60 Segundos: * LA MENDICIDAD, AL ALZA EN NUESTRAS CALLES


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Los periódicos sólo sirven para
matar moscas y limpiar vidrios:
Rosario Robles Berlanga.

Por Raúl González Rivera

Lamentablemente, un hecho que se antepone a la ciudad capital, sede de los tres poderes estatales y por añadidura del mayor número de instituciones de enseñanza de todos los niveles escolares, es la mendicidad generada por la pobreza como sistema de vida público y, por supuesto, que la mala fortuna también agobia a los sin nada y que deben salir a la calle para demandar un mendrugo de pan y los dos y cinco pesos.
Sociólogos, psicólogos y estudiosos de la ciencia social siguen sin encontrarle la solución a un fenómeno que, conforme trasciende el tiempo, multiplica sus casos. Así, la fila de pedigüeños continúa acrecentándose, dando a la ciudad una imagen deplorable, por cuanto entraña a saber que los veracruzanos tienen un estado muy rico, pero que lastimosamente la mayoría de sus habitantes es pobre.
El compromiso de los políticos queda corto, porque nadie sabe qué hace el régimen en cualquiera de sus jerarquías burocráticas para paliar y contener el vasallaje que trae consigo la miseria de los más.
No es nada grato para el visitante que arriba a Xalapa, en la terminal de Caxa, prácticamente ser asaltado por los pedigüeños que inclusive han encontrado un rincón en sus instalaciones para demandar la ayuda, que llegue lo mismo a jovencitos menores a los 20 años de edad que a las mujeres de edad avanzada, que estiran la diestra en demanda de una moneda bajo diversos pretextos, desde el que quedó varado, sin poder continuar su viaje, como aquél que viene a la ciudad en pos de encontrar un «futuro mejor».

* A MÁS POLICÍAS,
MAYOR VIOLENCIA

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Por Raul González Rivera, egresado de la Facultad de Ciencias y Técnicas de la Comunicación de la Universidad Veracruzana
Por Raul González Rivera, egresado de la Facultad de Ciencias y Técnicas de la Comunicación de la Universidad Veracruzana

Pareciera una contradicción, pero ésta se da.
La violencia no encuentra término y, en cambio, se anuncian mayores refuerzos policiacos en las plazas donde la fuerza bruta se impone por encima de la razón.
Para cualquiera que camina por nuestras calles y ciudades, tiene que toparse de alguna forma con verdaderos ejércitos de elementos de seguridad pública, en aras de que la ciudadanía está confrontando serias consecuencias en su integridad personal, como en su patrimonio, lo que le tiene al borde del paroxismo.
Cuando el presidente Felipe Calderón Hinojosa inició su guerra contra la delincuencia en todas sus modalidades, igual, el cardenal de las fuerzas armadas de aquel entonces, diría que de ese momento en adelante la sociedad civil tendría que acostumbrarse a convivir con la violencia.
Al término del sexenio Calderonista se enlistaba la suma de doscientos mil víctimas mortales, diciéndose a su vez que eran más muertos que todos los ocurridos en la guerra de Irak, que había estallado durante la administración estadounidense de George Bush junior.
Empero, la herencia la habría de recibir y continuar el sexenio priista, lo que a propios y ajenos mantiene con el Jesús en los labios las 24 horas, ya que la violencia encara nuevas aristas mucho más radicales y en extremo se afectan vidas inútilmente de gente buena, mayores de edad, niñas y niños. Y la secuela como una maldición pareciera no terminar.
La gente busca cómo entretenerse, pero no sonríe tan fácilmente. Son días de horror, de miedo, que provoca la inseguridad a cualquiera y que no encuentra cómo superarla. El blindaje contra los males que propician los hombres sólo lo ostentan poderosos financieros, empresarios y los políticos.
El estado como institución tiene el deber y la obligación de velar –entre sus tantas tareas– por la seguridad de todos sus gobernados, pero la cuesta arriba que pareciera tener que cubrir el poder público se hace inmensamente larga, compleja y difícil, porque el crimen a mansalva, el asesinato colectivo y la extorsión y el secuestro, contrarían a las tantas políticas institucionales empleadas en su contra, como confunde necesariamente, cuando los convoyes de cuerpos policiacos son numerosos, corren por nuestras calles a gran velocidad, portando armamento sofisticado, que también paga irremediablemente el común de los contribuyentes, pero que en la ciudadanía ya no causa el impacto que impuso en su arranque, fecha histórica en que nadie se atrevería siquiera a considerar que fuera a avistar todo cuanto está sucediendo en nuestras ciudades.
El ulular de las sirenas de las patrullas policiacas y las ambulancias y los demás cuerpos de seguridad y atención ciudadana, enervan a cualquiera que aspira a tener días como fueron en un ayer que pareciera estar muy lejano, no imposibles, porque el mismo sistema gobernante los pudo brindar con plenitud a sus gobernados. Ya no se pregunta nadie qué pasó, en dónde ocurrió el hecho, y sus consecuencias son menos atractivas para nadie.
Los medios impresos, ídem, dejaron hace mucho de narrar todo cuanto sucede en el ámbito de la violencia y cuando a generaciones les pidieron sus progenitores que leyeran los diarios para estar actualizados en lo que acontecía en su ciudad, amén de la exigencia de hacerlo, porque el periódico, igual, ayudaba a conformar el manejo de un idioma con corrección en su escritura, hoy lamentablemente no sucede así, los medios son puestos a distancia de los menores edad, sobre todo; los adolescentes no leen y los jóvenes entre 20 y 40 años dejaron de hacerlo.

* HECES FECALES DE CANES,
EN LAS CALLES DE XALAPA

El mensaje seguramente no llega a los grandes núcleos de la población, o bien los dueños de canes callejeros persisten en mantener una imagen citadina repleta de heces fecales sin que nadie las retire.
Es obvio que los trabajadores de la limpia pública no son los indicados para recogerlas. Tampoco los trabajadores de parques y jardines, menos aun los regidores y funcionarios administrativos.
Hay mucha promoción dirigida institucionalmente para que la sociedad adopte un perro o un gato. Se realizan ferias y jornadas en los parques públicos con esa mira, pero a la postre los animalitos suelen defecar sobre las arterias públicas de la capital, pero la complacencia de sus dueños y las autoridades comienza cuando se permite tal atentado a la salud pública, sin siquiera anunciar alguna medida restrictiva o de salud pública.
Semanalmente, en la plaza comercial más sofisticada de la ciudad, hay un establecimiento que difunde una mañana de adopciones de canes que antes fueron callejeros, que los recogen personas de buena voluntad, los bañan, los alimentan y los ofertan incurriendo necesariamente en un círculo vicioso, ya que las mencionadas mascotas vuelven a contar con un hogar, pero ocurre que igualmente sus amos las vuelven a echar a la calle.
Un instructivo que oriente a los dueños de esos canes sobre cuál debe ser su comportamiento ante los mismos, no lo hay, sino todo lo contrario, los perritos y gatos se condicionan a lo que el destino les depare, el cual seguramente suele ser tan incierto como que muchos de ellos son devueltos a la arteria pública, con el menosprecio de sus amos, sin gozar de alimento seguro ni cobijo que le brinde la protección de rigor, frente a las inclemencias del tiempo.
Deplorable estado de cosas que se multiplica con el mundillo de heces fecales abandonadas en las calles y avenidas y parques públicos, provocando verdaderos focos de contaminación del ambiente, como también de imagen que se propicia de una ciudad como es Xalapa, bautizada por los políticos de ser la Atenas veracruzana. El manejo y cuidado de mascotas seguramente forma parte de ese legado que el grueso de la sociedad sigue sin entender, porque se dejan de mantener en condiciones óptimas los criaderos y moradas de numerosos canes, que a la hora buena los más dejan en completo abandono.

 

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