El texto que a continuación se presenta recoge apenas algunos fragmentos del más reciente libro del reportero veracruzano Ricardo Ravelo: Ejecuciones de periodistas: los expedientes (Grijalbo, 2016). Con esta nueva entrega, el también Premio Nacional de Periodismo 2008, dice, puso las palabras allí donde la realidad las imágenes. Y es que el estudio riguroso de las ejecuciones y desapariciones de los comunicadores no pueden obviarse en un país como México, donde, según datos de la PGR, han sido asesinados 103 comunicadores del 2010 a la fecha.
En su primera edición, el libro aborda a lo largo de nueve capítulos, nueve historias de reporteros asesinados o desaparecidos, todos en tierra veracruzana. Variopinto, mensuario que ha publicado sistemáticamente trabajos sobre este complejo problema, ofrece en esta oportunidad a sus lectores tres historias condensadas: las de Evaristo Ortega Zárate, Miguel Ángel López Velasco, Milovela y Yolanda Ordaz de la Cruz, que como botón de muestra reflejan los entresijos y los vericuetos entre profesión, política, crimen organizado y también el mismísimo núcleo de las vidas privadas.
Este es un libro para despertar la conciencia social.
Edgardo Buscaglia
Por Ricardo Ravelo Galo

Evaristo Ortega Zárate
Evaristo Ortega Zárate, dueño del semanario Espacio, ejercía el periodismo de manera singular. Su crítica punzante le abría espacios y su medio ganaba lectores en Colipa, Veracruz, uno de los municipios más pequeños de la entidad con apenas 5 813 habitantes, según el censo del Instituto Nacional de Estadística y Geografía de 2009.
Evaristo era un reportero fogueado en la práctica, como la mayoría de sus colegas. Tenía una licenciatura en educación primaria por la Universidad Pedagógica Veracruzana, pero su verdadera pasión era el periodismo, que comenzó a ejercer en 2001… Pero Evaristo no estaba satisfecho con sus dos actividades y comenzó a interesarse por la política, incluso se propuso llegar a la alcaldía de su pueblo.
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Se tomó en serio las cosas y decidió afiliarse al Partido Acción Nacional (PAN), donde empezó a trabajar en su nuevo proyecto. Sabía que el camino no sería fácil, sobre todo porque desde finales de los noventa la región norte de Veracruz estaba infestada por el narcotráfico, los Zetas y el cártel del Golfo se habían asentado en la región y estaban coludidos con las autoridades municipales.
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Como su semanario era popular entre la gente, intentó aprovechar esa influencia para abrirse las puertas entre la clase política. Y lo logró, sólo que esa llave resultó contraproducente con el tiempo.
En 2010, el Comité Directivo Estatal del PAN analizaba la trayectoria de los aspirantes a las alcaldías del estado para escoger a los candidatos idóneos y posicionar al partido en Veracruz.
Ese año se elegiría al gobernador […], el escenario político se calentó. Salieron a relucir las historias sucias de los precandidatos, sus transas y sus vínculos con el crimen organizado. La prensa veracruzana, históricamente alineada con el poder político en turno, le dio vuelo al escándalo mediático, hundiendo y salvando prestigios a lo largo y ancho del estado.
Evaristo Ortega no las tenía todas consigo. Había logrado posicionar su semanarioEspacio gracias a los reportajes y notas sobre la corrupción política local, el narcotráfico y la problemática social de la región serrana de Misantla, donde está enclavado el municipio de Colipa, un territorio invadido por el crimen organizado.
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Evaristo había escalado algunos peldaños en el periodismo local, controlado por las autoridades locales. En Colipa, la gente lo estimaba por su labor periodística. Espacioganaba cada día más lectores por las denuncias de corrupción que publicaba. En sus páginas, por ejemplo, el semanario de Evaristo denunció los excesos del panista Fernando Hernández Masegosa, quien ocupó la alcaldía entre 2005 y 2007.
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La confrontación con Hernández Masegosa alcanzó niveles insospechados en los siguientes tres años. Evaristo siguió publicando información contra su correligionario incluso en 2010, cuando el PAN y decenas de simpatizantes del partido apoyaron al periodista que hizo pública su intención de contender por la presidencia municipal de Colipa. Hernández Masegosa montó en cólera y le declaró la guerra.
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Evaristo y Chito Mota salieron de Colipa el 20 de abril de 2010. Desde entonces no se sabe de ellos.
La noche del 19 de abril de 2010 Evaristo visitó a su hermana Irene en Colipa. Ese día tuvo una jornada agobiante y el periodista no podía ocultar su fatiga.
—¿Quieres comer algo? —le preguntó Irene.
—No, hermana, gracias. Voy a descansar un rato y regreso a las oficinas del PAN. Ya están por salir las listas de precandidatos… Ese mismo 19 de abril, Namen Vázquez Zamora, entonces consejero político del PAN, le había telefoneado a Chito Mota y a Evaristo para confirmar un desayuno para el siguiente día en el restaurante del hotel Crown Plaza de la ciudad de Xalapa […] para tratar sobre la cuestión electoral. De acuerdo con la indagación ministerial, el desayuno estaba programado para las 8:30.
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El tema de Colipa y su trabazón fue el punto central en la mesa aquel 20 de abril. El Comité Directivo Estatal del PAN anuló la lista de aspirantes en ese y otros municipios en conflicto. En el caso de Colipa los aspirantes a la alcaldía eran Hernández Masegosa, Chito Mota y Evaristo, en coalición con el Partido Nueva Alianza (Panal)… El desayuno terminó. Una hora más tarde, aproximadamente a las 10:45, los comensales estaban a la entrada del hotel en espera de sus vehículos. En ese momento, por la avenida Ruiz Cortines, ubicada frente al Crown Plaza, pasó Gumaro Ochoa Artesán, hermano de Gerardo Ochoa —presunto capo del cártel de Totonacapan—, a bordo de una camioneta Lobo blanca.
Gumaro reconoció a Andrés Anglada, precandidato a la alcaldía de Nautla, y tras detener su vehículo lo saludó efusivamente: “¡Primo, Anglada!”; lo mismo hizo Chito Mota, quien también lo conocía. En eso les entregaron sus vehículos y acordaron con Ochoa Artesán reunirse en el restaurante Asadero Cien.
Chito Mota se subió a una Hummer blanca junto con Evaristo Ortega y Anglada […], se dirigieron al módulo del entonces Instituto Federal Electoral (IFE), cerca de la Central Camionera de Xalapa (Caxa), donde Chito Mota realizaría un trámite relacionado con sus antecedentes penales.
Pero en el trayecto se presentó lo inesperado
A las 11:58 de ese 20 de abril de 2010, Irene Ortega recibió un mensaje en su celular en el que su hermano Evaristo le avisó: “Vamos detenidos”. A las doce le llegó otro mensaje: “Nos llevan patrullas hacia Veracruz”. Y dos minutos después: “Llama a todos”.
La lluvia de mensajes alarmó a Irene Ortega y decidió hablarle a su hermano, quien alcanzó a decirle: “Nos llevan secuestrados hacia Veracruz. Llama a todos los medios y periodistas. Avísale a la policía”. Y colgó. A las 12:10 un mensaje más aumentó la confusión: Evaristo le pedía que no marcara a su celular.
Todo indica que se trató de un levantón que terminó en desaparición forzada. Al principio, esa versión cobró fuerza, pues circuló un rumor de que los plagiarios exigían cinco millones de pesos por el rescate de Chito Mota, pero fue descartada, pues nadie se comunicó con los familiares de los desaparecidos.
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Días después de las desapariciones el Comité Estatal del PAN hizo públicas dos cartas en las que Chito Mota y Evaristo Ortega anunciaban que renunciaban a contender por la candidatura a la presidencia municipal de Colipa. Nadie supo explicar cómo era posible que estando desaparecidos ambos hayan firmado sendas renuncias, fechadas el 8 y el 23 de abril.
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Han transcurrido más de cinco años de aquella desaparición y el caso sigue sin resolverse. Nadie sabe dónde están los desaparecidos.
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Hernández Masegosa —el beneficiado de todo este embrollo criminal— terminó su segundo periodo como presidente municipal de Colipa cobijado por la impunidad, enriquecido hasta el hartazgo. A la fecha, la historia de los tres plagiados —Chito Mota, Evaristo Ortega y Andrés Anglada— es un vago recuerdo a punto de ser devorado por el olvido.
Miguel Ángel López Velasco, Milovela
La vida de Miguel Ángel López Velasco, Milovela, quien por más de dos décadas trabajó para el diario veracruzano Notiver —al principio fue reportero de la fuente policiaca y luego escaló a la subdirección—, terminó en una verdadera tragedia.
El 20 de junio de 2011, poco después de las cinco de la mañana, Martina Martínez Cruz, radioperadora de guardia de la Coordinación General de la Policía Intermunicipal Veracruz-Boca del Río, recibió una llamada. Al descolgar la bocina escuchó la voz adormilada de una mujer que se identificó como vecina de López Velasco. “Mi llamada es anónima y es para denunciar que acabo de escuchar unos disparos en la casa de un periodista”.
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Según las investigaciones ministeriales, el plan para asesinar a López Velasco, quien durante años recibió amenazas de muerte, se había maquinado semanas atrás.
En notas periodísticas y en su columna Va de nuez, que publicaba todos los días enNotiver, Milovela había de nunciado innumerables veces a funcionarios de la Policía Municipal y de la Dirección de Tránsito por sus presuntos nexos con bandas delincuenciales que habían expandido en todo el estado sus actividades de secuestros, extorsiones, trata de personas y narcotráfico.
El reportero también documentó los negocios de agentes de tránsito del puerto de Veracruz que, escudados en la institución, solían asaltar los contenedores y tráileres que transportaban mercancías de alto valor de los muelles de la zona portuaria. Con el tiempo, todo eso derivó en una guerra.
En Youtube y en la página El blog del narco se difundieron videos en los que se acusa a Milovela de recibir dinero de una célula de los Zetas que operaba en el puerto de Veracruz. La información no ha sido confirmada por las autoridades federales que investigan el homicidio del periodista.
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Durante la reconstrucción de los hechos, varios testigos expusieron a los peritos de la Procuraduría General de Justicia del Estado de Veracruz (hoy Fiscalía General del Estado) que del vehículo descendieron tres personas —algunos dijeron que eran cuatro— y con un marro rompieron el candado de la puerta del corredor. Los golpes fueron tan contundentes que la puerta quedó destrozada. Luego forzaron la cerradura de la entrada principal e ingresaron a la casa donde dormían Milovela, su esposa Agustina Solana Melo, jubilada del Seguro Social, y su hijo Misael López Solana, quien trabajaba como fotógrafo de la fuente policiaca de Notiver.
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Dispararon 33 veces a los tres cuerpos, incluso les dieron el tiro de gracia. Existe la versión de que en total se detonaron 400 disparos. La sangre inundó el lugar. Los agresores usaron tres armas diferentes: una .9 milímetros, otra .38 súper y una más de .380, según el parte policiaco.
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El primero que se enteró del triple crimen fue el fotógrafo Gabriel Huge, el Mariachi,amigo de Milovela, quien de inmediato llamó a Miguel Ángel López Solana, el hijo mayor del subdirector de Notiver. […] Ahí, López Solana reveló a los agentes del Ministerio Público el nombre del presunto asesino de su padre: Juan Carlos Carranza Saavedra, conocido como el Ñaca, un ex agente de tránsito municipal, quien lo había amenazado de muerte.
Los agentes ministeriales decidieron citar a López Solana a declarar, pero él se negó. Su vida y la de su familia corrían peligro, les contestó; les adelantó incluso su decisión de irse a Estados Unidos, donde hoy vive como asilado.
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El gremio periodístico quedó consternado; algunos reporteros se alarmaron luego de que los llamados matazetas subieron a Youtube varios videos en los que hablaban de una “lista negra” de periodistas vinculados con los Zetas que también iban a morir.
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El trabajo periodístico de Milovela siempre estuvo vinculado al ámbito policiaco. Le apasionaba la nota roja; solía llevar consigo radios portátiles para monitorear las frecuencias de la policía y también consultaba las redes sociales para obtener información de primera mano. Tenía sus contactos oficiales y no oficiales a los que acudía con frecuencia, siempre en busca de la primicia. […] Como pocos, Milovelaconocía los sótanos de la delincuencia en Veracruz y las cañerías del mundo policiaco.
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Tras su muerte, la maraña comenzó a desenrollarse. Las investigaciones sobre los homicidios de Milovela, su esposa e hijo continuaron por parte de la procuraduría de Veracruz. La conclusión, aunque dudosa, sostiene que el Ñaca es el autor intelectual y material del triple homicidio del 20 de junio de 2011, sin embargo, se desconoce el móvil.
¿Trastocó López Velasco algunos intereses de la mafia local? ¿Puso en riesgo o de plano abortó algún negocio por alguna publicación suya? ¿Fue una traición? Hasta ahora nadie lo sabe.
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Los asesinatos de Milovela, su esposa y su hijo menor siguen impunes, pues se ignora el paradero de los demás participantes en el triple homicidio. Extraoficialmente todos están muertos, pero no existen evidencias de ello.
Yolanda Ordaz de la Cruz
Un mes y cuatro días después del crimen de Milovela y su familia otro golpe sacudió al gremio periodístico veracruzano: el 24 de julio de 2011 fue secuestrada y asesinada la reportera Yolanda Ordaz de la Cruz, quien trabajó en Notiver en la sección policiaca bajo las órdenes de López Velasco. Tenía 48 años de edad y era originaria de Juchitán, Oaxaca.
De acuerdo con la indagatoria 1, la ejecución de Ordaz formaba parte de un plan criminal presuntamente maquinado por los Zetas e integrantes del cártel de Jalisco Nueva Generación contra comunicadores veracruzanos. Estos crímenes siguen impunes, según se desprende del voluminoso expediente. Se desconoce si la Procuraduría General de la República, que atrajo el caso ante la presunción de que detrás de las muertes estaba la mano del crimen organizado, siguió las pesquisas para esclarecer qué fue lo que realmente pasó con la periodista.
En el asesinato de Ordaz, según las investigaciones iniciales, aparece implicado elÑaca, quien firma el narcomensaje que dejó en una cartulina junto al cuerpo decapitado de la reportera. Esta es la historia.
El 26 de julio de 2011, poco después de las tres de la madrugada, Pedro Herrera Caporal, policía intermunicipal de Boca del Río, realizaba su rondín en el fraccionamiento Costa Verde, feudo de los Zetas, a bordo de su patrulla. A velocidad moderada cruzaba las calles y observaba a los transeúntes trasnochados.
Todo parecía normal. Sólo había reportado algunos accidentes automovilísticos provocados por conductores pasados de tragos.
Al llegar a la avenida Habaneras, Herrera Caporal se detuvo un instante. A lo lejos divisó a un hombre harapiento. Conforme avanzó pudo ver que se trataba de un pepenador que pedaleaba un triciclo. Vestía un pantalón tipo pescador, portaba una gorra y transportaba cartones y papeles que había recogido en la calle y en los basureros.
La silueta de aquel viejo apenas se podía ver entre la oscuridad y la neblina de la madrugada. Cuando la patrulla 0422 se aproximó al pepenador, éste le hizo una señal para que se parara.
El policía frenó y bajó el cristal de su ventanilla. El pepenador se acercó a la puerta del vehículo y le susurró: “Aquí derecho está tirada una mujer sobre la banqueta. Vete todo derecho y la vas a encontrar”. El pepenador desapareció.
El policía siguió las indicaciones y calles adelante encontró el cuerpo de una mujer decapitada… se trataba de la periodista Yolanda Ordaz, desaparecida dos días antes, el 24 de julio. Junto al cuerpo había una cartulina con un mensaje que en letras negras decía: “También los amigos traicionan. Atte. Carranza” […] el Ñaca, el mismo personaje implicado en el asesinato de Milovela.
El levantón y homicidio de Ordaz de la Cruz ocurrió un mes y cuatro días después del asesinato de Milovela, quien fue subdirector de Notiver y amigo cercano de Ordaz.
El primer asesinato mantenía inquieto al gremio, pero el de Ordaz lo cimbró, sobre todo porque, según las declaraciones de algunos colegas suyos, la reportera de la fuente policiaca nunca manifestó preocupación alguna por los riesgos que corría su vida.
Sin embargo, Álvaro Elías Silva Carrasco, policía intermunicipal de Veracruz-Boca del Río y amigo de la periodista, comentó a las autoridades que en una ocasión ella pidió que personal de seguridad vigilara su casa durante tres días, pero no aclaró qué la hizo pedir esa protección.
[…]
El 24 de julio de 2011 Ordaz estaba de fiesta, pues una de sus hijas se iba a graduar ese día. Desde temprano comenzaron los preparativos.
Durante el día, Yolanda pasó buena parte del tiempo en la casa de su amiga Chacha, junto a sus hijas. Allí comió, tomó café, vio los noticiarios en la televisión y envió sus notas a Notiver como todos los días. A las 18:40 se fue a su casa. “Voy a descansar un rato”, le dijo a su amiga y a sus hijas.
Ordaz se fue caminando a su casa… Al llegar, se acostó a descansar. Cerca de las ocho de la noche recibió una llamada telefónica. Era Chacha; le dijo que la estilista estaba por llegar para peinar a su hija. Ordaz le respondió: “Avísame cuando todo esté listo. Yo pasaré por ustedes”.
Chacha volvió a marcar a las 21:40 horas, cuando ya todo estaba listo. Ordaz le respondió: “En un momento estoy con ustedes”.
Chacha salió de su casa acompañada de las hijas de Ordaz, para esperarla en la calle. La reportera no llegaba. A las diez, Chacha volvió a telefonearle a su amiga: “Te estamos esperando afuera, amiga, ya es hora”. Ordaz le respondió: “Ya voy en camino por ustedes”. Pero nunca llegó… Las niñas ya no fueron a la graduación. Los fotógrafos y reporteros invitados se quedaron esperándolas en el salón de fiestas. Dos horas después, las alarmas se encendieron.
[…]
De acuerdo con la reconstrucción de los hechos realizada por la procuraduría estatal y los testimonios de sus amigos, probablemente Ordaz fue levantada al salir de su casa, aun cuando los policías de la caseta declararon que no se enteraron de nada ni la vieron pasar.
Las hipótesis ministeriales marcaron otra versión: el o los presuntos secuestradores, quizá conocidos, llegaron a su casa, la invitaron a salir y luego la plagiaron. Lo cierto es que pasadas las diez de la noche la periodista ya no respondió su teléfono.
[…]
Dos días después, el 26 de julio, después de medianoche, el cuerpo de Ordaz fue localizado en la avenida Habaneras, en Boca del Río. Una versión sostiene que después de la medianoche una camioneta roja se detuvo a espaldas del diario Imagen. Poco después el pepenador la vio y dio aviso al primer patrullero que encontró. En el expediente del caso se alude al pepenador, pero no se le volvió a ver, ni siquiera se sabe su nombre.
[…]
Según las autoridades ministeriales, todo apunta a una venganza del crimen organizado, pues a la periodista se le vinculó con el grupo criminal de los Zetas. Sin embargo, a la fecha no hay un solo detenido por ese caso ni pruebas fehacientes de que haya sido un enlace entre el narcotráfico y algunos reporteros de la fuente policiaca.
Publicado en: http://www.revistavariopinto.com/nota.php?id=801&rel=revista&titulo=ejecuciones-de-periodistas-los-expedientes-fragmentos
