«Los cuenteros»: magos del lenguaje


Por Adolfo G. Riande, egresado de la Facultad de Ciencias y Técnicas de la Comunicación de la Universidad Veracruzana

Sin considerarnos como expertos del género, ser cuentero es una condición que no todos poseen. Podemos si acaso, gustarnos la idea de “cuentear”, es decir, inventar situaciones, exagerar ideas, ser ditirámbico en la expresión, pero hasta ahí. Digo esto, porque tengo compadres y amigos que gustan de la exageración, pero que nunca llegarán a la categoría de “cuenteros”, y se quedarán en el umbral de lo increíble.

Recuerdo a mis amigos de la escuela, no hace mucho, les divertía estructurar en forma exagerada, situaciones acerca de la vida en los pueblos.

Para muestra algunos botones

Recuerdo aquel jarocho, que decía a sus amigos, que en su pueblo, en tiempos de lluvias, las inundaciones eran cosa de todos los días, y que algunas personas se colocaban en los zapatos, enormes ranas toros para poder ir saltando entre los charcos. Este mismo paisa, comentaba, que: cuando en su pueblo escaseaba la fruta para preparar la típica bebida llamada“Torito”, pues utilizaban hasta el ¡“Piperawit”!

Otro más, decía que eso no era nada, que en su pueblo, lejos de los servicios propios de las áreas urbanas, algunas personas acostumbraban colocar cientos de luciérnagas en frascos de cristal para utilizarlos como “lámparas”.

El trailero y el vocho

No faltaba aquél que salía con la aventura del tipo manejando un trailer, explicando que cierto día se encontró en el borde de una cuneta a un desesperado chofer de taxi de un pequeño vocho que le hacía señas para que le ayudara a regresar a la cinta asfáltica. Siguiendo con la secuencia, el tipo del trailer, bajó presuroso y colocó una cadena a la defensa del diminuto auto y procedió a jalar. Cuenta mi amigo, el cuentero, que el trailer patinaba sus llantas una y otra vez, y el taxi no se movía de la orilla de la cuneta. El trailero insistió acelerando y el taxi seguía sin moverse. Después el trailero descendió del pesado vehículo y se acercó a revisar el pequeño auto, lo revisó  minuciosamente de arriba a abajo, revisó la cadena, y por fin se asomó al interior, al observar el interior por unos segundos, muy disgustado se dirige al taxista y le dice: ¡Pero oye mi negro, quítale el freno de mano!

En el ámbito regional, destacan las aventuras de los mentirosos de la sierra, en algún tiempo muy solicitados por los radioescuchas de Radio Sonora, sobre todo aquella del chero que para impedir que un águila se llevara su semoviente (el del chero, por supuesto) lazó la cabeza del becerro y empezó a volar para no soltar su codiciada pieza de ganado. El final de esta historia es muy conocido, por lo tanto la abreviación es muy oportuna en este caso.

El Güilo Mentiras

Otro caso regional, tal vez menos conocido por nosotros, es el del hijo pródigo de Escuinapa, Sinaloa, popularmente conocido como el “Güilo” Mentiras.

         Galeano, reseña que este Güilo, pertenece a ese grupo selecto de magos del lenguaje, de la charla y la ocurrencia fina. La cita de Galeano se estructura en base a una publicación del CREA de 1984, titulada “40 cuentos del Güilo Mentiras”.

Dentro de lo que se conoce que decía el popular escuinapense, se dice que “una vez ensilló y montó a un tigre pensando que era un burro”.

En otra ocasión, “se ató el pantalón con una serpiente viva, lo más chistoso del caso, es que se dió cuenta que no era cinturón, ¡porque le faltaba la hebilla!

El Güilo, pescador de camarones en los esteros de Escuinapa, es un tipo lenguaraz, capaz de decir que “jamasito miento”. Como dice Galeano, el popular personaje es parte de esa elite de magos del lenguaje, de la charla de mostrador o del fogón, de la estirpe latinoamericana que todo lo dice hablado, jamás por escrito.

Se cuenta también, que todos le creen cuando explica que ningún avión aterriza si no le echan unos granos de maíz a la pista, o bien cuando explica “que una terrible matazón que se hizo, cuando el ferrocarril un día enloqueció y en lugar de avanzar de frente, se echó a correr a lo ancho”.

Cita Galeano, que a los 70 años, al Güilo le bailotean los ojos. Se ríe de la muerte, que una noche vino a buscarlo:

–        Toc, toc, toc – golpeó la muerte-.

–        Adelante –invitó el Güilo, zalamero desde la cama-. Te estaba esperando. Pero cuando quiso bajarle los calzones, la muerte huyó despavorida.

Cabe señalar que Galeano utiliza esta referencia para ilustrar la década de los 1960, en la tercera parte de su extraordinaria trilogía “Memoria del Fuego”.

No tengo información más reciente sobre el personaje, pero si puedo asegurar que el milenio acompañará a esta pléyade de virtuosos de la palabra hablada, de los magos de la charla de mostrador, de esos que viven en la memoria colectiva de los pueblos.

3 Comentarios

  1. Para los interesados en el tema, me encontré con estas referecias en la red, por si les sirven de algo:
    Saludos decembrinos,
    Adolfo.
    Ps.
    —–
    http://www.goodreads.com/book/show/4859054-el-guilo-mentiras
    http://leerporquesi-1007.blogspot.com/2008/10/mura-dmaso-ven

    http://www.powerpointsgratis.net/EL-GUILO-MENTIRAS/1/ – 10k

    http://dgep.uasnet.mx/programas2006/V SEMESTRE/P38.pdf – 47k
    0356 Güilo Mentiras, El UAS Literatura $50.00. 0675 Hablemos el tarahumar (
    incluye CD) / Ralámuli Servín, Enrique Ichicult Lenguaje $160.00 …
    http://www.doblehelice.com.mx/PublicacionesTituloTodos.doc – 43k – Páginas similares
    El Güilo Mentiras (gobierno de Sinaloa y UAS), de Dámaso Murúa. … mientras
    vivía Florencio Villa, el Güilo. Mentiras, y enseguida pudo recons- …
    http://www.reneavilesfabila.com.mx/universodeelbuho/104/03_l… – 41k – Páginas similares

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    1. Mendo fue un excelente compañero y en mi paso por la facultad, creo que fue el primer gran amigo que tuve en los primeros meses de ir a clases. Efectivamente, dado a contar diversas situaciones e historias, no era raro maravillarse de algunas de sus aventuras de allá de Juchitán, mientras se mesaba la barba, en tanto las ideas fluían de su memoria, o más bien de su imaginación, mientras los minutos pasaban y en cada expresión emotiva que agregaba a lo narrado, uno percibía a ratos, un breve dejo de exageración que, sin embargo, por su incomparable carisma, era tolerado e, incluso, aceptado, con todo y el beneficio de la duda.
      Gran compañero Eduardo Mendo.

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