¿Qué está pasando?: Historia sin fin: raíces priistas


titpor Gonzalo C. López

 

  Por Gonzalo López Barradas, egresado de la Facultad de Ciencias y Técnicas de la Comunicación de la Universidad Veracruzana
Por Gonzalo López Barradas, egresado de la Facultad de Ciencias y Técnicas de la Comunicación de la Universidad Veracruzana

Por el poder excesivo que en México acumula el presidente, por su autoridad absoluta e indisputable para designar al sucesor, por la liquidación vertical del “ordeno y mando”, el oficio de expresidente  adquirió proyección  anecdótica -antes de los panistas Fox y Calderón- y nos invita al análisis de su regreso a la vida nacional.

Han dicho que tal vez quien ejerció con más dignidad su oficio de expresidente  haya sido Miguel Alemán porque resistió en silencio, jamás roto, el discurso inaugural del sexenio ruizcortinista cargado de reproches a su actuación; los insultos de gente menuda tripulados desde la presidencia para decir cosas insultantes a su persona y a sus amigos; se mantuvo ajeno a las tentaciones de la vanidad ofendida; practicó en inteligencia la lección de la espera prudente frente al tiempo que transcurrió; hizo del turismo una profesión y en él se refugió para dar cauce a su inquietud de servicio al país, a él y de paso a la comunidad; eso sí, permaneció fiel a los amigos y los amigos le fueron fieles, como tenía que ser si no hubieran sido unos mal agradecidos por eso estuvieron con él más allá del poder extinguido. Fue cuidadoso en sus declaraciones políticas.

De Díaz Ordaz, llenó su retiro con la pasión de los viajes; transformado en viajero infatigable: Las Vegas  o París, en ciudades o aldeas españolas, en Asia o en Europa. Muy de vez en cuando dejó correr su rabia contra “el delfín Echeverría” malagradecido que le volvió la espalda y estimuló el insulto contra su actuación de presidente; aceptó incorporarse al servicio exterior en la Embajada en España; de rescoldos no apagados brota el fuego del 68 y lo quemó y lo iluminó durante varios días; después, muy pronto, renunció por motivos de salud que nadie creyó porque  todos abrigaban la certidumbre “de una patada” inteligente, violenta, incisiva, con especial dedicatoria a Echeverría, como origen y razón de su retiro. Después otra vez a la sombra y finalmente a la tumba con los muertos de 1968.

En la entrega devota al oficio de “expresidente” los hubo peligrosos. Entre ellos, destacó primero el general Obregón; terminando su mandato se refugió en su rancho, allá en Sonora, y aseguró, en  desafíos de hipocresía mentirosa, que el resto de su vida lo dedicaría al cultivo de la tierra pero las tentaciones del poder, que probó durante cuatro años, fueron más fuertes  que sus aficiones bucólicas o sus vocaciones de ranchero; en el instante oportuno reapareció con la certidumbre del desperdicio que para México representaba atrapar su grandeza política en la pequeñez de unas cuantas hectáreas perdidas en la geografía sonorense.

Dedicó su tiempo libre, oficio de expresidente, a derribar las barreras constitucionales de la no reelección que cerraron el camino del reencuentro con el poder visceralmente amado. Buscó primero la interpretación gramatical como recurso para violar a la Constitución; encomendó a ilustres académicos la interpretación semántica del texto que le impedía su regreso al Castillo de Chapultepec y al Palacio Nacional; derrotado en campo tan polémico buscó el ataque frontal y convenció a su paisano, el general Calles, para que abiertamente le modificara la Constitución y le abriera, por los caminos de la ley, la segunda marcha fulgurante sobre la silla presidencial. Calles se la modificó a su paisano y no se quedó en el poder porque una descarga asesina cortó la vida al general Obregón.

La muerte de éste abrió a Calles un campo inexplorado en la historia mexicana para el ejercicio irresponsable del oficio de expresidente; hipócrita, se retiró del poder con un discurso vibrante. Anunció la liquidación de los caudillos para instaurar la vida institucional; y discurrió realizar el oficio de expresidente mediante el ejercicio del poder tras el trono; maximato que administró el cerebro a tres presidentes: Portes Gil, Ortiz Rubio y Abelardo, hasta que la criada le resultó respondona en la persona del general Cárdenas quien liquidó al maximato como institución y al Jefe Máximo como persona mediante el procedimiento formal del destierro, y el institucional de la retoma del poder absoluto en las manos del presidente.

Del general Cárdenas puede afirmarse que ejerció, en tiempo prolongado, su oficio de expresidente en  la administración de cuencas hidráulicas, uno de sus proyectos, el monumento a su persona: Las Truchas. En lo político, disfrazó su oficio de expresidente con los ropajes enigmáticos de la esfinge; un par de veces rompió su silencio: Bahía de Cochinos en Cuba y Tlatelolco en México. En ambos casos llegó a la conclusión de que más prestigio le daba a su persona el silencio de la esfinge que el parlar del político sin candelero que lo sustente. Vuelto al refugio del silencio sibilino, muere en la cresta épica de los héroes ejemplares.

Luis Echeverría sembró el sol que anunciaba la debacle del sistema priista. Ejerció su oficio de expresidente mediante su incorporación al servicio exterior. En la cúspide del poder preparó su retiro mediante el autonombramiento como rector de la Universidad del Tercer Mundo; se mandó hacer oficinas que desbordaban con mucho los límites del decoro. De pronto, abandonó vocación y propósitos tercermundistas para aceptar el modesto nombramiento de Plenipotenciario encargado de visitar la Embajadas del mundo. Fue el primer presidente que en el oficio de expresidente aceptó en el organigrama la modestia humillante del tercer nivel que reporta a un secretario de Estado y no al presidente de la República, después se trasladó a París donde “lo fijaron” para representar a México en la UNESCO. Luego lo enviaron a Australia, desde la ubicación geográfica el punto más alejado de la ciudad de México, sede tradicional de los poderes, Ejecutivo, Legislativo y PRI, centro de gravitación de la grilla y de la esperanza.

Y después comenzó el derrumbe del sistema con José López Portillo, el presidente frívol; Miguel de la Madrid, un gobierno gris;  Carlos Salinas, las muertes de estado (Colosio y Ruiz Massieu, devaluación del peso, su autoexilio en Irlanda del Norte cargando miles de millones de dólares y actualmente ejerciendo el poder tras el trono) y Ernesto Zedillo, -el del error de diciembre-, quien en  acto protocolario entregó al PAN el poder presidencial…

Historia sin fin que ha comenzado a repetirse desde el 1 de diciembre del 2012.

rresumen@hotmail.com  

 

 

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