Primer estudio de cañones del siglo XIX en La Joya, municipio de Acajete


Por Mario Jesús Gaspar Cobarrubias

Después de 81 días de cuarentena, el pasado jueves 4 de junio reiniciamos actividades fuera de casa. Viajé a la ciudad de Xalapa para una reunión de trabajo, donde mis capacidades y experiencia podrán ayudar a reactivar la economía y generar nuevos empleos en el Estado de Veracruz. Tras cumplir con este compromiso, recorrí el centro de Xalapa con mi amigo don Luis Santillan y preparé mi equipamiento para el día siguiente.

Aproveché el buen clima reinante en la región tras alejarse la tormenta tropical Cristóbal, para viajar al hermoso pueblo de La Joya, a 23.5 kilómetros al noroeste de Xalapa. Es un sitio que he visitado en varias ocasiones desde 2014, en el transcurso de varias expediciones documentales por el camino real de Veracruz a México y cuando he impartido seminarios de historia.

Justamente en el centro del pueblo y en el cruce de la avenida Juan de la Luz Enríquez, que antaño fuera la calzada empedrada del camino real en su tramo de Xalapa a Perote, con el callejón Rafael Guizar y Valencia, se halla una pequeña explanada poligonal que se diseñó y construyó en 1998 por el presidente municipal de Acajete, Faustino González Gutiérrez. Teniendo la finalidad de servir como plaza cívica para el pueblo y para alojar una batería de cuatro cañones antiguos de bronce, que se hallaban abandonados en la calle y en una escuela primaria a unas cuadras de distancia. Estas bocas de fuego podrían tener como mínimo unos 175 años de antigüedad.

Hice mi arribo a La Joya alrededor de las 11:25 AM y me dirigí enseguida a este sitio. Para aplicar por primera vez, el test que diseñé para identificación y clasificación de antiguas bocas de fuego de avancarga, fundidas en hierro y bronce en los siglos XVI al XIX. Me puse a trabajar inmediatamente sin compañía de nadie, para realizar las mediciones detalladas de cada una de las piezas, a fin de determinar sus tipos, calibres, peso de la bala y si son de manufactura mexicana o extranjera.

Mi forma de ser es muy pro-activa, me gusta tomar la iniciativa y hacer las cosas sin esperar a que me digan que las realice. Aunque generalmente no lo digo o parece que soy torpe y tonto, mantengo mis sentidos en constante observación y evaluación de multitud de detalles. Por lo que busco siempre perfeccionar mi trabajo y alcanzar la excelencia en lo que hago y a través de la práctica constante. No por vanagloria sino porque hacerlo no está fuera de mi alcance. Por ello, mi equipo y herramientas están siempre en evolución y si puedo construirlos yo mismo, mucho mejor. La meta es adaptarme con éxito a la evolución del mundo en que me tocó vivir. La fama, gloria, dinero, prebendas, liderazgo, puestos y otras cosas que tanto le roban el sueño a muchas personas, vendrán por añadidura y como consecuencia natural del buen desempeño y no de un afán desesperado por poseerlas.

Mi humilde test artillero es una manifestación física de esa filosofía de vida. Algunos de los resultados de su aplicación se los comparto en la imagen que acompaña a esta publicación.

Mi actividad con los cañones se extendió hasta las 1:43 PM y como era de esperar en lugares así, atrajo enseguida la atención de algunos pobladores que se acercaron a preguntarme que hacía. Uno de ellos me preguntó «que si pensaba poner mi propia fábrica de cañones», y le contesté muy contento, que no era mala idea y que con las medidas haría los moldes.

Les hice participe de mi trabajo, les enseñé y expliqué el por qué de las mediciones en relación con mi test, que complementado con un abundante registro fotográfico y mediciones, me permitieron contarles que tipo de cañones son. Y que posiblemente, fueron parte de la fortificación que se ubicaba en el enorme cerro de La Joya, que servía, al igual que el Cerro Gordo y el Cerro del Chiquihuite, como sitio para concentrar tropas y artillería durante las guerras de Independencia (1810-1821) y del México Independiente (1821-1876).

El cerro de La Joya fue fortificado durante los conflictos de la Primera Intervención Norteamericana (1846-1848) y la Segunda Intervención Francesa (1862-1867), para cortar el paso a las tropas invasoras que subieran desde la costa de Veracruz hacia el altiplano, tras superar las defensas en el camino y la ciudad de Xalapa, antes de que llegaran a la fortaleza de San Carlos en Perote, de cuyo arsenal pudieron salir estos cañones rumbo a La Joya.

Otro posible origen, es que hayan sido parte del equipamiento de las tropas republicanas o conservadoras que pelearon muchas veces en La Joya entre 1862 y 1866, tanto para hostilizar a los franceses y austriacos, como para recuperar la ciudad de Xalapa.

En este pueblo existe la creencia que estos cañones son franceses y que proceden de la batalla del 5 de mayo de 1862. La realidad es muy diferente, pues conozco también la artillería francesa y sus piezas -particularmente las diez que participaron en esa famosa batalla- eran piezas de campaña con una manufactura más compleja y traían grabadas las flores de lis y banderas de Francia en su superficie. Los cañones de la Joya son de bronce, forjado más simple e idénticos a otros que he visto del ejército mexicano. El mayor de los cuatro es una pieza igual en tamaño y características al cañón «El Cangrejo» que descansa afuera del salón social del pueblo Cerro Gordo y que fue recuperado en 1933 del sitio donde el ejército mexicano posicionó una de sus baterías en apoyo de los batallones que cortaban el paso del camino real a los norteamericanos.

Los cañones españoles y mexicanos de avancarga del siglo XIX, suelen llevar grabado un nombre propio. De estos, en las piezas de mayor y menor tamaño, ya no se aprecia el texto por haber sido cementados en posición muy abajo o casi de costado. En los dos que califico como cañones de a 6 libras de peso la bala y que apuntan hacia ambos extremos de la avenida, se pueden leer todavía algunas letras. Lograr reconstruir los nombres será otra tarea de esta investigación.

Rota la desconfianza ante un fuereño, los dos señores de tercera edad con los que conversé, me dieron datos interesantes y me recomendaron que visitara la casa del señor Faustino, quien me contaría la historia de estos cañones. La joven sobrina de uno de ellos, me hizo de favor de tomarme las fotos con los cuatro cañones. A mi vez me hice unas selfies y capté parte de las ilustraciones de mi test con las piezas de artillería.

Más tarde fui a localizar al señor Faustino y tuve suerte de encontrarlo en casa y dispuesto a colaborar, Grabé la entrevista en video. Don Faustino es el mismo presidente municipal que hace 22 años ordenó hacer la plaza cívica y colocar ahí los cañones. Su nombre aparece en la placa conmemorativa. Me comentó muy orgulloso, que él es originario de La Joya y que por amor a su pueblo y su rica historia, es que hizo la plaza cívica, que ostenta además su asta para izar la bandera nacional. Aquí inician los desfiles de las escuelas los días que se conmemoran, como el 24 de febrero. Me dijo también que en el área de la escuela primaria quedaron sepultados otros cañones, que no se recuperaron por estar demasiado avanzados en su estado de deterioro.

También en este periodo se pavimentó la calzada del camino real compuesta de un empedrado de basalto volcánico, que aun puede verse en las proximidades del siguiente pueblo de San Miguel del Soldado, si se camina en dirección hacia la ciudad de Xalapa.

Desde su casa regresamos a la plaza cívica, y comentamos el famoso error que se lee en la placa del pedestal donde descansa el cañón más pequeño y del que mucha gente hace mención: MAXIMILIANO DE ASTURIAS y que sabemos que debería leerse como MAXIMILIANO DE HABSBURGO. Me comentó que efectivamente fue un error y la intención era que se leyera MAXIMILIANO DE AUSTRIA. Pero lo hecho, hecho está y lo importante era que se entendiera.

Me comenta que era una lastima que los turistas solo conocieran mayoritariamente La Joya desde la carretera federal, donde se concentran los comercios y restaurantes.Que no entraran al pueblo a conocer sus edificios de estilo neoclásico del siglo XIX ni su historia, donde había mucho desempleo en la actualidad. Le comenté de mis expediciones, de las veces que visité La Joya y que si bien no dependía por entero de mi, haría lo posible por incluir su pueblo en alguna ruta turística o recorrido histórico. A fin de que los habitantes tengan oportunidad de vender sus productos, servicios y haya alguna derrama económica para sus familias, independientemente del comercio que se hace en la autopista.

Antes de despedirme de él, intercambiamos datos y le obsequio un ejemplar de mi tríptico de la batalla de Tolome para que sepa quien soy. Acordamos en estar en comunicación para ver en que podemos colaborar juntos por saber más y dar a conocer la historia del hermoso pueblo de La Joya.

Conforme a mi costumbre, hice un registro fotográfico completo del sitio y los cañones a las 11:34 AM cuando inicié mis actividades y el cielo estaba bastante nublado. Conforme se fue despejando, hice otro a las 1:21 PM y otro final a las 3:38 PM antes de regresar a Xalapa. Así obtuve la perspectiva con diferentes luces y sombras ambientales.

Tras dejar a don Faustino, fui a conocer la escuela primaria de cuyo terreno procedían algunos cañones. Después bajé a la carretera a almorzar un delicioso caldo de pollo con verduras en un pequeño local atendido por un muy gentil matrimonio de la tercera edad; con quienes entablé una muy alegre conversación. Me recordaron porque el anterior 21 de diciembre de 2017, desayuné con ellos en compañía de mi amiga Ana Maria Andrade Rodríguez, el señor Ignacio Fernando Fonseca, la bióloga Guadalupe Elisea Cervantes y del corresponsal Enrique Ledesma Prieto, que por parte del periódico Imagen de Veracruz estaba cubriendo la travesía de mi expedición documental. Que del 9 al 23 de diciembre de 2017, caminó los 150 kilómetros que separan la parroquia del Santo Cristo del Buen Viaje en la ciudad de Veracruz y la fortaleza de San Carlos en la de Perote, cruzando bajo mi dirección y guía, el territorio de 11 municipios, viviendo la fascinante experiencia de pasar del clima cálido húmedo de la costa al templado de Xalapa y al frío seco de la llanura de Perote.

Después pasé a comprar un pan de nata y las famosas «galletas de cochinito» a base de panela de Perote. Dado que el cielo estaba ya bastante despejado, dediqué más de una hora a recorrer y fotografiar el bellísimo paisaje de La Joya. Así, capté la carretera, la monumental iglesia de San José del siglo XVIII y que domina el pueblo desde lo alto de un cerrito, la campana de 1698 y el horno antiguo de pan (1700-1760) que fueron rescatados durante la presidencia municipal de 2014 a 2017. Ostentaban unas hermosas placas metálicas informativas, pero ya fueron retiradas.

Tras hacer el último registro fotográfico de la plaza cívica y los cañones, me retiré de La Joya a las 3:40 PM, justo a tiempo de abordar el autobús que baja de Perote a Xalapa. El viaje fue muy tranquilo, pese a la amenaza de fuerte lluvia que se perfilaba y que he aprendido a identificar gracias a las decenas de viajes que he hecho a esta región desde 2010. Me bajé en la terminal de CAXA y transbordé el TRV que se dirige a mi ciudad Veracruz, a donde llegué antes de las 8:00 PM.

En el transcurso de mi viaje, observé con mucho interés las distintas reacciones de los viajeros y habitantes de Xalapa y La Joya en torno a la pandemia. Existe una enorme preocupación por el uso del cubre-bocas como si fuese una solución al problema y no una medida preventiva. Vi a muchos respirando con dificultad por acumular bióxido de carbono de su propio proceso de respiración y llevar cubre-bocas muy pesados o por no darse periodos de respiración normal para compensar.

Muchas personas no lo dejan ni estando solas y lejos del contacto de otros humanos, como si el virus se transmitiese como un nube a través del aire. Otras rehuyen a la proximidad de otra persona (a veces en forma muy ostentosa y hasta despreciativa). En el trayecto de Xalapa a La Joya, noté que muchos campesinos y señores de la tercera edad no lo llevan ni se muestran preocupados. Es como si la alarma fuese prioritaria de los que viven en las ciudades. Yo viajé tomando las medidas de seguridad acorde a la situación y a los momentos pero sin adoptar una actitud de visible pánico, alarma o rehuyendo la compañía de mis semejantes.

Escuché comentarios de gente muy alarmada, que se siente en peligro o adopta una actitud discriminatoria, con solo saber que alguien procede de Veracruz o de alguna zona con fama de alto número de infecciones, como si el virus tuviese un brillante e intermitente sello de localidad y pudiesen verlo a distancia. La única mención que oí acerca del virus, fue cuando almorcé en La Joya pero sin muestras de alarma o pánico.

Por las cosas que escuché, la preocupación se centra en la falta de trabajo e ingresos, como si el temor a morir por el Covid-19 hubiese sido reemplazado en el ánimo de muchas personas, por el de morir de hambre o a manos de gente desesperada o criminal, que saldrá en un futuro no muy lejano, a robar, saquear, destruir y asesinar si las cosas no mejoran. Los pronósticos más extremos sitúan el fin de la pandemia a 2 o 3 años con más de 100.000 muertos en México. Y la recuperación de la economía nacional a un estado similar a antes del 1 de diciembre de 2018, en unos 10 años. En todo caso, la segunda mitad del 2020 será todo, menos tranquila y optimista para millones de personas.

Tras más de 80 días en alarma, muchas personas al parecer se han adaptado a la sicosis colectiva o simplemente, se han resignado a soportar lo que venga, apoyados en su fe o en la creencia de que han vivido una larga vida y bien, por lo que no se irían insatisfechos al más allá. Me identifico en buena medida con estos últimos.

En estos meses de cuarentena, en que no estuve inactivo, subí un poco de peso y acostumbrado a una vida muy dinámica, mi cuerpo y mi mente ya añoraban los caminos, el cargar la mochila a la espalda, el asir mi vara de caminante, aspirar el aire de la montaña, sentir el calor del sol en mis mejillas por horas, hollar con mis pisadas a la Madre Tierras, sentir su poder y dejar que mi energía se expanda y circule a través de mi cuerpo, como la onda expansiva de la explosión de una supernova. Mis ojos extrañaban el azul del cielo montañés y la lluvia sobre mi cabeza.

Aunque muchas veces viajo sólo, se que realmente nunca lo estoy, mi Padre Celestial siempre camina a mi lado y no como una idea abstracta, sino como una realidad de la que puedo dar testimonio tan racional como puedo llegar a ser. Si fuese poeta, escribiría que en ocasiones es como ver más claro el cielo azul, más cerca las luz de las estrellas o escuchar música de los ángeles en medio del tráfico diario.

Eso refuerza mi fe, fuerza y autoestima permitiéndome llegar tan lejos como mi corazón desea y escribir hojas enteras en mi libro de vida.

Descansé una hora, cené y enseguida me puse a descargar las fotografías en mi computadora y a revisar mis redes sociales en Facebook e Instagram, de las que me desconecto totalmente cuando hago trabajo de campo, dejando solo Whatsapp y a veces Messenger para la comunicación con mi ciudad y mis amigos.

Espero regresar pronto a Xalapa para continuar con la participación en la reactivación de la economía y mi estudio de hornos de cal y piezas de artillería en distintos lugares, Por este rubro, he de visitar las piezas situadas en parques, museos, instituciones y colecciones particulares de Veracruz, Medellín de Bravo, Alvarado, Atoyac, Perote, Tlalixcoyan, Puente Nacional, etc. Si saben de otros lugares donde existan hornos de cal y cañones antiguos que se puedan visitar, por favor, no dejen de avisarme para agendar mi visita.

Será otro largo peregrinaje en busca del conocimiento, pero no será el primero que realice y muy seguramente, tampoco el último de mi vida.

Me despido deseándoles que tengan un dichoso inicio de semana al lado de sus seres queridos. Cuídense mucho.

¡Benditos sean todos!

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