La ética de la revolución en la Cuarta Transformación


por Rodolfo Calderón Vivar, egresado de la Facultad de Ciencias y Técnicas de la Comunicación de la Universidad Veracruzana

Aunque hay quienes afirman que la parte ética no es tan fundamental en el más reciente movimiento político de masas, hasta cierto punto, que impacta el transcurrir cotidiano de México, ero yo pienso que una de las fortalezas del mismo es precisamente esa parte mencionada, independientemente del clientelismo observado en las políticas del gobierno morenista que va por su segundo mandato sexenal o del carisma mostrado por su principal líder, Andrés Manuel López Obrador.

Si la oposición está bocabajeada en estos últimos meses es precisamente por los destrozos éticos, y morales, que demostraron en el ejercicio de la función pública durante el periodo del año 2000 al año 2018, a tal grado que desprestigiaron mucho de lo bueno logrado por ciertas políticas económicas bien aplicadas del neoliberalismo en nuestro país, a tal grado que todo queda borrado por el mal desempeño de administraciones gubernamenales de los tres sexenios anteriores al lopezobradorato.

Ahí si coincido con López Obrador en el sentido que al pueblo no se le engaña con nuevas promesas de mejoramiento nacional, surgidas de la misma clase dirigente, con los mismos políticos que no se han bajado del carro del poder, al menos dentro de su partido, para conformar esa débil oposición que tenemos ahora en México. Esa es su tragedia y su prohijó su derrota tan amplia en los recientes comicios electorales.

Sin embargo, y lo podemos percibir en una que otra información sobre hechos funestos plagados de corrupción de algunos, quizás pocos, funcionarios del nuevo régimen, también la corrupción sigue siendo la latente y lacerante enfermedad nacional que puede resurgir en cualquier momento, si no se fortalece la parte ética de la nueva clase politica en el poder.

Hoy, los miembros de la nueva administracion de gobierno se sienten imbuídos de un espíritu revolucionario, necesario para lograr una cuarta transformación como a la que aspiraba el ex presidente Andrés Manuel López Obrador. En aras de esa énfasis revolucionario, los morenistas aliados, promueven la idea de ahora están ejerciendo una función de poder constituyente, como emanado de un poder revolucionario de una revolución que no han sudado realmente, como la sudaron los mexicanos de 1810, 1857, 1910, que son los antecesores de cambios radicales, hasta cierto punto en el devenir de la república.

Si es que están realizando una revolución, está sería producto de un grupo dominante de burócratas que ahora ejercen diversos cargos tanto en el poder legislativo y ejecutivo, con evidente mayoría. Y están a punto de lograr dominar, burocráticamente, al poder judicial. No han realizado ningún movimiento armado para ser revolucionarios de tiempo completo, pero se sienten imbuidos de esa mística de cambio de épocas anteriores, con amalgama ideológica de nacionalismo revolucionario, troskismo desfasado, socialdemocracia, antineoliberalismo​ reformismo socialista, ​ democracia participativa​, populismo de izquierda​​ y una difuso e incosistente humanismo, más forjado en las palabras que en los hechos.

En toda esa amalgama de ideas, se preserva la tesisde cambio para el país, en favor de los pobres, pero también el transfondo ético elemental plasmado en los tres verbos en negativo de no robar, no mentir y no traicionar. Trasfondo ético que no alcanza a consolidarse porque muchas de las acciones de los miembros de ese movimiento hallan, cada vez muy frecuentemente, los frijoles en el arroz, donde esos principios no son del todo tan respetados, ni respetables para muchos de sus miembros.

Tal vez para muchos de ellos no sea tan fundamental preservar esos principios éticos fundamentales. Son recursos de propaganda, en la mayoría de los casos. O puede ser soslayados de vez en cuando cuando se proclama la máxima condición de que el fin justifica los medios, como lo han hecho en los últimos meses, en el más puro ejemplo de pragmatismo político, al aceptar la traición de los Yunes a su propia organización política, para lograr un voto basado en la eficacia por encima de sus principios éticos fundamentales, con todo y los antecedentes de dudosa probidad u honradez como funcionarios públicos de esos políticos veracruzanos, y su evidentre propensión a mentir como lo hizo Yunes Márquez, al prometer no dar su voto a Morena, día´s antes a su defección final.

Pero aún más, muchos de sus correligionarios morenistas están viendo llegar a políticos de los partidos a que tanto se opusieron, para ser recibidos como parte de Morena incluso con cargos de importancia, por encima de los militantes que tantos años se desgastaron ofreciendo lealtad, esfuerzo e incondicionalidad y que ahora ven llegar a los oportunistas de la clase que dominó con corrupción en los anteriores sexenios, pasando por encima de los morenistas de corazón y de años de lucha en ese partido,

La ética de los revolucionarios de la Cuarta Transformación puede ser su talón de Aquiles, a imagen y semejanza, de la clase política que surgió después del movimiento armado del siglo pasado en nuestro país, si no hay un proceso de concientización que les haga ver, a muchos de sus integrantes, que la moral no es solo un árbol que da moras, como decía el ínclito político postrrevolucionario, Gonzalo N. Santos, cacique del norte del pais, al amparo del nuevo partido de la revolución. Si adquieren esa fortaleza ética, será cuestión de años, quizás no muchos, para que su poder ahora casi absoluto se desmorone. El caso del actual gobierno de Veracruz que está por concluir es un claro, y mal ejemplo, de esa deficiencias éticas que pueden adornar a los gobiernos emanados del morenismo.

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