Por Rodolfo Calderón Vivar

A estas alturas, tal vez no muchos se dan cuenta que Veracruz está siendo tratado, en el panorama político, con la misma crueldad imperial de los césares romanos para con sus proconsulados no gratos. Por ejemplo, es de una extrema crueldad decirle a un procónsul, por parte de un César, que tiene toda la confianza y venia del mundo para elegir a su sucesor, sabedor de que esas palabras alentarían al que se sentía desalentado por la pérdida del poder, a grado tal de darlo a conocer a todos en su reino, con la desagrable sorpresa, de que días mas tarde, desde Roma, se filtraran voces de que tal confianza nunca fue depositada, ni la expresión dicha tal y como la repitió el subalterno del poder.
¿A poco creen ustedes que Javier Duarte de Ochoa se hubiera atrevido a poner en labios del presidente Enrique Peña Nieto algo que éste no le hubiera dicho, de la magnitud de lo expresado después por el gobernador veracruzano a los medios? Pues claro que se lo dijo, puesto que el gobernador no se hubiera apresurado a difundir lo que era la buena nueva, si no hubiera sido cierto. Ahora, con las filtraciones a través de voceros del periodismo, se le pone en el escarnio público, en los difíciles momentos que vive Veracruz.
Un caso similar se dió en 1974, del cual pueden dar testimonio los líderes estudiantiles universitarios de Veracruz que fueron a entrevistarse en México con el presidente Luis Echeverría, para pedirle apoyo con referencia a varios proyectos que se aplicarían en las facultades de la Universidad Veracruzana. El presidente de México los escuchaba con atención, incluso el enlace había sido concertado por la deferencia hacia uno de ellos, quien gozaba de sus afectos. A nada se negó. Era la época del apoyo a los jóvenes, tras el sangriento episodio del 68. Entonces, la petición llegó al extremo. Los líderes, que en realidad sabían a lo que iban, le pidieron a Echeverría aceptar un candidato a gobernador que fuera el candidato de los jóvenes de Veracruz. Expusieron sus razones. El hombre que apoyaban era a Manuel Carbonell de la Hoz. Y el presidente externó su opinión al respecto, reconociendo la capacidad del político veracruzano, y asegurándoles, muy en confianza, que efectivamente, el sería el candidato a gobernador.
¿Los maloreó? ¿Realmente era el hombre ideal para el presidente? ¿Fueron demasiado crédulos los muchachos como para no darse cuenta de cualquier atisbo de ironía en lo expresado por el presidente? Lo que haya sido, no habían sido palabras dichas al viento de la ocasión. Uno de ellos había introducido una grabadora al sitio de la reunión. Las palabras de Echeverría fueron grabadas puntualmente en el aparato y reproducidas ante Manuel Carbonell de la Hoz. Lo demás es historia. ¿O a poco cree usted que el subsecretario de gobierno se hubiera lanzado en el madruguete de aquel año, como cuasi candidato priista elegido para el gobierno de Veracruz, si no hubiera tenido alguna base que lo respaldara en cuanto a la venia del presidente?. Obviamente, tampoco el gobernador ni todos los sectores hubieran dejado correr ese día magnífico de adhesiones, vitores y movimiento de masas, que arropo la supuesta candidatura del político veracruzano, sino hubiera existido conocimiento de lo dicho por Echeverría, a favor de Carbonell.
Así fue como, al estilo un emperador romano, Echeverría fue veleidoso y sepultó para siempre a un político que nunca más se levantó en la palestra del poder veracruzano. Quizás fue un cobro de cuentas por la muerte de Alfredo V. Bonfil o alguna otra razón, pero la palabra del presidente si fue dicha a favor de la candidatura de Carbonell de la Hoz, de manera extraoficial y grabada, para dar paso, después, al derrumbe carbonelista por un supuesto derecho de veto de Jesús Reyes Heroles, en contra de su destape como candidato priista a la gubernatura de Veracruz.
Hoy, hay indicios de como el trato hacia a Veracruz es desde una distancia imperial, la misma que tenía cualquier César que presenciaba un torneo de gladiadores en el antiguo Coliseo Romano, en el cual, según hay creencias, los luchadores hacían un juramento ante él, con la famosa frase de: Ave César, los que vamos a morir, te saludamos. Después venía la contienda sangrienta, las cuchilladas fatales, los degollamientos mortales y la muerte paulatina de cada uno de los más débiles, o fuertes, según el caso, para dar paso a un triunfador que obtendrían como premio el laurel de la victoria, puesto en su cabeza por el propio emperador.
¿No es el mismo caso de los sucesos de Veracruz? Los gladiadores han hecho un pacto de unidad e inclusión ante un representante imperial y que responde al nombre de Manlio Fabio, reunidos ahí, para jurar: Ave César, los que vamos a morir, te saludamos. Y mas vale que afilen ya sus espadas, sus yelmos, tridentes y mazos para destrozarse, porque en la convocatoria del próximo domingo, a lo mejor no se dará pauta para elegir a un candidato de unidad, sino podría abrirse el registro para que los precandidatos se apunten para una contienda de elección con base a votación, en cualquiera de las formas que el estatuto priista establece para tal fin. Eso, suponiendo que el César quiera ver correr sangre. Aunque, en ese caso, tal vez podría estar satisfecho con la sangre, por decapitación, de uno solo. ¿Quién lo sabrá?…

