
Cuando una familia tiene recursos económicos para cubrir sus necesidades elementales está feliz y contenta. Igual le sucede a un país cuando a la mayoría de sus habitantes posee los elementos suficientes para llevar una vida digna y satisfactoria. No es el caso de México desafortunadamente que año tras año, sigue en caída libre y con un deterioro evidente de la economía de la inmensa mayoría.
A pesar que México es un país rico en recursos naturales y con la posibilidad de ofrecer condiciones de vida satisfactorias, habida cuenta que se trata de la décima economía mundial, todo parece indicar en la práctica que no es así.
Mucho tiene que ver la clase gobernante en esta triste situación, a la que el mismo Peña Nieto calificó de “mal humor social” y que manifiesta una irritación que cada día se incrementa en mayor medida.
Mucho tiene que ver el modelo económico que tiene el país y que desde la llegada de Carlos Salinas al gobierno desde 1988, las políticas públicas no sólo han sido desafortunadas, sino que el crecimiento anual no rebasa ni siquiera el 3 por ciento, lo que puede ser calificado de un mediocre desempeño.
A pesar que la experiencia indica que este paradigma económico no es el más conveniente, los gobiernos subsiguientes lo han seguido haciendo sin rubor alguno. Como sí obedecieran un mandato, una orden sin discusión, la siguen practicando a “pie juntillas”. No hay poder humano que los haga hacer todo lo contrario.
De nada sirvió la transición con el PAN, porque Fox y Calderón hicieron más de lo mismo. Fueron fieles seguidores del Consenso de Washington, como se le conoce a este tipo de políticas públicas en cuyas partes torales han querido arrebatar al Estado sus acciones sustantivas.
Los promocionadores de estas políticas pretenden disfrazar el discurso a través de que los tiempos cambian y que nada es igual. Eso es cierto y es un viejo concepto manejado desde los tiempos de los clásicos griegos y que Heráclito señalaba que todo cambiaba en un instante.
Lo que no cambia, sin embargo, son las buenas políticas hacia el pueblo y cuando éstas no existen, entonces sólo es un grupúsculo el que se enriquece, el que maneja las leyes a su modo y realiza los planes gubernamentales a discreción para que todas las ganancias y utilidades queden tan sólo en unas cuentas familias, como ahora ocurre en México.
MEXICO EXPLOSIVO
Para nadie es un secreto que México está en llamas. Por todas partes el barco hace agua y desde la esfera oficial no están enterados. No saben que en varias entidades de la república existe mucho descontento y que la economía no es suficiente para cubrir sus grandes necesidades, a consecuencia de la falta de empleos y de oportunidades laborales.
A todo ello, hay que agregar la elevadísima corrupción de parte de los gobernantes en turno y en cuyas pervertidas acciones han saqueado las finanzas estatales con lo que dejan de pagar a los contratistas y proveedores, agudizando la ausencia de liquidez para millones de personas.
Ejemplos son varios y el más emblemático es el de Veracruz, con Javier duarte y también el de Quintana Roo, con Borge. Pero en esta carrera de desfachatez no se queda atrás otro Duarte, el de Chihuahua,
Es un coctel explosivo que a la falta de oportunidades de trabajo, también se suma la corrupción en su más elevada expresión. Si el mensaje es de impunidad y no existe castigo, entonces hay que prepararse para escenarios inéditos en el futuro muy próximo.
Hasta el momento la administración federal no ha dicho nada. En su omisión parece que está en una posición de aceptación. Ni siquiera el viejo PRI permitía este tipo de situaciones y desde la llegada del PAN, entonces los gobernadores se transformaron en virreyes de sus entidades, con todo lo negativo que ello significa. No obstante, como que empezó a reaccionar y ya envío una acción de inconstitucionalidad ante la Suprema Corte en la que rechaza el blindaje de gobernadores abusivos y prepotentes.
Y hasta la próxima.

