por Gonzalo López Barradas
Todavía no surge el amigo que grite: ¡Ya basta de injurias y difamaciones…! Nadie lo defiende.
Ya es hora de que algún colaborador, de los muchos que ha tenido y tiene Javier Duarte de Ochoa durante su gobierno, salga a decir eso, sencillamente: ¡basta de insultos, injurias y ataques a Duarte!
Ningún exgobernador ha sido atacado tanto por tantos en tan poco tiempo. Ninguno ha sido culpado tan grave e impunemente de todos los males del estado. Ninguno ha merecido más poco respecto a su investidura, aun por parte de otros exgobernadores, que Duarte. De chismes y calumnias contra él se han nutrido algunos columnistas engendrados aparentemente para eso, para insultarlo.
Antiguos lacayos se han puesto hoy los mantos de gladiadores y se lanzan a la arena a combatir con gran valor a un león derrotado. No ha habido día, ni hubo en las campañas políticas recientes, que no se diga y se dijera algo ofensivo, desde las borracheras que se ha puesto y que lo han llevado a los hospitales, de las cuentas bancarias y edificios y departamentos y ranchos con caballos finos que tiene en España y Estados Unidos e Italia. De la golpiza a los viejitos pensionados, del robo a la Universidad Veracruzana y al Instituto de Pensiones y de las empresas fantasmas que recientemente se le descubrieron la enorme deuda económica, de seguridad, política y social que va a dejar al nuevo gobernador incluyendo las 22 denuncias de la Auditoria Superior de la Federación por aproximadamente 35 mil millones de pesos… etcétera. Lo que quisiéramos saber es ¿dónde están los amigos de Duarte?
¿Habrá sido tan definitivamente malo su régimen para que no se levente ninguna voz en su defensa?
Alguien tendrá que encontrar por ahí si hubo apertura en la información periodística, la impresa, la radiotelevisada y electrónica aunque se hayan asesinado a más de 15 periodistas y un gran número de ellos, desaparecidos, eso por lo que respecta a nuestro oficio. En cuanto a otras actividades, alguien que levante la mano para decir: “a mí me consta que Duarte alentó al trabajo, ofreció más oportunidades, abrió posibilidades de progreso, generó empleos, construyó puentes, hospitales, carreteras y llenó a los hospitales de medicinas y no robó, como dicen…”.
Cada quien podría decir hoy lo suyo positivo, si no se dejara arrastrar por esta corriente caudalosa de insultos tolerados, no contestados, admitidos.
El desastre económico. ¿Dónde están hoy sus colaboradores en materia de finanzas y de economía? ¿Dónde está Tomás Ruiz, Salvador Manzur Díaz, Carlos Aguirre Morales, Fernando Charleston Hernández, Mauricio Audirac y el actual secretario de Finanzas, Antonio Gómez Pelegrin. ¿Dónde que no puedan explicar que no fue culpa, por lo menos no completamente suya, todo lo calificado hoy como “el saqueo a Veracruz”.
Estos que fueron, durante su régimen, funcionarios de finanzas y la economía, ¿no podrían hoy revivir las circunstancias en que tal saqueo a Veracruz se produjo?
¿Dónde está la afamada ‘madame’ “mano de metate”, Gina Domínguez?, Sí, esa que ostentando el cargo de directora de Comunicación Social se hizo millonaria en negocios con empresarios periodísticos engañando a Duarte para saquear el erario de los veracruzanos. Que levante la voz para defenderlo.
Duarte ha intentado defenderse solo, escuchando los consejos de unos pésimos asesores en materia política y financiera. La prueba más reciente fue cuando, después de haber perdido la elección para gobernador dejando entrar a Palacio de Gobierno al PAN y PRD, dijo públicamente que eran tiempos de conciliación y de perdón, sin embargo, dos días después, sus consejeros le pidieron que grabara un video en el cual debería decir lo contrario. Demostró con ello su miseria ideológica con un mensaje dirigido quién sabe a quién porque planteó en profundidad humana el drama que está viviendo en estos días porque ya se acerca la hora y la fecha, el mismo que han sufrido los poderosos cuando están a punto de dejar el poder. En este mensaje no se vio la lucidez inteligente ni la aguda comprensión. Mensaje que se notó nutrido en el marco manoseado y que es candidato para incorporarse al archivo histórico de basura.
Hasta las murallas que en su momento se supusieron levantadas para defender ante la opinión pública el prestigio del gobernador que está a punto de irse, han permanecido silenciosas, complacientes, indiferentes a su propia razón de ser.
Cuando Duarte se va quedando solo, libre cada vez más de quienes tanto daño le hicieron, crece, en cierta forma, algo de simpatía y compasión por él. Tal vez lo que más le reprocharíamos, entre errores de su sexenio, fue el mal tino en la elección de casi todos sus amigos. Aunque la mayoría de ellos se los impusieron de mala leche.
Hoy, sólo le queda gritar a los cuatro vientos: ¡Oh!, y ¿ahora quién podrá defenderme? Pues no será el Chapulín Colorado, porque ya murió…
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EfACICO 