo mismo.
Colonias céntricas y las que ocupan espacios en la periferia, igual, deslucen con tanta mugre y obstáculos… pero más cuando el sector Salud anuncia batidas contra los mosquitos propagadores de las enfermedades que pueden inclusive causar afectaciones graves en la salud humana, como ocurre con el dengue, y otras que inclusive cobran carta o categoría de epidemias.
Evidentemente, los malos ciudadanos podrán argumentar que se trata de un atentado el que comete en contra de su patrimonio personal y de trabajo, pero la «talacha» y la reparación eléctrica o automotriz sobre la arteria pública, no coinciden con la preocupación de autoridades, que dicen estar atentas para que este tipo de fenómenos no se registren más.
Más aun, porque la proliferación de los talleres mecánicos, sobre la arteria pública, se da prácticamente en todas nuestras ciudades y muchas veces, quienes ostentan dicha práctica se dicen influyentes o que han pagado la cuota de rigor a los inspectores municipales y de vialidad, para seguir realizando sus faenas laborales sobre la calle, sin considerar que obstaculizan el paso a caminantes y automovilistas.
Bien si este fenómeno ha sido visto por las autoridades legislativas y de tránsito, para que de una vez por todas aplique los correctivos de rigor y den a la ciudad la imagen que toda entidad ordenada urbanísticamente se merece. El común de estos «prestadores» de servicios a un público determinado, se pasan por el arco del triunfo las medidas con tendencia a hermosear y hacer más humana la vida cotidiana de las familias y los distintos grupos sociales que pueblan, como es el caso, nuestra capital.
Empero, si se anuncian medidas o acciones para corregir, que se lleven a cabo, sin considerar ismos ni partidarismos y menos el tradicional tráfico de influencias, que suelen darse en este tipo de casos, que malforman la imagen citadina y de sus habitantes. Enhorabuena.
