EL Club Primera Plana entregó un reconocimiento a nuestra colega, María Elvira Santamaría Hernández por su trayectoria periodística


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por Rodolfo Calderón Vivar, egresado de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Veracruzana

Felicitamos a nuestra colega, María Elvira Santamaría, por el reconocimiento a su trayectoria periodística, que le entregó el Club Primera Plana en la ciudad de México, este jueves, en un evento presidido por el presidente de dicha organización, José Luis Uribe.

La periodista cordobesa, egresada de la Facultad de Periodismo, hoy de Ciencias y Técnicas de la Comunicación de la Universidad Veracruzana, desarrolló una larga carrera periodística de más de 30 años, hasta su jubilación en el Diario del Istmo de la ciudad de Coatzacoalcos.

Dominadora de todos los géneros periodísticos y además, con la gran facilidad de realizar el periodismo a través de la prensa escrita, radio y televisión, María Elvira pertenece a una generación de egresados, la del periodo 1969-1973, que se proyectó con una gran presencia hacia los principales medios de comunicación del estado y del país.

No solo ha incursionó en empresas periodísticas de gran penetración e historia en nuestro estado de Veracruz, como lo son El Dictamen y el Diario del Istmo, sino también en el campo de las relaciones públicas y manejo de prensa de organizaciones gubernamentales y políticas.

Santamaría, quien también cultiva la literatura, a través de varios cuentos y poesías publicados en los medios, fue Premio Nacional de Periodismo 2014 por sus videocomentarios realizados en su cápsula de video, intitulada «En Pocas Palabras».

Sin duda un merecido homenaje por toda una vida dedicada al periodismo y de quien, como muestra de su talento,  presentamos a continuación algunas textos y videos que hemos tenido el honor de publicar en EfACICO

María Elvira Santamaría Hernández, egresada de la Facultad de Ciencias y Técnicas de la Comunicación de la Universidad Veracruzana

Sin duda un merecido homenaje por toda una vida dedicada al periodismo y de quien, como muestra de su talento,  presentamos a continuación algunas textos y videos que hemos tenido el honor de publicar en EfACICO

 

 

En Pocas Palabras: Media vuelta al totalitarismo

griegoPor María Elvira Santamaría Hernández

Por María Elvira Santamaría Hernández, egresada de la Facultad de Ciencias y Tècnicas de la Comunicación de la Universidad Veracruzana
Por María Elvira Santamaría Hernández, egresada de la Facultad de Ciencias y Tècnicas de la Comunicación de la Universidad Veracruzana

«En una época donde a la mentira le llamamos «posverdad» y al totalitarismo social «corrección política», no es difícil quedar a expensas de un grupo -por pequeño que sea-, organizado y dispuesto a imponer cualquier disparate ante una mayoría horrorizada de que la etiqueten si se le ocurre oponerse.»
Esto escribe Jorge Marirrodriga en su columna El Acento, publicada por El País el pasado día 11, que lleva el título de «Más Platón y menos Dora, la exploradora«.
En él nos alerta sobre el «antirracismo racista» y la gravedad de que tal fenómeno se haya infiltrado hasta en las universidades, donde debe florecer el conocimiento universal, la tolerancia y las ideas plurales.
El articulista parte del absurdo en que están cayendo estudiantes de una universidad británica que exigen sacar del programa a varios filósofos como Platón, Descartes y Kant, por «blancos y colonialistas».
No sintamos el tema ajeno y banal, desgraciadamente no lo es aunque quisiéramos. La línea que separa el antirracismo del racismo es muy delgada y se difumina en la vida cotidiana. Solo advertimos su vulneración cuando nos afecta pero no cuando nosotros la cruzamos.
Ahora quizá estamos más sensibles a ello por la hostilidad expresa del nuevo presidente de los Estados Unidos Donald Trump, magnífico ejemplo de la corriente totalitaria hacia la que se están encaminando varios países, unos por la ruta del populismo y otros a través de los partidos conservadores.
Dirigidos como estamos por la reacción en masa a que nos llevan las redes sociales, nos hemos desprendido de unos prejuicios pero estamos abrazando otros igual o más peligrosos, que nos convierten en turba alfabetizada, linchadora y anónima, que arremete miedosa, como una gran ola, contra aquello que le es desconocido o diferente, llámese pueblo, raza, preferencias sexuales, política o religión.
Esa intolerancia a lo que se oponga a nuestra visión de las cosas, ha tocado la puerta en las universidades, y todo indica que ya ha encontrado resquicios para introducirse y minar su esencia.
El internet es velocidad, es cercanía, es información, sí. Pero la inmediatez de la misma no nos hace automáticamente mejor informados. Quizá estemos captando más datos, imágenes y referencias en nuestro cerebro sobre lo que pasa en muchas partes del mundo, pero ello no nos asegura estar comprendido claramente lo que acontece ni valorarlo en su justa dimensión.
Ni siquiera necesariamente nos hace más libres por el hecho de opinar y de juzgar sobre todo lo que se publica en Facebook, Twitter, Instagram u otras redes. Por el contrario, puede que nos haya vuelto más frívolos y superficiales, que nos haya adormecido ante la gravedad de muchas cosas, nos supedite a opinar como otros, o nos intimide por las virulentas reacciones de «los seguidores» al pretender disentir.
Jorge Marirrodriga concluye su artículo diciendo: «En estos tiempos del “arden las redes sociales”, uno de los últimos reductos de pensamiento libre y reflexivo es la Universidad. Lo que suceda en esa institución ad intra —perdón por el uso del latín imperialista— resulta crucial para conformar la sociedad de los próximos años. Si la Universidad también cae en manos de la nueva inquisición del totalitarismo ofendido apoyado por los indignados de guardia en las redes sociales —inquisición que ya deja sentir su larga mano en otros ámbitos—, tal vez sea mejor cantar como Javier Krahe: “Pero dejadme, ay, que yo prefiera la hoguera, la hoguera, la hoguera”.
Atentos, el totalitarismo social, no es una serie de Neflix.

 

En Pocas Palabras: El temor callado

mujerpor María Elvira Santamaría Hernández

Por María Elvira Santamaría Hernández, egresada de la Facultad de Ciencias y Tècnicas de la Comunicación de la Universidad Veracruzana
Por María Elvira Santamaría Hernández, egresada de la Facultad de Ciencias y Tècnicas de la Comunicación de la Universidad Veracruzana

Siempre despierta unos segundos antes de que suene el despertador. Es como si su subconsciente tuviera a diario el reto de ganarle; y lo logra.

No hay tiempo qué perder, hay que levantar a los hijos. Se dirige primero al baño, orina, se lava las manos, se enjuaga la boca y se medio aplaca el cabello alborotado, al verse de refilón en el pequeño espejo.

Camina al cuarto de los mayores, zarandea suavemente a Josué y a Rafael al tiempo que les habla al oído. -Levántense, ya es hora.

Solo espera un segundo para cerciorarse de que han reaccionado y sigue hacia la recámara de Michel y Claudia. Ellas son más pequeñas y entran hasta las ocho a la primaria y a maternal, pero aprovecha para saber si aún siguen dormidas.

Se dirige a la cocina y allí directo al refrigerador. Saca la leche, el cereal, busca unas seis naranjas, y las gelatinas que preparó el día anterior.

-No oigo la regadera- grita a los adolescentes que lentamente se despabilan y que luego, uno a uno van metiéndose a bañar.

El primero en bajar listo es Rafael. Con sus pelos parados pero según él muy bien peinados, a la moda. Saluda y da un beso a su mami que lo corresponde apenas, ocupada como está en prepararles también el lunch.

Baja Efrén, el esposo, bañado, arreglado y oliendo a loción. Su fragancia envuelve el ambiente y atrás de él, Josué, joven del tercero de secundaria que ha adquirido cambiantes estados de ánimo. A ratos muy serio y en otras muy juguetón.

Se han saludado y apenas conversan, desayunando con cierto apuro, sabiendo que es muy fácil que se les haga tarde.

Terminan; los chicos van a lavarse los dientes a la carrera y el esposo hace lo mismo. El pasará a dejarlos a la escuela y de ahí se irá al trabajo.

Nery les pregunta si llevan todo y despide con un beso a cada uno. Son las seis treinta de la mañana y ahora le toca ver a las dos princesas que seguramente ya han despertado.

– [ ] En esta intensa rutina mañanera no hay demasiadas pausas. Hay que supervisar el baño de las niñas. Claudia con sus seis años, ya se baña sola, pero Michelle, de cuatro, lo intenta, pero todavía debe ayudarla. El uniforme y las calcetas, están listos. Los zapatos son los que cuesta más trabajo encontrar, nunca saben dónde los dejaron. Las dos juegan mientras su mamá intenta peinarlas y luego se quejan al sentir el cepillo que pretende no dejarles ni un cabello fuera de su lugar. Las pone preciosas con su cabello recogido con cintas de color azul marino, haciendo juego con su ropa escolar.

Ve que ambas desayunen y no se ensucien; y tras el ritual de lavarse los dientes las lleva en su jetta 2009 a la escuela, que no está a más de diez minutos.

De regreso a casa pasa por el súper y en la cocina mientras guarda el pan de caja, las mandarinas, las calabacitas y el queso que compró, da pequeños sorbos al café que comenzó a tomar desde que desayunaron los muchachos y que ya está frío.

Un respiro mientras oye lejos el parloteo de la radio que Efrén dejó encendido en el baño y se dirige lentamente a la escalera para subir a su recámara. Escucha que ha llegado Virginia, la señora que va dos veces por semana a limpiar la casa y lavar la ropa. Responde su saludo a distancia y sigue subiendo para enfrentar ese momento que le hace temblar cada día sin compartir con nadie su miedo.

Sin prisa busca una bata y se encamina al baño. Se quita la blusa y el brassier. Respira profundamente y comienza en silencio la rutinaria y agónica revisión de sus senos. Son segundos eternos en que el temor invade su mente, en que rememora la vez que descubrió un bolita en uno de ellos y surgió por primera vez en su mente la posibilidad del cáncer, esa palabra que cambia a miles de mujeres su sentido de la vida y su despreocupada seguridad en el mañana.

Nery pasa por este trance de angustia íntima cada mañana. Es solo suyo, no lo comparte con nadie, no le ve caso a propagar ese temor oculto que siempre está ahí, silencioso, amenazante, unido indisolublemente a la hermosa sensualidad del cuerpo femenino.

La exploración de hoy no ha topado con nada. Exhala fuertemente, sonríe a su cara en el espejo y como quien acabara de conquistar el mundo, comienza a tararear una melodía de Enmanuel de la que ni se sabe bien la letra, se quita el resto de su ropa y se mete feliz bajo la regadera. Otro día más sin cáncer. Prueba superada.

 

 

Sonido, tiempo y distancia, un soneto de María Elvira Santamaría Hernández

– [ ] (Dedicado a las mujeres que viven y enfrentan el cáncer y a todas, todas las mujeres que guardan en su interior el temor a padecerlo)

Por María Elvira Santamaría Hernández, egresada de la Facultad de Ciencias y Tècnicas de la Comunicación de la Universidad Veracruzana
Por María Elvira Santamaría Hernández, egresada de la Facultad de Ciencias y Tècnicas de la Comunicación de la Universidad Veracruzana

Contando-el-tiempo-al-revsSi el tiempo fuera única medida…
de la aventura insólita de verte,
qué pequeño reloj, qué insulsa suerte,
qué minúscula luz para mi vida.

Si en metros se midiera la distancia
entre tu adiós de hoy y hasta mañana,
unos cuantos milímetros bastaran
y un ahogado suspiro de impaciencia.

Si solo los silencios te invocaran
mi boca sellaría de inmediato
aunque mis sentimientos desbocaran.

Y si te arrepintieras de quererme
Tendrías que destruir tiempo y distancia
y gritar sin parar a ensordecerme.

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