
Ante los forcejeos, entre precandidatos priistas, para alcanzar la nominación a la candidatura por la gubernatura veracruzana, todos ellos pertenecientes al actual círculo de poder jarocho, en donde evidencian no solo una desleal lucha por alcanzar el poder, sin ninguna propuesta ni de política individual, ni de política partidista ni de política pública que pueda analizar la ciudadanía veracruzana, para valorar si cumplen con expectativas de mejoramiento y desarrollo integral de nuestro estado; se hace necesario que el Partido Revolucionario Institucional, a nivel nacional, considere la selección de un candidato, o candidata, a la gubernatura ajeno a los intereses sectarios que comienzan a deteriorar al propio PRI, en su cohesión y unidad interna.
Tras casi tres meses que Manlio Fabio Beltrones indicó que primero sería el proyecto de programa de gobierno, el que antecedería a la nominación del candidato, a estas fechas no hay ni reuniones públicas ni avance alguno publicitado del dichoso programa de gobierno anticipado por el jerarca del priismo nacional. Por el contrario, priva el desorden, los golpes bajos, la desinformación a través de los medios, la descalificación del contrario, las fintas de pasarse a la oposición, la represión como forma de desgastar aún más la crediblidad en el PRI. Es decir, la ambición en todo lo que da para ganar la posición a base de golpes arriba y golpes bajos, sin pensar en la imagen desgastada de un partido que, a estas alturas, bastante tiene con la mala fama pública de un gobierno poco eficaz y eficiente en lo administrativo, político y económico, que lejos de sumar votantes a favor, es posible genere votos en contra.
Nadie duda que los actuales aspirantes a esa candidatura, están en su derecho de luchar por ella, pero aún en ese proceso se deben cuidar las formas y la decencia pública. Si acaso, solo uno de ellos, José Yunes Zorrilla, se desmarcó ya de la lucha sin cuartel que existe entre los políticos priistas de Veracruz que se han declarado dispuestos a ser los candidatos a gobernadores de Veracruz. Otro, hasta cierto punto, lo ha sido Héctor Yunes que, sin embargo, en su desesperación por hacer cumplir un acuerdo cupular, pero transitorio, no lo ha honrado con la discreción, la madurez y la cautela, que corresponde a un aspirante considerado el más viable para ser nominado el candidato a la gubernatura.
Mientras la oposición camina por la vía de la alianza y un solo argumento, el sacar del PRI del gobierno de Veracruz dado el mal ejemplo de como gobernar un estado demostrado por el Dr. Javier Duarte de Ochoa, el PRI de Veracruz se sume en la zozobra. La militancia aguarda una luz en la oscuridad de un caos, donde hoy está adelante Héctor Yunes, mañana Alberto Silva, y siempre potencialmente, Erick Lagos. Es indiscutible que la máquinaria del PRI espera, pero también se desespera, porque se da cuenta que enmedio de esta lucha denodada por alcanzar la nominación, todos los aspirantes han perdido la compostura de un verdadero político y hombre de estado, que debiera corresponder al perfil del próximo candidato a gobernador priista.
Ninguno de los actuales precandidatos priistas podría contrarrestar el principal argumento de la oposición para derrotar al PRI en las elecciones, que es el del desastroso gobierno de los priistas en dos sexenios consecutivos. Unos porque son parte del mismo equipo gubernamental y otros, porque no supieron guardar distancia prudente de las estrategias de control del propio gobierno veracruzano, en el asunto del proceso de nominación del próximo candidato. De ser nominado, van como el Pípila, cargando la lápida de un mal ejercicio gubernamental. Solo les queda el subterfugio de la trampa, la compra de votos y la guerra sucia para denostar a los rivales de enfrente. El primer round, en ese sentido, ya lo perdieron. La alianza PAN PRD va y con todo, para ganar la gubernatura de Veracruz. Aun queda otro subterfugio: el conflicto postelectoral, que incendiaría a Veracruz, y que no es nada recomendable para un estado de la república tan importante en los venideros proyectos del gobierno federal, sobretodo porque sería caldo de cultivo para Andrés Manuel López Obrador..
Por eso se haría necesaria la llegada de un candidato priista que no esté en el círculo de los ahora nombrados. Incluso para mediar y tranquilizar las disputas, pero sobretodo para poner orden partidista, tanto en el supuesto de una victoria o una derrota electoral en las elecciones del año 2016. Un candidato ahora no nombrado, ni publicitado en la guerra tan costosa y mediática que hoy aqueja a Veracruz, que llegue a acuerdos con los actuales aspirantes para que atemperen sus ánimos, y se vean en la disposición de construir, y no destruir, el mejor programa de desarrollo para Veracruz, en vías de poder aspirar nuevamente a ser candidatos en el año 2018.
Una figura política sobria y con experiencia suficiente sobre administración pública, finanzas gubernamentales y seguridad pública, pero también cercanía al proyecto de transformación de México que encabeza Enrique Peña Nieto. para enderezar el barco priista que se está hundiendo en Veracruz. Un hombre que sea mostrado ante los votantes como una opción ajena al actual estilo de gobernar en Veracruz. Que pueda constrastar con la figura de Miguel Yunes Linares, cuya personalidad no dista mucho de quienes ejercieron el poder durante los últimos once años en Veracruz. Un hombre que aglutine y no disgregue a los priistas que, bajo la mesa, están a punto de pasarse al bando contrario si se selecciona a los mismos que han ejercido el poder en Veracruz, en los últimos once años. Un hombre notable en la administración pública federal, en áreas que han dado resultado satisfactorios al país muy recientemente, y que pueden aplicarse en hacer lo mismo para enderezar el rumbo del estado en los próximos dos años. Capaz de unir y no desunir, y sobretodo de contender en buena lid contra una oposición que apoya su fuerza en los errores de los de enfrente. El PRI tiene la palabra, es cuestión de horas.

