Por: Héctor Saldierna

Carlos Slim, hasta hace poco el hombre más rico del mundo, empieza a enfrentar grandes problemas al reducir ostensiblemente sus ganancias a través de sus empresas, principalmente América Móvil. En 2015 experimentó una pérdida del 24 por ciento y ahora en el primer semestre del presente año, lleva pérdidas del 42 por ciento, lo que evidencia que se encuentra en un fuerte conflicto.
Lo que sucede con Carlos Slim es paradójico, como bien lo dijera el New York Times en un reportaje que la dedica a su imperio que nació bajo el cobijo del gobierno federal durante el sexenio de Carlos Salinas.
Corrían los primeros años de la década de los 90 y en pleno auge de Salinas, según cuentan, Rogonzinky, un funcionario de CSG, le hizo el ofrecimiento a Slim para que tomara a la empresa de Estado bajo el argumento que la hiciera muy competitiva.
La historia, desde luego, es muy conocida. Telmex no funcionaba mal como se pretende dar a conocer, sino que significó una gran oportunidad para que un empresario de la visión de Carlos Slim la hiciera crecer a niveles inconmensurables y con todo el respaldo de Estado, sin ninguna problemática de regulación y sin ningún obstáculo que le permitió, como cuchillo en mantequilla, proyectarse con enormes utilidades.
Mientras que en diversos países las tarifas telefónicas se encontraban en niveles bajos y justos para su público, en México el costo del servicio telefónico era muy elevado. Las demás naciones aplicaban ya descuentos importantes y habían beneficiado con una serie de ventajas para el consumidor entre las que se contaba la extinción de las llamadas de larga distancia.
Slim seguía gozando de todas las ventajas y nadie lo molestaba. Le iba bien con los del PRI y también con los del PAN. Sin embargo, cuando retoma el PRI el poder en 2012 entonces todo empezó a cambiar. Carlos Slim ya no era visto con buenos ojos de parte los dirigentes de los partidos políticos.
Algo sucedió que por vez primera en más de 25 años su imperio empezó a tener fisuras provenientes de las decisiones de los que mandan en el país. Se suscribió la reforma de Telecomunicaciones, con lo que empezaron a bajar el precio del servicio telefónico, que de hecho podría ser la única reforma que podría jactarse que cumplió con lo prometido.
A esto agregó también que podría facilitar toda su infraestructura a otras telefónicas y cableras por el concepto de empresa dominante, incluso hasta cederle a la trasnacional AT&AT su cableado para efectos de operación.
Por eso es que el imperio de Slim ahora se cimbra, no obstante que tuvo la visión de incursionar en el extranjero y que en Brasil tiene cautivo el mercado de la telefonía fija y móvil hasta en un 80 por ciento, así como en otros 17 países del continente americano.
Quién sabe qué razones o causas prevalecieron para que el gobierno de Enrique Peña castigase de esta manera al magnate mexicano que, definitivamente, seguirá experimentando una baja sensible en sus utilidades.
Hasta el momento Carlos Slim ha sido cauto y ha aguantado las embestidas provenientes desde las entrañas del poder, donde la tradición marca que cuando existe respaldo desde la cúpula oficial, los empresarios bendecidos experimentan grandes ventajas económicas y logran levantar imperios.
La historia, sin embargo, todavía no está escrita completamente. No debemos olvidar que Slim cuenta con un paquete accionario cercano al 13 por ciento en el New York Times, uno de los periódicos más influyentes en el mundo.
VUELVEN A LAS ANDADAS
A pocos días que el presidente Enrique Peña Nieto pidió un perdón público, se desata nuevamente un asunto que tiene que ver con los conflictos de interés. Cuando todavía no se recuperan de la Casa Blanca, ahora el periódico The Guardian, de Londres, hace una denuncia sobre un lujoso departamento en Miami prestado a la primera dama, Angélica Rivera, facilitado por el empresario Ricardo Pierdant, uno de los futuros contratistas en las obras portuarias de México. Desde Los Pinos ya se desmintió tal información y señalan que Pierdand no es contratista, lo que también afirma la información, pero también se revela en otra fuente que en 2014 ya le habían concedido un contrato de obra.
Lo cierto es que se trata de una raya más al tigre de la desconfianza y de la falta de credibilidad de los gobernantes y, en este caso específico, del huésped pasajero de Los Pinos, Enrique Peña, que cada día incrementa su desaprobación ante la opinión pública nacional.
Definitivamente, dicen los conocedores, ni manera de ayudarlo.
Y hasta la próxima.

