Por Celia Romero

A casi medio siglo de lo acontecido en Tlatelolco, el 2 de octubre, de una época donde la juventud se rebelaba a seguir cánones que la sociedad imponía, para los jóvenes de hoy no tienen significado, muy a pesar que marco un parteaguas entre lo rígido y la libertad que se goza y que costo muchas vidas.
Ese día, 10 mil jóvenes representaron a toda la generación sesentera, que describe Elena Poniatowska la escena con las palabras en su texto: “todos los testimonios coinciden en que la repentina aparición de luces de bengala en el cielo de la Plaza de las Tres Culturas de la Unidad habitacional Nonoalco-Tlatelolco desencadenó la balacera que convirtió el mitin estudiantil del 2 de octubre en la tragedia de Tlatelolco”.
Los que vivimos esos tiempos en México, al mismo tiempo que en otros país, se convirtió en una contracultura al exigir un cambio, que algunos historiadores a la distancia la llaman “marginalidades dinámicas”, porque brotó el sentir la necesidad del igualdad, el respeto por el otro, dando lugar a nuevos modos de vida.
Uno de estos movimientos fueran las feministas, clamando un trato igualitario y respeto a su pensar y sentir. Han pasado 49 años y todavía la sociedad mexicana no le cumple como se esperaba. Basta contabilizar los feminicidios que día a día se cometen para retroceder en la historia y observar la persistente miopía de los gobernantes.
