
Por Adolfo Roberto Pérez Valdés
“Es entonces tu hermano menor. ¿Me escuchas Amada, confirmas lo que te digo?”

Amada, la pequeña esclava, asintió con un ligero movimiento de su cabeza y la vista baja. Sin atreverse a mirar a los ojos de Lilith. Le había rescatado entre la multitud de niñas abandonadas y expulsadas de las misérrimas chozas de los Ur Canaitas. Su madre no opuso resistencia a la voluntad de aquel varón de la casa de Leví, ella tenía un idéntico origen. Este varón no demostraba afecto por una hija ajena. La madre de Amada, no sabía cual de los varones que la habían poseído era el ascendiente biológico de la niña.
Dicho varón de la casa de Leví tomó otra mujer y ésta era de su misma casa como la madre de Amada. Un niño le había nacido con su nueva cónyuge. Pero por decreto del Divino y Altísimo monarca Taui, dicho varón debía sacrificarse. Así esperaba el Dueño del Juicio, el Altísimo Taui detener el incesante crecimiento exponencial de los misérrimos Ur Canaitas. Lilith sabía que, esa proclama de su padre, no le resultaría en efectivos beneficios para controlar la procreación de los esclavos.
Aunque la proclama se fundaba en un antiguo ritual Ur Canaita, los esclavos tenían un pobre recuerdo de dicho exhorto de la deidad plural El Elohim o Yah . Sólo los esclavos más longevos guardaban en su memoria, el terror y el horror de aquel viejo exhorto de Yah Elohim. Preferían la muerte en la hambruna y la miseria de la esclavitud al sacrificio de sus hijos varones. El ritual había sido abandonado, como también el culto a Yah o Eloha Elohim.
Lilith tenía una impresión de extrañeza ante ese viejo exhorto ritual de los Ur Canaitas. Y había desarrollado un interés particular por el conocimiento del culto a la antigua deidad plural de los esclavos. A sus esclavas, entre ellas Amada, les escuchaba pronunciar distintos nombres, asi hablaban de El, Eloha, Elohim, Yah, Anu. Pero mayor fue su sorpresa al conocer que esas deidades Ur Canaitas en realidad sumaban 70 diferentes. En su propia cultura Taui eran solo 42 y ella las sintetizaba en sus meditaciones llamándoles Mis Dioses.
Lilith como fiel de Tutmosis o Thot o Moshe, el Dios de la Sabiduría y el Lenguaje Articulado tenía el reto de descifrar a esas 70 deidades de los esclavos Ur Canaitas, pero que ellos mismos habían olvidado por el horror de cumplir el exhorto de Yah.
Ella se dijo: “Debo hablar con los esclavos más viejos”.
Y le dijo a Amada: “¡Vete y traerás a la madre del niño de la cesta! El que es tu hermano.”
Lilith supo que su padre el Dueño del Juicio, el Divino y Altísimo monarca Taui por consejo de los sacerdotes de las Hesp o Nomos, sustentaba su decreto mortal contra los infantes varones Ur Canaitas, en el antiguo ritual de la deidad plural Yah. Era la recuperación de la vida dada por los 70 Elohim Yah. Una retribución cruel abandonada en el tiempo de las hambrunas en Canaan.
Establecida como mediadora de Tutmosis, Lil o Lilith era la Excelsa monarca del Espíritu Sabio y del Lenguaje Articulado. Su padre el Divino y Altísimo Rey Taui, gobernante de las 42 Hesp y soberano de todos los rituales, dejaba en Lilith la custodia indiscutible y el resguardo de los textos sagrados. A ella estaban sometidos los sacerdotes de las 42 Hesp. Había cumplido treinta y tres estaciones naturales, y en diversos ciclos vegetales y migraciones animales Lilith o Lil había conocido a cada sacerdote, había degustado de sus cuerpos y de todos conoció su esperma.
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