
Cada gobierno municipal tiene que escribir cartistas a la secretaría de comunicaciones y transportes, para hacerle saber que la construcción del libramiento de Xalapa, se hizo, precisamente para dar salida a los camiones de carga de grandes tonelajes, pipas, carro-tanques y tráileres.
Lo anterior, virtud a la constante de siniestros y colisiones, que tienen lugar sobre la avenida Lázaro Cárdenas, que dejan lesionados, muertos y costos de muchos miles de pesos en daños materiales.
Ayer ocurrió por la mañana un choque entre vehículos de grandes dimensiones, el cual paralizó el tránsito vehicular sobre la carretera de Xalapa a Emiliano Zapata, a la altura de la que fuera estancia Garnica para pensionistas y jubilados del Instituto de Pensiones del estado.
Se dice extraoficialmente, que los traileros y camiones de carga tienen suspendido el paso por dicha avenida en horario de día y que por las noches les es permitido, so pena que de no cumplir con estas restricciones, las sanciones pueden ser inclusive de muchos miles de pesos.
La avenida Lázaro Cárdenas, antes Circunvalación, a lo largo de su historia que comenzó con su construcción durante la administración del gobernador Agustín Acosta Lagunes, ha podido cobrar sus consecuencias, con la secuela de accidentes automovilísticos muchos de ellos mortales, cuyo costo es calculado o arrojado cantidades millonarias.
Evidentemente, muchas de sus secuelas, son irreparables, porque se trata de la pérdida de vidas humanas.
De tal suerte que los diferentes alcaldes de la ciudad, se vieron forzados a demandar de la SCT la suspensión para que los camiones y tráileres y pipas circulen por la avenida Lázaro Cárdenas con destino al puerto de Veracruz y el sur de la entidad y viceversa. Lo anterior, porque cada relevo constitucional, que era de tres años y ahora será de cuatro, resulta lo mismo, en el sentido de que las líneas y firmas camioneras utilizan la avenida Lázaro Cárdenas, como mejor les viene en gana, siendo que los riesgos de provocar los siniestros, están a la orden del día.
Es una rúa altísimamente peligrosa, para camioneros y transeúntes, sin duda. ¿Hasta cuándo?
* LAS TRANCAS, UN PASO
DE CONSTANTE PELIGRO
En alguna época la congregación de las Trancas, fue un paso obligado pero cómodo para los transeúntes y automovilistas.
Para las familias xalapeñas ir a los dos restaurantes con especialidad en la elaboración de carnitas y chicharrones, era una odisea de fines de semana y vacaciones escolares. Entonces los naranjos abundaban en su entorno, olía a campo y cuando llovía, la tierra aumentaba el gusto por quienes realizaban prácticamente una excursión a la ampliación de los terrenos de la zona de las Animas, con rumbo a Emiliano Zapata.
Como todo lo que fue bueno y marca rumbo hacia su derrotero de conflicto, también en Las Trancas, sus habitantes experimentan momentos de verdadero viacrucis. En menos de una década se transformó el paso obligado para habitantes de cuando menos una docena de colonias periféricas, las cuales siguen en el pleito por saber si pertenecen a Xalapa o al vecino municipio de Emiliano Zapata.
La única vía de acceso, se complicó de por vida, refieren los viejos restauranteros, que ahora ven como la competencia creció y en qué forma. Sugiere don Pablo Hernández y Javier Ortega, quienes son panificadores. Es una «locura» todos los días, destaca una dama funcionario de uno de los hoteles, que operan en la zona. No hay día de tregua. Camiones urbanos, de carga y taxistas en cascada se estacionan sobre la única vía de acceso a colonias y salida al puerto de Veracruz o Xalapa, según sea el caso.
Lo rayos del sol queman a cualquier hora del día. El terrero que se levanta con el paso de unidades automotrices, tapa los oídos, los ojos y la garganta al caminante, pero también al automovilista. Una fila de negocios pequeños de lado y lado de la arteria, que incluye carnicerías, fondas de mala muerte, expendios de carne, frutas y legumbres. Dos moteles son cruzados por dicha rúa, una agencia del MP y la más grande farmacia, que en muchos kilómetros a la redonda opera en la región. Al fondo el edificio de una iglesia y las entradas de acceso a las colonias de jacarandas, la Reserva territorial, camino a Pacho Viejo y la Esperanza.
Las Trancas, es posible que la transiten todos los días, entre cinco y diez mil personas. Y una fila de vehículos de motor incesante a toda hora del día. La odisea de ir a comer con las Coronelas, implica una fuerte dosis de tolerancia al calor que sofoca, el paso de vehículos a vuelta de rueda, el gentío que camina hasta pareciera sin ton ni son. Allí no hay señalamientos viales ni agentes de tránsito. El desorden puro o la anarquía en su máxima acepción.
La tranquilidad le fue robada a las Trancas, cuenta el comerciante del mercado sobre ruedas, quien cuenta que a la hora de pagar impuestos-allí sí- se aparecen inspectores de los dos ayuntamientos municipales, Xalapa y Emiliano Zapata, porque según voces que llegan al lugar, el pleito por los límites de la congregación siguen siendo tema de debate sobre la mesa de negociaciones que nunca han concluido, no obstante que empezaron cuando despertó el pobladito, que por decenios había permanecido prácticamente muerto.
* ALCALDES CONTRA LA PARED
POR FALTA DE RECURSOS
Cuando menos 150 comunas municipales, cuyos alcaldes se lamentan de la mala hora en que les toca ser mandamases de sus regiones, aldeas y rancherías, porque el rezago les acompaña en todos los programas de trabajo inconclusos, porque los recursos institucionales no les llegan, el impuesto predial, no es suficiente y las «mordidas» y demás sanciones, multas y migajas de que puede echar mano un edil se van por la borda, virtud a la falta de circulante en la inmensa mayoría de poblados de este país.
En una inmensa mayoría de alcaldes, el terror asoma en sus rostros. No hay dinero ni presupuesto que les alcance y la obra que les exigen sus representados, es cada vez más persistente.
Las marchas, plantones, protestas y reclamos de grupos, organizaciones, obreros y campesinos que se plantan en la plaza Lerdo de esta capital, en buena medida se deben al silencio sospechoso que guardan los ayuntamientos, que están a la última pregunta. Y que al no poder dar una respuesta a sus paisanos, tienen que alentar en muchos casos, que en masa lleguen a Xalapa, tomen el centro, bloqueen carreteras y lancen la perorata en el sentido de que los pueblos se están muriendo de una grave inacción de sus ayuntamientos municipales.
Hay una enorme lista de alcaldes que dejaron de cumplir sus obligaciones, consistentes en hacer obras materiales, porque siguen endeudados hasta el cuello. Los proveedores, entiéndase constructoras y otras firmas, están cobrándoles facturas de hace seis, nueve y diez años. Y en esas condiciones, el presente, simplemente, no lo pueden atender.
Basta un corto recorrido por las municipalidades de Banderilla, Acajete, La Joya y las Vigas de Ramírez, para que cualquiera pueda apreciar a primera vista, que los poblados de la entidad, van quedando como espectros, en los que su carta de presentación es la pobreza que lastima, y que de ello dan cuenta necesariamente el abandono de sus calles y actividades cotidianas del campo, como que el éxodo de sus habitantes, está registrando la existencia de poblados fantasmas, sin un futuro porque en el presente la pobreza que arrastran, duele enormidades.
Cuando a Xalapa llegan 21 organizaciones de campesinos, su caso además de apremiar provoca una reflexión que los alcaldes de la región sostienen que no debiera ocurrir, pero sucede. Están los programas sin echarse a andar, tan solo porque los compromisos institucionales siguen sin cumplirse y el campo, arrecia en su ruta por reencontrarse, pero la verdad que también, debido al abandono en que se le tiene, la hambruna alerta y provoca que los sin nada igual, salgan a la calle y reclamen y protesten, es lo único que queda a cientos de miles de mexicanos.
Y los ediles, nomás «milando» y rumiando porque la «mala suerte», los mantiene sobre el filo de la navaja, sin saber a ciencia que harán el resto del año, para poder enfrentar los gastos de las percepciones y demás obligaciones que inicialmente tienen con sus trabajadores de confianza y los sindicalizados. El servicio público entraña un complejo de exigencias que está visto difícilmente pueden cumplir.

