Abriendo Brecha: Guerra contra drogas descompuso tejido social


Cancun, MEXICO:  Policemen guard a group of inmates during a riot at the municipal prison of Cancun, in the Mexican state of Quintana Roo, on December 8th, 2006. The revolt erupted Friday when the prisoners' leader, Marco Adelaido Gallegos, known as "The Godfather" and some 50 other inmates, were transferred to another facility. Two prisoners were killed, dozens injured and about 100 managed to escape during the first moments of confusion.   AFP PHOTO/Marte REBOLLAR  (Photo credit should read Marte REBOLLAR/AFP/Getty Images)
Cancun, MEXICO: Policemen guard a group of inmates during a riot at the municipal prison of Cancun, in the Mexican state of Quintana Roo, on December 8th, 2006. The revolt erupted Friday when the prisoners’ leader, Marco Adelaido Gallegos, known as «The Godfather» and some 50 other inmates, were transferred to another facility. Two prisoners were killed, dozens injured and about 100 managed to escape during the first moments of confusion. AFP PHOTO/Marte REBOLLAR (Photo credit should read Marte REBOLLAR/AFP/Getty Images)

Por: Héctor Saldierna

Por Héctor Saldierna  Martínez, egresado de la Facultad de Ciencias y Técnicas de la  Comunicación de la Universidad Veracruzana
Por Héctor Saldierna Martínez, egresado de la Facultad de Ciencias y Técnicas de la Comunicación de la Universidad Veracruzana

Está demostrado plenamente que la estrategia implementada por Felipe Calderón para combatir el narcotráfico no sólo fue un fracaso mayúsculo, sino que ha sido el parteaguas en la que México se ha hundido en la violencia y lejos de recomponer el tejido social, se ha recrudecido una etapa en la que México ha descendido varios escalones en sus índices de bienestar y de convivencia.

A pesar que Enrique Peña había prometido en su campaña que utilizaría otra estrategia diferente, la realidad es que la ha seguido y no ha habido ninguna variación. Sigue la estrategia de la violencia y no se ha parado. Con el pretexto de combatir al narcotráfico, se ha pasado hacia el espinoso terreno de combatir en términos de igualdad al narco a los grupos sociales en rebeldía.

Sí la guerra de Calderón cobró muertes por más de 100 mil personas, las cifras con Peña Nieto no son muy diferentes. Diariamente se escuchan reportes a través de la prensa de decenas de ejecuciones por todo el país, sin que haya un día una tregua entre los mexicanos.

El investigador Edgardo Buscaglia había mencionado en una tesis que la lucha contra el narcotráfico era como combatir el fuego con gasolina, de ahí que la tendencia permanente era incrementar el índice de violencia, sin freno alguno.

Escritores de la talla de Enrique Galeano advertía que la guerra contra el narco fue una estrategia diseñada desde los Estados Unidos, donde ellos únicamente ponían las narices y, en este caso México, los muertos.

Es decir, mientras que en el vecino país se consume la droga en grandes cantidades, Latinoamérica sufre el flagelo de la violencia. El gobierno mexicano enfrentando los cárteles, originando violencia en diversos Estados y descomponiendo el tejido social, mientras que EU no pasa nada, a pesar que ahí es donde debería suceder todo lo que asola a las regiones latinoamericanas.

LAS SOLUCIONES

No es fácil brindar una receta de solución a una problemática ya tan grave que afecta al país desde hace varios años. Y es que en una delgadísima línea roja se encuentra también los grupos de activistas sociales y organizaciones que se oponen a los aviesos programas y reformas estructurales imp lementadas por el gobierno.

Para nadie es desconocido que en medio de esta sórdida lucha contra el narco, también se encuentran otro tipo de intereses manejado por el aparato oficial y que bajo el concepto del río revuelto se aprovechan las circunstancias para desaparecer o encarcelar a líderes sociales, cuyos fines son reivindicatorios.

En este contexto surgió también la posibilidad de violentar el artículo 129, mediante el cual habría la posibilidad de reprimir manifestaciones sociales, con lo que se cancelarían automáticamente las garantías sociales y, con ello, el ya débil estado de Derecho prevaleciente en México.

Lo que es más recomendable para el Estado mexicano, por ahora distraído con otras ocupaciones, debería ser más bien incrementar los fondos económicos en la educación y fomentar los empleos. Esta sería la mejor manera de propiciar la tranquilidad en el país.

Nada altera más a una población que la ausencia de recursos financieros y que sufre a causa de la falta del empleo. Este no necesariamente tiene que ser subsanado por empresas del extranjero, porque en México se pueden instaurar acciones para otorgar empleo a miles de personas.

En la medida, entonces, que haya empleo para las familias y que los hijos tengan acceso a la educación escolarizada, entonces los problemas serán menores. Pero de ninguna manera sería recomendable que en lugar de poner en práctica el fomento al empleo y a la educación, incrementar en contraparte los recursos para contratar a más miembros de las fuerzas armadas o destinar más apoyos hacia programas de seguridad que, finalmente, operan paradójicamente en perjuicio de lo que se pretende combatir.

Es necesario trabajar con mayor inteligencia y astucia. Pero no con acciones que propicien un mayor deterioro del país.

Y hasta la próxima.

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