Por: Héctor Saldierna
La derrota del Partido Revolucionario Institucional en Veracruz es consecuencia de una serie de factores y cuya hegemonía fue rota luego de 86 años. Se ha querido conceptualizar que se terminó un hartazgo de varias décadas, pero no es así en realidad. En su pasado, Veracruz ha tenido buenos, malos y excelentes gobernadores, pero ninguno llegó a los excesos cometidos durante los últimos 13 años.
Y digo 13 porque el último año de Miguel Alemán se marcó con un sabor agridulce de un préstamo de 4 mil millones de pesos aprobado por el Congreso y que virtualmente significó el arranque irrefrenable de adeudos que ahora fácilmente rebasan los 100 mil millones de pesos, pero sin obras de infraestructura que validen el progreso de la entidad.
Al contrario, son ahora miles de empresas que sufren por su existencia al no disponer de efectivo y el clamor permanente de pensionados y jubilados que observan con temor las quincenas ante la posibilidad que no les llegue el recurso oportunamente. Veracruz vive un escenario que jamás se pensó.
Por eso es que en las elecciones del 5 de junio los veracruzanos votaron por un cambio, sin importar quién fuese el recipendiario del beneficio. Lo importante y trascendente era borrar del mapa a una organización partidista.
Esto, sin embargo, constituye también un fuerte mensaje hacia la elección presidencial de 2018 en virtud que el Estado de Veracruz es el tercero más importante en materia del padrón electoral, tan sólo por debajo del Estado de México y la ciudad de México. Sería el fiel de la balanza en la búsqueda presidencial y en cuya elección el PRI ya está escribiendo desde ahora su destino.
Luego de 12 años de panismo en la república, el PRI logró recuperar la máxima posición, pero desde su llegada en 2012 parece empeñado en no mantenerlo y su apuesta únicamente es para seis años, con el riesgo latente de no concluir por el escenario que ha ido fraguando de desafortunadas decisiones.
Podría decirse técnicamente que el sexenio de Peña Nieto terminó prematuramente. Primero con la masacre de Ayotzinapa en Guerrero y cuya herida sigue latente y dolorosa, sin que haya habido conclusiones contundentes para su aclaración. Hay más dudas cada día más que certezas. Y luego la denuncia de la Casa Blanca, que siendo mandatorio de otra nación, fácilmente tendría que haber dimitido.
El presidente de Guatemala, con mucho menos, fue enviado a la cárcel. Nos dieron una gran lección cívica y, en ese sentido, poco se ha aprendido en México.
MORENA, LA REVELACION
Sin duda alguna, el candidato de Morena, Cuitláhuac García, fue la gran revelación. Sí fue el caballo negro, pero no le alcanzó. De acuerdo al dictamen oficial quedó en el tercer lugar, con el 26 por ciento de la votación, mientras que Héctor Yunes, del PRI, quedó con el 31 por ciento y Miguel Angel Yunes Linares, del PAN-PRD, con el 34 por ciento. Teóricamente no existen razones para que el asunto se vaya a tribunales porque fue la ciudadanía la que decidió y manifestó su hartazgo.
La encomienda al nuevo gobernante será muy difícil y para otorgar credibilidad a su efímera gestión tendrá que cumplir escrupulosamente con sus promesas. La principal y reiterada tiene que ver con la aprehensión de Duarte. Se podría tener la excusa que ello es responsabilidad de otra instancia y nos remitiríamos también a la experiencia del Bronco en Nuevo León, el cual no ha podido hacer válida su principal promesa, que sigue siendo la eficaz herramienta de persuasión a quienes se dedican a la actividad profesional de la política.
Al margen de esta promesa, se encuentra también la promesa de reactivación económica, de pagar a miles y miles de adeudos en la representación de todo tipo de proveedores, desde vendedores de flores hasta proveedores de computadoras y de servicios. Además de regular el pago a los pensionados, lograr la viabilidad del IPE y que la Universidad Veracruzana, máxima expresión de la educación superior en el país, reciba el dinero que le corresponde por ley y por derecho.
Es decir, el nuevo gobernador de Veracruz tiene mucho trabajo. En principio levantar a un estado a nivel de inanición y que se encuentra en la sala de terapia intensiva. Por doquier, por donde voltés, con quién platiques, existe una reiterada queja y amargura sobre las malograda finanzas del Estado y el estado crítico financiero en que se encuentran miles de empresas que también no son capaces de cubrir las necesidades de sus propios proveedores.
Y a nivel federal se marca esa pauta. Porque con el afán de destruir a empresas paraestatales, se están llevando entre los pies a millones de personas físicas y morales que dependen de sus actividades financieras. El país está hecho un desastre, sin rumbo fijo y parece que México fuese un pequeño barco en medio del altamar, sin brújula y en medio de una fuerte tormenta.
Mientras tanto, los “servidores públicos” siguen haciendo de las suyas. Prosiguen con sus planes a como de lugar, de instrumentar sus reformas estructurales que tanto daño han hecho a la plantilla laboral del país. Como dice el refrán, “ven la tormenta y no se hincan”.
El secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño, sigue empecinado en encajar sus reformas ante una población magisterial encendida. No logra advertir el nivel de rechazo y, en cualquier momento, podría incendiarse el país ante la obstinada y cerrada actitud de parte de las autoridades federales, cuya objetivo fundamental es avanzar en sus planes aviesos y poco apegados al beneficio de la nación.
Y hasta la próxima.
EfACICO 