* SE REBELAN LAS
PLAZAS COMERCIALES

No es reto, es rebeldía, pero las plazas comerciales se niegan a abrir sus estacionamientos de manera gratuita al público usuario de sus servicios.
El acuerdo del Cabildo municipal se lo pasan por el arco del triunfo los señores empresarios y dueños de las plazas comerciales de la ciudad.
Es decir, el principio de autoridad en este caso vale para dos cosas: demostrar que los miembros del Cabildo dejaron de ser autoridad y, segundo, los empresarios, asidos a su natural prepotencia, están midiendo fuerzas negándose a dejar de cobrar el estacionamiento a sus clientelas y consumidores. Quieren más dinero para sus alforjas.
El acuerdo se presume no fue asumido, sino considerando las exigencias de consumidores que en realidad no tienen por qué pagar ningún aparcamiento, porque dichos establecimientos deben otorgar los mínimos de atención y seguridad a sus clientelas.
Hay todo un estudio en el sentido de que la ciudad, además de no tener hacia dónde crecer, precisamente el estacionamiento vehicular es o constituye una de las exigencias menos atendidas en nuestras grandes y pequeñas ciudades.
Ya transcurrió una semana sin que se abran dichos espacios al público usuario y consumidor de sus tiendas departamentales y restaurantes.
Empero, el ayuntamiento anunció que impondría multas en una primera instancia y después procedería a clausurar los espacios en cuestión.
Ya se produjo el primer incidente en la plaza Crystal, el cual afortunadamente no pasó a mayores. El automovilista que se negó a pagar la tarifa de doce pesos, dijo que presentaría su queja en el ayuntamiento, pero antes ya había pasado el bochornoso espectáculo de negarse a pagar su salida, que los empleados se aferraran a cobrarle y tuviera que acudir la policía para calmar ánimos y finalmente el conductor afectado pudiera abandonar el estacionamiento sin hacer el pago que le exigían.
Es decir, que por la fuerza –el consumidor en la gresca– hiciera valer el acuerdo asumido y autorizado por el Cabildo, tras de ser aprobado igualmente por el Congreso del Estado.
Ante el riesgo de que puedan ocurrir mayores agravios contra automovilistas, la razón del acuerdo administrativo debe aplicarse rigurosamente. Ya de por sí las plazas comerciales constituyen un emporio que explotan unos cuantos, luego entonces, los estacionamientos de las mismas deben cumplir con el ordenamiento de la autoridad municipal, el cual obedece necesariamente a una necesidad social.
Porque hurgando en sus antecedentes y orígenes, bien podrían encontrarse irregularidades de singular peso, ya que del Xalapa verde y aireado que fue, mucho destruyeron cuando se dio la construcción de estos establecimientos, que acabaron por sepultar el apelativo de Xalapa, ciudad de las flores.
El pleito llama la atención de todos. O es el alcalde Américo Zúñiga o es el clan de los Chedraui Obeso.
* CAMPAÑAS DEBERÁN RENOVAR
FE, CONFIANZA Y CREDIBILIDAD
El común de ciudadanos está a no creer en nada ni en nadie.
Al final de cuentas –dice la voz de la calle– todos son iguales. Prometen, se refugian en sus despachos y se olvidan de sus compromisos contraídos con la sociedad.
Todos, del color que usted quiera partidariamente, dirán que son honestos, que sus mejores intenciones las cifran en el servicio a los demás, pero a la hora de pedirles que sean responsables y comprometidos, se asemejan o tratan de imitar al gran Houdini, y se vuelven escurridizos.
La última camada de diputados federales jamás ha reaparecido en los distritos electorales que dicen representar. Cuando andaban en campaña hasta se tomaron una fotografía que después hicieron circular a través de los espots televisivos, anunciando que tras ganar las elecciones irían al corazón de la gente para anunciarles que allí estarían de retorno, para ponerse a su servicio. Esto, obviamente sigue sin ocurrir.
Siendo que entre la camada de diputados federales actuales están varios de quienes sangraron las finanzas del estado de Veracruz y ahora, con todas sus consecuencias, son los ciudadanos quienes estén pagando los platos rotos y no los autores del descomunal cambio en la vida cotidiana de un pueblo generoso, alegre como fue y seguro de que sus instituciones públicas no fallarían.
Ahora viene la elección de padres conscriptos locales, pero en la gente el entusiasmo ha desparecido. La fiesta, el colorido y las fanfarrias por los nombres, es lo de menos.
Así que la ciudadanía ya no vota precisamente en favor del personaje que le imponen, sino que si sufraga en ánforas electorales lo hace por quien le permite alguna confianza o, en el peor de los casos, quien le compra su voto.
Cada tres años es la misma pasarela, pero de igual forma la familia de legisladores, o de una mayoría, sólo levanta su dedito para sumarse y sacar avante las normas jurídicas que no coinciden con la voluntad mayoritaria ni mucho menos que sean la respuesta que espera el pueblo para salvar escollos en su devenir por la geografía de la entidad.
Cabe preguntar si alguno de los padres conscriptos actuales sopesó realmente en la trascendencia al dar luz verde a una ley antiaborto y, nomás porque así se lo impusieron, se pronuncia aplastando de tajo la libertad que cada fémina debiera gozar a la hora de decidir sobre su persona. Por favor, estamos en el siglo XXI.
Y como la anterior, cuántas más y aberrantes tomas de decisión que contrarían la libertad y las ansias de vivir mejor de un pueblo que, a ciencia cierta, éste desconfía de los políticos, pero a cambio, conforme llegan los tiempos, lo cercan diciéndole que es un deber y una obligación elegir a un diputado, como es la elección que ya está a la vuelta de la esquina. ¿Qué le parece?
Pareciera que localmente sólo hay dos diputados pensantes: Julen Rementería y Cuauhtémoc Pola Estrada. Por favor.
* PORQUE A LA VIOLENCIA, SE
RESPONDE CON VIOLENCIA
El sistema gobernante quedó corto seguramente, porque a la violencia e inseguridad trata de sofocarlas y abatirlas con iguales armas de la violencia y que acrecientan la inseguridad.
El desfile de muertos no concluye cuando vienen más y la lista se alarga al grado de que los ciudadanos, honor a la verdad, no se conforman, están aterrados, padecen de un crispamiento de nervios de los mil demonios.
Cuando la guerra contra la delincuencia organizada dio inicio con el banderazo de salida de las fuerzas armadas y elementos de la policía, por parte del presidente Felipe Calderón Hinojosa, también se aseguraba que la crisis iría a durar cuando menos 20 años, es decir, algo semejante a lo que los colombianos tuvieron que experimentar hasta que gobernadores, senadores y diputados fueron aprehendidos junto con capos y demás delincuentes y que terminaron confinados en las cárceles de Colombia y los Estados Unidos de Norteamérica.
Los mexicanos creyeron que esa epopeya sólo se daría en Colombia, pero no en México.
Todavía cuando aparecieron los primeros escarceos sobre suelo azteca y que evidentemente el presidente Vicente Fox concluyera en que era mejor tener como aliada a la delincuencia, que en su contra, se tenía la certidumbre de que el problema no era tan grave, que se podían salvar escollos y que el Estado, como entidad de poder sobre la tierra y suelo mexicano, sería suficiente para contrarrestar los ánimos intervencionistas que pudieran mostrar las fuerzas del extranjero.
Lo ocurrido en ya casi quince años, mantiene a los aztecas con los cabellos erizados.
La matanza no cesa, sino por el contrario, y la fuerza del estado pareciera verse limitada en ocasiones por la ola de la violencia y la inseguridad que trae consigo la primera, pero sobre todo porque a ambos escenarios se les ataca con las mismas armas y siguen sin aparecer respuestas que blinden realmente el desarrollo de un pueblo mal pagado, sin ocupación laboral, sin educación, sin la atención de la salud para todos y sin la confianza para decidir, como debiera ocurrir en una entidad realmente democrática y plural.
El colmo, podría advertirse cuando de forma mediática se receta a los televidentes toda una quincena transmitiendo la misma trama, con un personaje al cual se le han querido imputar todas las culpas de lo que en este país está pasando, siendo que los políticos en mucho tienen que ver para que la violencia e inseguridad se hayan ensañado y estacionado en tierras aztecas, sin avistar una sola expectativa para un cambio.
Por lo menos en la provincia veracruzana, quién de entre Héctor Yunes, Miguel Ángel Yunes, Cuitláhuac García, Gerardo Buganza, Juan Bueno, Armando Méndez o Elías Miguel Moreno, podrían convencer de que la inseguridad y la violencia van a desaparecer de estas tierras, hoy metidas en la tristeza, la zozobra y el miedo que raya en pánico. Por favor.
