
Hace veinte días los veracruzanos salieron a votar. Fue en una elección de tercios, sin embargo, las reglas escritas del juego indican que el ganador se alza con la victoria así sea por un solo voto de diferencia sobre su más cercano perseguidor.
La medida básica, indivisible, es el voto. Una papeleta hace a un contendiente ganador y a otro perdedor.
La sociedad espera que su participación se agote una vez depositado el voto en la urna. Y sigue su vida ordinaria esperando que quien gobierne lo haga con responsabilidad, inteligencia y honestidad.
Más lo actores políticos traen otro chip, se apegan a otro guion. Para éstos, la siguiente elección empezó el 6 de junio, el día después de la votación que arrojó un gobernador y 50 diputados locales.
Miguel Ángel Yunes Linares no ha bajado la cortina proselitista. El frenesí de la victoria trabajada por décadas lo empuja inercialmente a seguir en el camino discursivo que lo llevó al triunfo: encarcelar a Javier Duarte.
Faltan cinco meses para que proteste como el gobernante número 77 en la historia de Veracruz y el tercer gobernador constitucional electo por voto directo en el siglo veintiuno y sigue como un general garciamarquiano campeando por el estado, remachando en la conciencia colectiva su ofrecimiento madre: encarcelar a su antecesor.
El eje del discurso es una moneda invaluable en estos tiempos sombríos de inseguridad, desempleo, pobreza y falta de oportunidades ante el enriquecimiento de un grupúsculo a costa del empobrecimiento de la mayoría.
Y ese valor discursivo le alcanzará para llegar al 1 de diciembre, donde la moneda de cambio podrá devaluarse o sobrevaluarse, en proporción directa a las acciones u omisiones del propio Miguel Ángel Yunes Linares.
Los adversarios otean desde el seis de junio que los dos años del gobierno yunista azul serán dos años de campaña agitando el cencerro de la democracia, basada en el castigo a los ladrones, que bien administrados en asustar con el petate del muerto, pudieran alcanzarle para dejar un sucesor sexenal.
Ahí está la verdadera apuesta de Miguel Ángel Yunes.
Habrá que analizar las circunstancias que pudiera prohijar a un actor que en este proceso electoral pasado fue inflado con la levadura del descontento social: Morena.
… historias al vuelo.
Lo vi pasar. Los pasos rítmicos, acompasados. Una estampa orgullosa, opuesta a la visión que todos tenemos de él.
Vestía una camisa blanca, luida de tanto lavarse y secarse al sol costeño, picante y ácido; eso sí, con la limpieza aséptica que genera la pobreza digna. Los pantalones negros, opacos, carcomidos por el sol, iban ceñidos por un cinturón corriente. Los zapatos eran carcasa de una grandeza ida de aparador de vidriera, que ya habían caminado su tiempo de esplendor.
El cabello untado de Wildroot, un ungüento acondicionador ochentero que acuerpaba una melena risada de quinceañero, pese a que el personaje frisa la sexta década.
Lo vi e inmediatamente pensé, a botepronto, en rendirle un homenaje anónimo, cargado de una admiración sincera, honesta.
Nunca hemos estrechado diestras. Jamás nos hemos saludado. No ha habido horas de cantina ni oportunidad de invitarle un whisky. Nada. He sido invisible para él.
Me sentí ruin cuando lo vi pasar en la acera de enfrente, en Lafragua e Ignacio de la llave. Yo comiendo una ensalada de caracol escanciada con cervezas y él, con una bandolera cruzándole el pecho, feliz, pleno, orgulloso, como salido de una fiesta infantil cargado de golosinas.
Renegué de la Universidad. En su mundo de empirismo, él ha sobrevivido a la aldea global de Mc Luhan, a las redes sociales, al reporteo cibernético, a la dictadura de lo inmediato, al reinado de lo efímero.
Es arquetipo de la adaptación los nuevos tiempos. Ha sabido moverse en esta transición vertiginosa, se las ha apañado para proveer su mesa cada día, aún a costa de sus limitaciones que son virtudes en esta crudeza diaria.
Nunca he a averiguado su nombre, craso error de reportero novicio.
Sólo se que le dicen ‘El villano reventón’, en alusión al bigotón que rompía las bombas de los niños en un comercial del chicle Futy Gom.
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