* RODRIGUEZ PRATS,
VOZ AUTORIZADA

De paso seguramente por Xalapa, el ex diputado federal panista Juan José Rodríguez Prats llamó la atención porque dijo verdades de a kilo.
La política se degrada, quizá porque hubo muchos políticos.
Lo otro que dijo a manera de interrogante: ¿qué pasó con la grandeza de Xalapa?
Y enseguida puntualizaría el ex dirigente estudiantil de la facultad de derecho y primer universitario como huelguista de hambre, desde la plaza Lerdo, para sumarse al movimiento del 68 y aquí en contra de las políticas empleadas –cosa de niños como se ve ahora– implementadas por el gobernador Fernando López Arias, para hacer desistir a la población escolar de la gesta histórica que concluyó con la matanza de estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco.
¿Qué ocurrió con la cultura, el arte y la alegría de la capital del estado?
Xalapa era un trabuco en todas las manifestaciones culturales. Sus interlocutores eran personas formadas por vocación y cariño a la ciudad. Se perdió simplemente. La política se degradó, acuñó el militante del PAN, y que por su natal estado de Tabasco ha sido todo, funcionario estatal, diputado federal, senador y sólo le faltaría ser gobernador para cerrar el círculo de una larga carrera dedicada al servicio público.
Orador convencido de su lucha estudiantil en el 68, Juan José Rodríguez Prats es voz autorizada para abordar el tema de la enemistad que mantienen hoy día los principales actores políticos de la entidad. Conoció bien y de cerca a Miguel Ángel Yunes Linares, a Fidel Herrera Beltrán y a Dante Delgado Rannauro. Nadie le puede negar que su opinión lleve la preocupación en el sentido de que la función pública sobre tierras veracruzanas se degradó, como término que utilizó en su entrevista con los chicos de la prensa.
Rodríguez Prats y los personajes a que se refirió en su entrevista, pasaron por las aulas de la facultad de derecho, cuando se hacía política estudiantil en serio. No había porros. Y el estado y la autoridad universitaria mantenían un puente de comunicación sin sometimiento de las lides estudiantiles. Entonces la preparatoria Juárez era y la Escuela Normal Veracruzana gozaba de la respetabilidad que nadie más.
A pregunta de por qué Rodríguez Prats habla de política y políticos veracruzanos, se debe a que el hombre de Tabasco, que cambió su pelo lacio y claro por las canas que hoy exhibe, pasó sus años estudiantiles en la Universidad Veracruzana. Al término de los cuales viajó a su natal estado Tabasco y el DF, donde ha tenido una trayectoria pública con los colores de Acción Nacional.
Empero, haber recordado a los veracruzanos que otra cosa fue la política y sus actores principales en el pasado, para muchos resulta refrescante, ya que las actuales generaciones lo ignoran todo.
* LASTIMAR A CIUDADANOS,
SEPULTA TODO ANUNCIO
No se sabe a ciencia cierta si así está todo el país.
Pero el descrédito que ha ganado la función pública, no encuentra paralelo.
Se decía en cualquiera de los hogares de quienes forman parte de las legiones de clasemedieros y los pobres que siempre ha habido, que tocar los bolsillos de la gente condena a cualquiera al ostracismo. Todo puede pasar, pero lastimar a la gente, no se olvida, no lo perdona.
El gobernador Agustín Acosta Lagunes, al despedirse de sus tareas públicas, lloró y homenajeó a la maestra, porque la vieja lideresa había resistido los agravios que el hombre de Paso de Ovejas había enderezado a los mentores y a la población en general, durante los años iniciales de su gobierno. Cuando hablaba de la aldea y la mapachada, igual, el mandatario sembró los odios y rencores que afortunadamente al término de su gestión pudo resarcir.
Dante Delgado, gobernador de cuatro años para cubrir el mandato sexenal de don Fernando Gutiérrez Barrios, un día salió de su despacho de palacio de gobierno y encaminó pasos a la iglesia de Catedral, donde se celebraba una misa de acción de gracias para los niños que terminaban sus estudios de la primaria.
Sigiloso fue el arribo del mandatario a Catedral. Pero en su tránsito por la calle de Enríquez aparecerían pedigüeños y académicos y muchachos, para los cuales Dante mantuvo extendida su diestra. A todos hay que saludar. Si no lo haces –le dice a este reportero– la gente no lo olvida. El gobernador que gozaba del afecto de todo el magisterio veracruzano, ingresó a la iglesia y esperó a terminar la misa. Cuando esto hubo trascendido procedió a saludar a todos los niños, un centenar quizá, quienes de viva voz, gritaban: ¡Dante!, ¡Dante!, ¡Dante!
A ninguno dejó sin saludar. Y con las mismas retornó a palacio. Muchas veces se escucharía del alvaradeño de nacimiento y cordobés por adopción, que en política hay que saber tragar sapos, vomitarlos y volverlos a tragar, pero con la gente no se juega. Te olvida y condena. Porque no puede hacer otra cosa. Sostenía reiterativo el ex gobernador, al cual sobre todo en días como éstos, viejos maestros y pensionistas recuerdan con cariño, reconocimiento y gratitud.
Esto viene a colación, porque a los noveles practicantes de la política, haciendo a un lado sus lealtades para con el hombre que les dio la oportunidad de servir, dejaron de hacerlo. Y en su lugar, olvidando afectos, solidaridad y responsabilidades de cara al pueblo, soslayaron su obligación y deber de servir a la gente, a quien se deben conforme a las precisiones que históricamente rindieron los griegos Sócrates, Platón y Aristóteles, al definir al estado como institución y su papel frente y con gobernados.
Y que seguirían todos los actores públicos a través de los episodios que la historia de las ideas políticas y formación de los regímenes gubernamentales, se fueron dando hasta la fecha.
* REAPARECEN AMBULANTES
EN EL CENTRO DE LA CIUDAD
Reaparecen los ambulantes en las calles que forman parte del corazón de la ciudad, lo mismo en las cuatro calles que desembocan en los palacios de gobierno estatal y municipal, como en las arterias que conectan a Abasolo, Poeta Jesús Díaz, Doctor Lucio y el entorno al emblemático Árbol, artífice o modelo de tantas historias amorosas, como días tiene una semana y el año.
El hecho sólo puede ser atribuible a un servidor público, el que se encarga de ver por el comercio y que a la sazón está recibiendo la ayuda, cooperación o mordida de rigor.
Xalapa había dejado de tener que enfrentar la imagen de ser un ranchote, invadido por comerciantes informales, cuyos productos además se eximen de pasar la menor revista o auscultación por parte de autoridades sanitarias estatales, ya que las edilicias simplemente soslayan el problema. La imagen de la capital, igual deja mucho que decir para todos aquellos, sobre todo, que la siguen calificando como la Atenas veracruzana.
Las Marías venidas de la sierra y que ofertan blusas, vestidos y rebozos, siguen aumentando en número y prácticamente las 24 horas del día las destinan a ocupar como aparadores o exhibidores las banquetas y los pórticos de las instituciones bancarias y entradas de los pasajes Tanos y de Enríquez.
Es decir, que la estancia de vendedoras y pedigüeños y limpia-parabrisas en las calles del casco histórico de la capital, le dan el toque que lamentablemente les dice a propios y extraños que Xalapa sigue sin poder sustraerse a la vendimia callejera, que ésta no está regularizada y que si se practica, hay a quienes les importa un bledo que la ciudad cobre una presencia distorsionada, sobre todo para quienes ahora difunden sus «atractivos» en aras de atraer turistas de otras latitudes del interior del país.
Xalapa, ciertamente, es una capital sin industrias, que se distingue porque hay una mayoría de políticos y burócratas, académicos y estudiantes, pero que a ésta han arribado cientos de miles de compatriotas de otras entidades del interior del país, alentados porque se trata de un lugar pacífico, tranquilo, seguro y sin una grave contaminación en su medio ambiente.
Desgraciadamente, es todo lo contrario y en sus congestionadas calles se suma otro fenómeno que había sido extirpado y que es la concurrencia del ambulantaje, con que se afirma el juicio popular de que se trata de una ciudad-rancho que olvidó su pasado histórico y cultural que tanto lustre le dio dentro y fuera del mismo país, por un presente de esmog, ruidos y tóxicos y por añadidura ambulantes a sus cuatro costados.
