Desde el rincón: Castro, el bueno y el malo


cubanospor Celia Rosado Romero

por Celia Rosado, egresada de la Facultad de Ciencias y Técnicas de la Comunicacion de la Universidad Veracruzana
por Celia Rosado, egresada de la Facultad de Ciencias y Técnicas de la Comunicacion de la Universidad Veracruzana

Un acontecimiento a marcar historia en el 2016, fue la muerte de Fidel Castro. Icono de la revolución cubana. Su figura perdurará en la historia de esa isla caribeña.
Para cuando Fidel Castro inicia sus cinco décadas en el poder, lo que llevará a Cuba a un cambio drástico en su vida política económica y social, la generación de los mexicanos se unió en su sentir. Eran los años de los sesentas y él enarboló la bandera de la democracia y la justicia social; época cuando los cubanos recibían las migajas de los estadunidenses, convirtiendo su nación en su patio trasero, desfogando todo lo no permitido en su país.
Otro, de los enfoques de su movimiento, fue lanzarse a liberar al pueblo cubano de un presidente, Batista, cuyos excesos eran conocidos. Los desmanes del dictador provocaron mayo el empobrecimiento de la población, acentuando la desigualdad de clases: unos ricos y exceso de pobres.
Toda una historia que arrastra Fidel Castro hasta noviembre (2016) al fallecer. A partir de ese día los comentarios vertidos en infinidad de texto, relatan todo lo acontecido en las pasadas décadas, al describir lo bueno y lo malo de un sistema impuesto con mano férrea, unos lo llaman dictador y otros libertador.
El Estado sería, a partir del triunfo de la revolución, el rector de la vida de los millones de isleños. Nada escapó al régimen castrista. Hoy lloran los que vivieron ese tiempo contando los beneficios recibidos, especialmente en educación y salud, dejando fuera los casinos y casas de prostitución. La sociedad retomó su cauce familiar.
Los aires del mar del Caribe, le dio a la sociedad la bienvenida. El buscó mejorar su calidad de vida, abriendo los brazos a los que le dieron la oportunidad de erigirse en su líder, y él les brindó la ocasión de crecer en el campo y en la ciudad.
Se volcaron en la Habana, los que no tenían un hogar, al ser repartidos los extranjeros dejando edificaciones vacías, que actualmente los viven, sin costo alguno, los nativos. Los jóvenes ingresaron a la escuela y el analfabetismo desapareció, los hospitales proliferaron atendidos con médicos egresados de sus universidades, dando prestigio mundial a la investigación.
Pero, siempre existe un pero.
Narro, no lo que me contaron, sino lo que viví en la visita a esa isla, este año, que los mexicanos de los sesentas soñaban en conocer y que algunos estudiantes se ofrecieron, apoyando a otros, en los cañaverales e ir de la mano de los cubanos en la tarea de reconstruir su país.
Toque en suerte estar en el momento de arribo de Barack Obama en su visita. Hoy la expectativa para salir del bloqueo económico se encuentra en peligro con el arribo a la presidencia de Donald Trump. La perspectiva para los cubanos será redireccionada, ante el discurso del dueño de la Casa Blanca. La esperanza de algunos de abrirse al mundo, cambio, ante el posicionamiento del nuevo líder norteamericano.
La Habana Vieja, casco antiguo declarada Patrimonio de la Humanidad, lucía limpia. Se admira sus edificios de una arquitectura colonial mezclada de estilos y culturas que van desde el griego, italiano, español, árabe, así como, sus fortificaciones que los protegían de los ataques de piratas, y posteriormente de posibles arribo de naves extranjeras.
Sus avenidas empedradas con recovecos y callejones que dan salida a plazuelas sin un corte regular, recuerdan a los callejones de la ciudad de Guanajuato. La diferencia estriba en que los edificios habitados mostraban deterioro al no tener el financiamiento para conservarlos. Las escaleras con sus desperfectos apenas son seguras para ingresar a niveles superiores. La pobreza asoma a las calles.
En las ventanas de las casas se venden tortas a un “dólar” cubano, moneda que sólo pueden utilizar los extranjeros, permitiendo tener acceso a diversidad de alimentos, prohibitivos a los lugareños. Ellos tienen otro sistema monetario.
A los isleños, los salarios han obligado a buscar otra forma de ingreso. El contraste de lo que gana un empleado o profesional es cinco veces menor, al que conduce un taxi para transportar a los habitantes, como a los turistas.
Una anécdota es ejemplo de ello.
Un ingeniero propietario de un taxi alquilado por día, comenta “somos profesional y mis hijos también pero lo que se gana no es suficiente, me conviene más ser conductor de mi taxi, y a mis hijos también que ejercer la profesión”
Él explica su perspectiva de la revolución, la que vivió y participó en ella, convencido de que estarían mejor: “siento desilusión ya que estaba mejor antes de la revolución trabajando en mi profesión que después, tanto que deje de ser catedrático de la facultad de Ingeniería, y abandone el empleo que me dio el Gobierno y mejor me convertí en taxista. No pensé que el futuro fuera así”.
Mi respuesta, pero tiene educación. Responde: “si efectivamente nos dieron la oportunidad de ser ingenieros, médicos, abogados y todo lo que quieras, pero no un trabajo bien pagado y ahora sobran profesionales trabajando en otra cosa, como yo y mis hijos”
¿Y el servicio médico?, “si pero no es bueno para nosotros, si para los que vienen del extranjero que pagan mucho por los servicios”. Me recordó a las expresiones de los afiliados al IMSS.
Una lamentación que anexa “además nos dieron enseñanza, pero no educación. Los buenos modales que los a viejos nos dieron, ahora los jóvenes, producto de la revolución, no la tiene”.
Asistí a una tienda en el centro histórico de la Vieja Habana y los anaqueles mostraban escasos productos, consumidos por los cubanos. Los precios no son accesibles si consideramos los salarios, por ello, un lugareño me preguntó “te sobra jabón, champú, crema, desodorante, que me regales antes de que te vayas”. Replique pero están ya abierto, no son nuevos, contestó “no importa”
Esa petición también la recibí en el hotel de parte de una camarera, la que platicó “para mi cumpleaños (50) mis hijos juntaron dinero para llevarme a comer a un restaurante con show muy bonito”,. Al que yo estuviera la noche anterior y cuyo menú consistió en puerco, nada extraordinario, sí se lo comparamos con la comida mexicana
La trasportación pública, autobuses, son insuficientes para la demanda tratar de subirse a uno de ellos es una proeza, por ello, los taxis, convertidos en peseros, son preferentemente utilizados, trasportan hasta 6 personas a un costo de dos dólares para cada uno.
Imposible visitar el Capitolio, replica del construido en la capital Norteamérica, tiene años que está en remodelación.
En fin, para el turista, Cuba es atractiva pero no barata, si se tiene la idea de pernoctar en hotel. Por ellos, los cubanos alquilan cuartos en sus casas y dan de comer en sus cocinas, para abaratar los costos y atraerse otro ingreso.
La comunicación es un factor que los afecta.
Para utilizar el internet se colocan alrededor de un hotel, en contra esquina de un parque, porque es costoso. Es curioso observar como jóvenes y ancianos sentados en las aceras, es una romería, buscando pescarse a la “red” de la hostería.
Lo constaté en donde me hospede, sólo se tenía una computadora de modelo atrasado, en un hotel calificado de 4 estrellas. Es la única manera de poder comunicarse con los familiares, a través de las redes sociales, y recibir apoyo económico.
La presencia del Presidente de los Estados Unidos propició el comentario “ojala que mejoremos” el aislamiento.
Ahora no es la mejor perspectiva.
Qué sucederá a partir de Donald Trump, no se sabe.
Esperemos a que tome posesión a fin de mes y marque el camino a seguir.

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