por Celia Rosado Romero

Para el mexicano un anciano es una persona mayor de 60 años, sin embargo, con el cambio de las expectativas de vida, que hoy se dan, existe la presunción de una nueva clasificación de la vejez o de la tercera edad ,de los 65 a los 70 años, marcando una franja de una década de diferencia , en la clasificación.
De los estados con el crecimiento más acelerado de su población en México, se encuentra Veracruz. En el periodo que cubre del 2010 al 2030, su población de envejecimiento podría duplicarse, sino es que más, según la proyección que se tiene.
Esa franja social que abarca los sesenta a los setenta es una novedad para las estadísticas que con anterioridad no se tenía considerada, sólo para lo que se ha denominada seguridad social, en su aspecto de jubilación, tras cumplir lo que la legalidad reglamenta establece para dejar de laborar.
Hoy, tal supuesto se modifica.
La generación, de los sesentas, no se percibe como un sujeto inactivo o improductivo, se niega a envejecer en un cuerpo inerte, busca seguir con una rutina de movimiento, de ahí que la palabra “abuelo” “abuela” tiene nueva identidad.
Tales reflexiones emanan del festejo que hoy se da por ser el Día del Abuelo, en género masculino, pero que integra en su concepto el femenino. Los abuelos son los que acompañan con su experiencia y en algunos casos en lo económico, a su anterior generación.
La revista argentina, la Nación, en un artículo de Cecilia Absatz al referirse a esa etapa de la vida: Es una generación que ha pateado fuera del idioma la palabra «sexagenario», porque sencillamente no tiene entre sus planes envejecer.
Por la festividad queremos referirnos a las féminas de tal generación. Clasificadas como de la “tercera edad”, “adultos en la plenitud”, “viejitas”, “ancianas”, y con la tipificación, la involucran en un entorno de cuidadoras de nietos, simplemente de vigilantes del hogar.
Tal imagen no corresponde a la realidad.
La misma Absatz la describe perfectamente.
“Dentro de este universo de personas saludables, curiosas y activas, gente de sesenta, la mujer tiene un papel rutilante. Trae décadas de experiencia en hacer su voluntad y ocupar lugares que su madre no había ocupado. Pudo sobrevivir a la borrachera de poder que le dio el feminismo y en determinado momento se detuvo a reflexionar para preguntarse qué quería en realidad. Algunas volvieron a casa y tuvieron hijos. Otras se quedaron a dirigir la compañía o salieron a vender cosméticos. Cada una hizo su voluntad”
Las estadísticas nos arrojan datos de la participación de las femeninas en el crecimiento del país, porque aprendió a integrarse a la modernidad que los jóvenes han impregnada en la mitad del siglo pasado y en el Siglo XXI.
La docencia es una de los rublos que más mujeres han incursionado y que todavía con 60 años o más son guías de muchos jóvenes universitarios.
En fin lo que afirma la periodista y escritora es cierto:
“Es una nueva edad, que todavía no tiene nombre. Se recuerda la juventud y el propio esplendor, tal vez, pero sin nostalgias, porque la juventud también está llena de caídas e incertidumbre. La gente de sesenta, hoy, saluda al sol cada mañana de su vida y sonríe para sí por alguna razón secreta”.
Yo contestaría sonríe porque sabe de su capacidad, de su historia y de lo que puede crear, que otra generación no ha experimentado, y ella si puede.
