En Pocas Palabras: La ventanilla 8


ventanilla8Por María Elvira Santamaría Hernández

Por María Elvira Santamaría Hernández, egresada de la Facultad de Ciencias y Tècnicas de la Comunicación de la Universidad Veracruzana
Por María Elvira Santamaría Hernández, egresada de la Facultad de Ciencias y Tècnicas de la Comunicación de la Universidad Veracruzana

La semana pasada, durante dos días, permanecí algo más de un par de horas esperando turno para realizar un trámite en la subdelegación del Instituto Mexicano del Seguro Social de Coatzacoalcos. Nada del otro mundo, la corrección de datos de mi afiliación, que quién sabe por qué (todavía no entiendo quién puso que mi lugar de origen es el Estado de México) están equivocados.

Pero bueno, la cuestión es que pude experimentar durante ese tiempo relativamente breve, la aleccionadora sensación de ser el número de una ficha que esperas ansiosa que aparezca en la pantalla y que finalmente para tu felicidad, es mencionado por el altavoz.

Contra lo que pudieran suponer mi relato no es una queja. Es solo compartirles lo que fue para mí esperar en una sala constantemente repleta, junto con más de ciento cincuenta personas, una solución o respuesta y advertir lo pequeños que pueden ser nuestros problemas frente a los de los otros.

Mientras llegaba el momento de que llamaran al número 2614 que era el mío en la ventanilla once, decenas de personas de edad avanzada ponían toda su atención en la ventanilla 8, donde exhibía un letrero que decía “supervivencia” y los números eran coreados por el encargado de la ventanilla y repetidos por una de las señoras que aguardaba su turno.

“Ciento ochooooo, nadie….Ciento nueve……ciento nueveeee…nadie. El poseedor de la ficha ciento diez, con pasos lentos ya se aprestaba a llegar a la ventanilla desde antes de que lo anunciaran pero le llevaba tiempo. Tras él, la siguiente persona con el número ciento once fue caminando dificultosamente, ayudado por quien supongo es su esposa. ¡Cuánto trabajo le costó llegar y cuanto más retirarse!

Me salto para decirles que cuando llegué, a la entrada de la subdelegación, en el primer mostrador, donde decimos el trámite que queremos realizar y nos indican qué hacer, adelante de mí iba una pareja de ancianos, delgados, bajitos, morenos, sencillos, también por el trámite de supervivencia. Les indicaron que sacaran fotocopia a su credencial de elector y esperaran el llamado en la ya mencionada ventanilla 8.

Como yo seguía aguardando para acudir a la ventanilla once, volví a tenerlos delante. Vi al señor, ya con unos ochenta años en su haber, mirando una y otra vez el papel que contenía su número. Se acomodaba su sombrero campirano una y otra vez. Estaba ansioso, evidentemente temeroso de que se le pasara su turno y no se diera cuenta. Quizá porque no veía u oía bien.
Tenía la ficha 137.

Su vecino de asiento, también mayor, -donde quiera hay gente amable-, se percató de su nerviosismo y tras asomarse al papelito, le dijo que todavía le faltaba mucho para que le tocara, que no se preocupara.

De las 21 ventanillas disponibles para diferentes trámites, ninguna era tan solicitada como la ventanilla 8. Era notorio ver parejas en los que el varón presentaba condiciones de salud muy deterioradas. Hombres en silla de ruedas, otros ayudándose con andadera o sostenidos por sus parejas o hijos.

En el primer mostrador escuché que para la “supervivencia” tenían que registrarse antes del día 10 de este mes, porque quienes no lo hicieran quedarían fuera. Y que en adelante, ya no tendrían que acudir nunca más a las oficinas a cobrar su pensión, sino únicamente estar pendientes en el banco de que apareciera su pago. A lo mejor por eso había tanto viejito en la fila de la “supervivencia”.

Mi número apareció en la pantalla y rauda me dirigí a la ventanilla 11, donde entregué toda la documentación que me pidieron: copia de acta de nacimiento, copia de credencial de elector, copia del CURP, copia de comprobante reciente de domicilio y llena la solicitud de corrección de datos que abarca tres hojas.

La señorita que recibió mis papeles se puso a revisarlos y mientras ella corroboraba datos en su computadora, yo busqué con la mirada a los ancianos que había estado observando desde mi llegada. Ahí seguían y junto con ellos, docenas de pares de ojos pendientes de la ventanilla 8.

Volviendo a mi asunto y tras confirmar que están equivocados mi lugar de nacimiento y mi CURP, la persona que me atendió me advirtió que el trámite llevará tiempo. Quizá dos meses, aunque -me dijo-, debo regresar a la misma ventanilla a enterarme de su progreso en 30 días hábiles. Y créanme, así lo haré, porque después de todo, finalmente de una u otra forma, siempre se trata de “supervivencia”.

Envejecer y sobrevivir aunque -por lo que pude ver-, en muy contadas veces con calidad de vida, es el handicap de jubilados y pensionados en nuestra sociedad. Y al igual que su numerosa derechohabiencia, el Seguro Social está pasando también por ese proceso y buscando caminos para su “supervivencia”.

Ojalá el IMSS también encuentre su ventanilla 8.

Postdata:
Es incómodo tener que empinarte en la ventanilla para poder escuchar y hablar con un empleado a través de un espacio de unos quince centímetros entre dos cristales mientras el altavoz anuncia las fichas siguientes. ¿Podrían ampliarlo un poco por favor?

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