
El reality-show estaría, digamos, en el diputado Rodrigo García Escalante trepando como “El hombre mosca” de escaño en escaño, arañándose de los asientos para evitar un tropezón, huyendo del tumulto como si persiguiera vacas en el rancho familiar en Pánuco, o como un Porky librando la batalla en el salón de clases, para alcanzar el objetivo lo más pronto posible.
Y/o quizá en el diputado Juan Manuel de Unanue llegando al Congreso para rendir protesta, como los otros 49 restantes, de la mano, manita sudada dirían en el rancho, de su pareja, su Barbie.
Y/o acaso en el diputado Polo Deschamps, quien nostálgico de cuando lo llevaban al kínder y a la primaria y a la secundaria, llegó al Palacio Legislativo con su mami y abuelita, porque, ya lo cacareó el DIF en el siglo pasado, también Chedraui, “la familia es primero”.
Y/o en la rectora de la Universidad Veracruzana, Sara Ladrón, quien luciendo sus dos collares en el pecho colgados del cuello, vestido azul (casi casi azul PAN, la nueva ideología dominante en Veracruz) con bolitas blancas, abrigo blanco (incoloro, sin partido, ángel de la pureza, cotón de arzobispo), estuvo en primera fila, apostando al futuro inmediato que llegará el primero de diciembre.
Error. Error absoluto.
La noticia estelar se arrinconó en otro lado, ahí donde el carga-maletas de Pepe Mancha, el presidente del CDE del PAN, diputado Sergio Hernández, estrenaba su nueva risa. La risa del poder legislativo. La risa estruendosa, doble sandía, vaya, del nuevo jefe máximo, casi casi el heredero del profe y cacique, Juan Nicolás Callejas Arroyo.
La carcajada como tambor batiente, encorvado pa’lante, de lado, la nariz como pico filoso de águila volando tras la presa, el antiguo carga-maletas era festinado, quizá por una ocurrencia, un chiste, un cuento colorado, por otros diputados, todos juniors.
Entre ellos, Rodrigo García Escalante, Bingen Rementería y Polo Deschamps, todos azules, y el priista Vicente Benítez, “El señor de las maletas voladoras”, “El profe de las tangas eróticas”, cuya habilidad diplomática para controlar las neuronas de Javier Duarte consistía, en efecto, en carcajearse más que todos y tirar incienso al góber prófugo de la justicia por cualquier pendejada que decía.
Ahí estuvo la clave.
Si con Fidel Herrera Beltrán hubo “Niños fieles” y que con Javier Duarte mudaron a “Niños infieles” (dicho por el mismo góber fogoso), ahora los “Niños fresas” al poder, quienes reprobarían un examen geográfico sobre Veracruz, digamos, y solo como ejemplito, la ubicación de las nueve regiones indígenas del estado jarocho, el rincón mundial con la fama de tener la clase política más corrupta en la historia de la Auditoría Superior de la Federación.
EL QUE LLORA… DEJA DE MAMAR
Sonó el banderazo de salida y comenzó la LXIV Legislatura.
El cronista Suetonio en “Los doce césares” cuenta que a los diputados de entonces les llamaban “Los conscriptos de la patria” porque solían desgarrarse las vestiduras en
nombre del pueblo a quienes cada César entretenía en el estadio con gladiadores luchando contra tigres y leones feroces, y luego, matándose entre sí.
Mal inicio para los diputados de Morena. Primero, se emberrincharon cuando el PRIAN (así le llama AMLO, el líder que bautizó a su rancho en Chiapas con el nombre de “La chingada”) los dejó fuera de la presidencia y la vicepresidencia de la Mesa Directiva.
Y luego enseguida, otro error, abandonaron el recinto, incapaces de haber integrado desde antes un bloque legislativo.
Ya el PRI, con Vicente Benítez González y Juan Manuel del Castillo, el tesorero de SEFIPLAN que enloquecido con la impunidad duartista, intentó desaparecer el pago a los pensionados, les ganó la partida.
Y así, impusieron a la diputada Regina Vázquez Saut como secretaria.
Y ellos, no obstante los escaños, ni pa’atrás ni pa’lante, niños llorando porque les ganaron la mamila, y si son incapaces de defender con entereza los sufragios ganados en las urnas, entonces, que el dios tabasqueño los compadezca.
Mal hecho, aun cuando confiaron en la alegoría del niño que llora… para mamar.
PATERNALISMO RADIANTE
José López Portillo siempre alardeó del “orgullo de mi nepotismo” con su hijo José Ramón.
Y como la historia suele repetirse como tragedia o comedia, el paternalismo debutó de nuevo en el Congreso.
El ex diputado y ex alcalde y ex coordinador de Centros SCT, futuro, dicen, secretario de Infraestructura y Obra Pública, Julen Rementería del Puerto, llevando de la mano a su hijito Bingen para tomar posesión de la curul y, desde luego, para la asesoría vía mensaje en la primera sesión.
Bingen, el hijo, con el cabello güero. Julen, el padre, con el cabello canoso.
Bingen, parejito, rozagante, el copete en la frente. Julen, las entradas de la calvicie creciendo en tierra fértil.
Atrás de ellos, unas Barbies. Las barbies de la LXIV Legislatura… que en cada Congreso suelen aparecer.
El ex diputado, ex presidente municipal, dos veces Contralor, ideólogo alemanista, fidelista, duartista y yunista, Ricardo García Guzmán, el papá de los Porkies de Xalapa, el cacique huasteco, capaz de lanzar bombas molotov en la madrugada frente a las casas de sus enemigos, al lado de su hijito Rodrigo García Escalante, quien fuera gerente general de una tiendita del ISSSTE en el centro de la república.
En un rincón curulesco (de curul), Juan Manuel del Castillo, el diputado de Javier Duarte, solito, lejos de la algarabía y la romería, sin Barbie que lo pelara. En corbata roja color duartiano y color de un partido desprestigiado, en la lona, noqueado en el ring.
El ceño fruncido, la mirada a la defensiva y contraofensiva, rumiando, solo, solito, fue, digamos, un apestadito, y solo al ratito, por ahí, de pesadita, Vicente Benítez le dio un abracito para amainar la soledad, cuando, quizá, bien pudo reinventarse en la frase de Montaigne para quien el ser humano ha de crearse y/o recrearse un mundo a la medida a partir de que en el mundo inmediato se sienta uno desplazado y/o relegado.
DE GUATEMALA A GUATEPIOR…
Más canoso, más envejecido, más solo que nunca, Gerardo Buganza Salmerón, “El Bugy”, llegó a su curul, no obstante que sus apologistas juraban y perjuraban que mejor se estrenaría como productor de leche de cabra en su ranchito en la región de Córdoba.
Un ratito, de pasadita, platicó con Sergio Hernández, el coordinador de la bancada del PAN, su antiguo partido donde fuera legislador federal fast track, y cuando el dedazo presidencial lo desfavoreciera se emberrinchó y desertó para jamás volver, y que por cierto nunca fue el deseo de Gustavo Adolfo Bécquer con sus golondrinas churriguerescas.
Hubo un ratito en que el diputado Bingen Rementería quedo solito. Posando como un muñequito de aparador en plaza comercial en los Campos Elíseos. Delgadito y finito. Absorto, pensando en el limbo, quizá como Robert Redford cuando en la película “El candidato”, 1972, gana la elección presidencial en Estados Unidos y angustiado le lanza la siguiente pregunta a su asesor:
“¿Y ahora… qué hago?”.
Y quienes, además, también equivocaron la estrategia fueron los 13 diputados de Morena, con su líder camaral, Amado Cruz Malpica.
De pronto, cuando la PGR rastrea el escondite (dice) de Javier Duarte, sacaron sus bambalinas (ellos de Morena) de color amarillo, color PRD, con las siguientes leyendas:
“¡Rateros, devuelvan lo robado!”.
“¡Justicia, Duarte, a la cárcel!”.
Ellos abandonaron el Congreso y un trío de mujeres, ninguna “Morenaza”, tomó el mando. María Elisa Manterola y Dulce María García López, del PAN, y Regina Vázquez Saut, del PRI.
Como quien, el PRI de Andrés Manuel López Obrador, y que de significar la característica en los próximos 24 meses, solo restará exclamar que “salimos de Guatemala… para entrar a ‘guatepior’’.

