por María Elvira Santamaría Hdez.

Están desatadas las ambiciones por heredar la silla que dejará vacante Javier Duarte de Ochoa a fines del año que entra. Veracruz se ve saturado de prospectos. Una “caballada gorda” que no obstante los diagnósticos de bancarrota en que se encuentran las finanzas públicas de la entidad, está dispuesta a sacrificarse “aunque sea dos años”.
Recién leí que debido a las precarias circunstancias financieras por las que atraviesa nuestra entidad, lo más indicado sería que el próximo gobernador tenga un perfil de economista para que “enderece” las cosas lo más posible y se evite el estancamiento del estado.
Un experto en finanzas. ¿Eso resolvería los entuertos en que están metidos y comprometidos los recursos públicos de Veracruz? Hay excepticos que nos recuerdan que ese camino ya lo transitamos recientemente y con decepcionantes resultados, por lo que hablar del perfil de un economista como solución a la problemática estatal actual, no tendría entusiasmados a los electores, ya de por sí justificadamente desconfiados decuanto político conocen.
También se ha afirmado que Veracruz requiere en el futuro inmediato, un gobernante más cerebral y menos emocional, que tome decisiones en base a políticas de estado. Que no reaccione, sino que accione. Con liderazgo y capacidad de convencer para sumar a otros líderes a su proyecto y devolver la seguridad y tranquilidad a los habitantes e inversionistas de la entidad.
Sin embargo la definición con la que me quedo de lo que los veracruzanos quisiéramos como próximo gobernador, me ha llegado en la voz de una nieta de diez años: “hay que tener un gobernador que no robe”.
