En Busca del Gigante, en medio de una crisis nacional económica, ética y lo social, ante el enano del tapanco que dirige Estados Unidos


enbusca26por Rodolfo Calderón Vivar

Hoy, en Córdoba,estoy en la presentación del libro «En Busca del Gigante», escrito por el abogado y periodista cordobés, León Ignacio Ruiz Ponce, y que es una publicación de la Editora del Gobierno del Estado de Veracruz, en una reedición de un texto que, paradójicamente, es más conocido en España que en la propia tierra del autor. Y esta presentación en el marco de una crisis severa de nuestro ámbito político, cultural, económico y de ética que afecta a todo el estado mexicano.

Y lo interesante es que la lectura de este breve texto, tan sentido y lleno de una narrativa entrañable y amena, recupera una vigencia contundente por el conjunto de valores que emanan de sus párrafos y que aluden a principios y marcos éticos de ese México de mediados de los años cincuentas y gran parte de los sesentas.

Un México concentrado en el amor filial, pleno y rotundo de sus hogares; en la admiración para sus  maestros y sus escuelas, pero aún más del conocimiento adquirido en las aulas, con propósitos muy claros de su relación con el entorno social. Una idea del bien traducido en relaciones de amistad basadas en la lealtad, el juego, la imaginación y la aventura compartida del grupo de niños a los que pertenece Nacho, el protagonista principal de la historia.

El valor de la imaginación en los juegos infantiles es resaltado en el texto, y es un valor que espero no se haya perdido totalmente  en nuestro mundo actual tan atado a un imaginario concentrado en pantallas luminosas de los celulares, las tablets y las computadoras, donde ya nada tiene que inventar el niño, porque los personajes, los escenarios y los conflictos en competencia ya está dados a partir de las ideas preconcebidas de programadores ubicados en los centros informáticos de California, China, Japón y Rusia.

Los personajes infantiles mostrados por Ruiz Ponce, no mayores quizás a los doce año, parecerían tener más años, según lo descrito, por ejemplo, en la página uno de la narración así:

«Nacho y Raúl se ven por la mañana. Después de comer, van juntos a la escuela, al cine, andan en bicicleta y platican largas horas. Recurren a la imaginación, no necesitan juguetes caros para pasarla bien; juegan al beisbol, se meten al automóvil del papá de Raúl, encienden la radio y se emocionan cuando escuchan que los cafeteros van ganando al cierre de la séptima, al son de tres carreras a cero. Son fanáticos de ese deporte, beisboleros a morir, pero también les gusta el ajedrez, ir a casa de amiguitas, comprarse nieves y tortas del Siboney, hacer bolita con sus compañeros de clase o de barrio y vivir plenamente los minutos  y las horas que sean necesarios para no dejar día sin memoria» Hasta ahí lo escrito por León Ignacio.

¿El valor de la imaginación? ¿Es acaso un valor?…Si, si nos atenemos a lo que es un valor por definición, en cuanto a que se trata de cualidad o conjunto de cualidades por las que una persona o cosa es apreciada o bien considerada. Y antaño, y creo que hoy también debe serlo, la imaginación de los niños en desarrollo escolar, como de los jóvenes y los adultos que van aprendiendo como resolver su presencia en el mundo, es un valor muy importante para desarrollarlo como  una herramienta fundamental en la vida de todos nosotros, que sirve para implementar la visión estratégica a partir de considerar las expectativas de construir diferentes escenarios posibles para nuestros objetivos en la vida.

El valor de la imaginación campea en todo el texto del escritor cordobés. La despliegan los niños de su historia, la amplían Nacho y sus hermanos, la demuestra el padre de familia, impresor de oficio, que le enseña a su hijo como generar un proyecto de trabajo , y dinero, a partir de editar blocs de papel para uso de comercios, a partir de reunir materiales muy sencillos que se convierten en productos atractivos y producidos en serie, que le permiten al niño contruir su plan de negocios en su ciudad natal

Hoy, el mundo moderno parece empeñado en centrar la imaginación de los niños en moldes, en plantillas , en narrativas multimediales ya prefabricadas para que el niño finja que se sumerge en mundos imaginarios, que no son producto de su imaginación propia sino de los programadores ya antes descritos. Ahí no se resalta el valor de la imaginación sino el habilitar destrezas manuales y visuales, que irán guiando a un futuro profesional de capturistas en el mundo cibernético que hoy gobierna el mundo.

Y como golpea esa carencia del valor de la imaginación en nuestro contexto mexicano actual. Mucho. Nuestras nuevas generaciones, quizás  una gran parte de los millenialls,  carecen de imaginación para construir mundos nuevos. Son seguidores de formatos preestablecidos a través de modas dictaminadas desde esquemas extranjeros y consumistas.  Muchos de ellos son jóvenes angustiados, deprimidos y alienados en mundo competitivo donde el valor del consumismo es el parámetro fundamental de su existencia.

Son muestras de una carencia total de imaginación y de visión, nuestras políticas públicas de los últimos años. Estamos guiados por soluciones establecidas desde el  extranjero para gobernar nuestro país. Las teorías del neoliberalismo y del libre mercado son de origen anglosajón, y pesan sobre nuestra forma de conducir al país, beneficiando a las grandes empresas transnacionales, aplicando duras reformas estructurales y limitando nuestro mercado interno, porque no desplegamos imaginación y visión para construir modelos económicos propios.

Recuperar ese valor de la imaginación que campea el libro de «En Busca del Gigante», parece ser una oportunidad de rescatar ese aporte para nuestras escuelas de nivel básico. Necesitamos imaginación, invención y visión para fortalecer nuestro país ante las agresiones de un mundo regido por potencias capaces de devorar economías pequeñas como la nuestra.

Queda otro valor muy importante marcado  en el libro de Ruiz Ponce. El del amor a la familia. En todo momento lo resalta el texto. Amor que se traduce no en imposición sino en respeto a muchas expectativas de los niños de la historia, en este caso Nacho, que son apoyados en la aventuras que emprende, en los sueños que aspira y en la búsqueda de respuesta que decide emprender solo.

Así, Nacho se va solo a México, en busca de ese hermano mayor que estudia allá, desplegando su propia habilidad para viajar hacia la capital y transitar en sus grandes avenidas en busca del domicilio del familiar admirado. Hoy, en un México asolado por la inseguridad, nuestros niños difícilmente salen de sus casas solos. Menos aún viajan a otras ciudades.  La confianza del amor filial de antes se ha convertido en la sobreprotección de los hijos de ahora, atados a la vivencia enclaustrada de condominios cerrados, fraccionamientos exclusivos, donde difícilmente se hacen amigos en libertad como se hicieron los personajes de «En Busca de un Gigante» (Ver pagina 16 y 17)

Peor aún, en un México actual tan asolado por la inseguridad y la crisis económica, cada día crece más el fenómeno de los hijos eternos en el hogar, que ahi pasan su niñez, su adolescencia, su madurez y muy pronto su vejez, porque la desconfianza familiar los impacta hasta el grado de cortarles las alas.

Implícito está en ese viaje de Nacho a la capital y después a Michoacán, un valor fundamental: el de la libertad. Nos sentimos libres cuando ya podemos volar con nuestras propias alas a otras partes de la ciudad, del país del mundo. Ese valor es constante en el actuar de Nacho y sus amigos, desde sus primeros años escolares hasta su ascenso a la adolescencia.

Y digo que es un valor universal, por que el ser libres es también lo que trae a México, a otros personajes importantes de lo escrito en el libro: los maestros catalanes. Ellos llegan tras una cruenta guerra civil donde se impone un golpe de estado derechista, por cierto en la historia del mundo, si revisan, son  los grupos de la derecha los campeones en dar golpes de estado en una nación.  Quedarse allá, era ir a prisión o a la muerte, es decir perder la libertad o la vida. La dramática derrota de la república española, de corte socialista, genera no solo muertos, sino cientos de miles, casi un millón, de exiliados españoles, que se van como refugiados, primero a campos de concentración en las fronteras de Francia y Portugal, y después huyen a países que les dan hogar y patria.

Y es ahí donde se da el fenómeno de los gigantes a que alude el nombre de la obra. Por que se debe ser un gigante para sobrevivir una diáspora tan angustiante y desgarradora de un país a otro, después de una guerra, como para ser un generoso gobernante que de hospitalidad, sustento y patria, a quien llega en estado tan miserable y triste al territorio que gobierna.

Hoy vemos que Estados Unidos no tiene un gigante de esas dimensiones. Donald Trump es un enano del tapanco, empeñado en cerrar las puertas a los inmigrantes y enlodar el propio espíritu marcado por su estatua de la Libertad, que es un símbolo de recepción de inmigrantes a Estados Unidos.

Pero nosotros si tuvimos un gigante, el general Lázaro Cárdenas, que no solo demostró su gran calidad humana y grandeza recibiendo a cerca de 30 mil refugiados españoles, en el año 1939, sino también su gran patriotismo, al expropiar la riqueza petrolera a beneficio de los mexicanos, para quitarlo de las manos de intereses extranjeros.

Los maestros españoles que se muestran en el texto de León Ignacio Ruiz Ponce son una referencia que existió en la realidad. Aunque el autor se empeñe en hablar de Villaverde, en realidad ahí está Córdoba, ahí su Colegio Cervantes, ahí el Siboney, ahí sus calles y avenidas que aún ahora existen con la misma numeración. Ahí están sus centros de recreo. Cerca está Acultzingo, donde en un escenario que fue real pero a la vez simbólico, el gran maestro exiliado les habla de la naturaleza y sus grandes prodigios, a una altura de alrededor de dos mil metros sobre el nivel del mar, donde está el famoso lugar llamado el Puerto del Aire.

Y es en el aula, donde abreva el valor del conocimiento, donde el niño Nacho y sus compañeros, aprenden, divirtiéndose y llenos de imaginación,  distintos saberes, que resaltan el valor del saber y del estudio, aparejando el de la responsabilidad del maestro para enseñar de manera personalizada, variada y amena.

Ahi, el maestro le habla con entusiasmo de la historia del México, donde radica otro valor, el del amor a la patria, patria que ya también es la del refugiado catalán del Colegio Cervantes. Asi como de diversos lugares de la república, vistoso y llenos de prodigios de la naturaleza. Como también le habla de Europa y sus culturas antiguas. Así como del dolor de España y sus refugiados. (página 29)

En el valor del conocimiento se sostiene esa gran aventura que emprende Nacho para escribirle al Príncipe Rainiero, monarca de Mónaco, recién casado con Grace Kelly, para saludarlo y felicitarlo por su boda. Ahi está implícito el valor del conocimiento aprendido en cultura general, conocimiento de países y habilidad de redacción, que los hace tomar una decisión intrépida, comunicarse con los monarcas de un país extranjero. Lo maravilloso de la anécdota es que recibe tiempo después la respuesta de parte del Monarca de Mónaco, con unas palabras de agradecimiento a su amigo mexicano, Monsieur Nacho, además del regalo de una colección de estampillas con el sello real y sellos conmemorativos de la boda real (pág. 38)

El valor del conocimiento abre puertas a nivel mundial. No en vano, hoy se menciona la preeminencia del valor del conocimiento en una era donde la información y la comunicación se diseminan como herramientas tecnológicas de penetración mundial. ¿Que no hubieran hecho los niños de la historia si hubiera tenido al alcance las herramientas del día de hoy? Y aquí surge otro cuestionamiento para la que dejó a la imaginación del lector, la respuesta: ¿Qué están haciendo los niños de hoy, con lo que aprenden en sus escuelas, teniendo a la mano todas esas herramientas de información y comunicación al alcance de su celular, su tablet o su computador?

El gigante del que se habla en el libro no es solo uno, son varios. Lo es no solo el General Lázaro Cárdenas, al que visita el pequeño Nacho yendo hasta Michoacán para conocerlo y que es un ejemplo de los valores de la buena fe y la corrección; lo es el Maestro Bargés, que le inculca el valor del conocimiento y la responsabilidad; lo es el padre de Nacho, que le inculca los valores de la imaginación, la benevolencia y el amor filial; lo son los refugiados españoles que vienen a nuestro país para mostrarnos el valor de la búsqueda de la  libertad; lo son muchos mexicanos que secundaron al General Lázaro Cárdenas en lo que se menciona en el libro como el día de la independencia de México, el 18 de marzo de 1938, para pagar en multitudes el dinero que exigían las compañías norteamericanas e inglesas  por la expropiación del pétroleo para ser administrado por los intereses mexicanos. Algo así como decir, al estilo Trump acerca de sus norteamericanos, el empleo es para los mexicanos y la riqueza que resulte de lo que venda la empresa, para los mexicanos también.

La moraleja resulta hasta bíblica: hubo un México lleno de gigantes que no solo tenia gobernantes que poseían  los tamaños suficientes para expropiar la riqueza energética del petrólea para que fuera administrada por mexicanos, con todos los beneficios que eso trajo para millones de trabajadores y miles de familias mexicanas,  y el propio desarrollo del país; sino que también  fue  un gigante para abrir las puertas  a miles de refugiados agobiados por la pobreza y necesidad de trabajar, y que fueron recibidos con los brazos abiertos en nuestra tierra.. Una tierra donde esos refugiados, sobretodo en la educación, se volvieron gigantes le dieron valor agregado al conocimiento adquirido en nuestras escuelas primarias y en nuestras universidades.  Una educación que preparaba a los hijos de los mexicanos para ser gigantes dispuestos a luchar por los valores de la imaginación, el conocimiento, la rectitud, la corrección, la buena fe , la benevolencia, el amor a la patria, la justicia y la libertad.

Por eso, este libro lo recuperaron unos maestros  españoles para editarlo como lectura de  apoyo en sus centros escolares de nivel básico, en su país. Ojalá nosotros lo recuperemos también para lectura en nuestros hogares y, por qué no, en nuestras escuelas del país. Tiene una buena dosis de ética  y aventuras, redactadas con una prosa  plena de detalles de lo cotidiano para narrar la epopeya de un México lleno de valores, visto a través de la mirada de un niño.

Y es una lectura que aparece justo cuando México parece estar escaso de gigantes…

(Texto de la presentación del Libro «En Busca del Gigante», de Léon Ignacio Ruiz Ponce, publicado por la Editora del Gobierno del Estado, en evento del Foro Multicultural del Patio de la Estrella de Córdoba. En Córdoba, Veracruz)

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