ONCE AÑOS DE EXPLORADOR Y CAMINANTE

el

por Mario Jesús Gaspar Cobarrubias

por Mario Jesús Gaspar Cobarrubias, egresado de la Facultad de Ciencias y Técnicas de la Comunicación de la Universidad Veracruzana

Hoy, me desperté a esa hora y acaricié mi archivo personal donde están registradas y catálogadas por año, mes y día, más de 400 excursiones y expediciones mayores y menores en todos los tipos de terreno, climas y condiciones meteorológicas. Excepto los helados polos, los he pasado por la montaña, el desierto, la selva, las cuevas, barrancas, cañones, ríos, lagunas, túneles, etc. Por ello no envidio a nadie en sus éxitos ni en lo que pudiesen tener.

Con emoción hoy miré a las estrellas por mi ventana y con una solitaria lagrima en mis ojos somnolientos, recordé el cosquilleo casi eléctrico en mi piel, cuando hace once años, salí de mi casa sin avisar a nadie, con 5 litros de agua en la mochila, pan, frutas, un cuchillo, un machete y mi cámara fotográfica, para caminar solitario más de 20 kilómetros hasta el pueblo de La Antigua por las playas semivírgenes de mi municipio y el vecino. Me fui sin saberlo, por la Ruta de Cortés y el posterior camino real de Veracruz hacia México, los dos senderos que se convertirían, años más tarde, en eje importante de mi quehacer.

Regresé 14 horas después, asoleado, cansado, sediento con los ojos irritados, pero inmensamente feliz, irradiando energía por los poros y repleto de satisfacción por haber logrado mi meta. Fue mi primera ruta que preparé, tracé en el mapa y llevé a cabo con éxito a pesar de que nadie quiso acompañarme. Desoyendo las repetidas advertencias de familiares y amigos, de no «hacer locuras» ¿Pero que cosa que valga la pena realizar en la vida, el trabajo y el amor no constituye una locura al inicio a los ojos de quienes jamás lo intentan siquiera una vez?

No inicié mi «camino» por una crisis existencial, decepción amorosa, rebelión contra una educación demasiado rígida, por deporte, competencia, orgullo propio o por liberar adrenalina y emociones sin limites, sino por amor al conocimiento y a la búsqueda de la sabiduría a través de los procesos de investigación de nuestro pasado, combinando el estudio de los documentos con la experiencia de campo; una modalidad para la que mi profesión me preparó muy bien.

Esa madrugada al salir de mi casa no tenia consciencia de lo que iniciaba, de hasta donde llegaría y cómo. Once años después, puedo decir que no me arrepiento de haberlo hecho, pues todos mis sueños de ese entonces se realizaron y algunos con creces e incluso se agigantaron. Más de una década después, me siento feliz, confiado, autorrealizado y lleno de optimismo para enfrentar la siguiente etapa de mi vida.

No solo cambié, me transformé en una versión mejor de mi mismo como le sucede a millones que eligen este u otros caminos similares. El senderismo y la exploración fueron la vía de cambio para mi cuerpo, el amor a la historia y la geografía para mi mente y el ayudar a los demás a alcanzar las mismas metas nobles y más si se pudiera, el impulso para mi espíritu. En el proceso me destruí dolorosamente a mi mismo varias veces y con el mismo esfuerzo me rehíce una y otra vez hasta consolidarme en algo que valiese la pena vivir.

Puse a prueba mi valor y mi fe, sufrí mucho, pero silencié el miedo y el dolor en mi corazón y en los caminos, reencontré al Padre Celestial, al Todopoderoso, al Creador, a Nuestro Señor, como deseen llamarle. Y por todos los dones, maravillas y bendiciones que recibí del cielo y de innumerables buenas personas, algunas verdaderos ángeles en la Tierra, le prometí al Altísimo que dedicaría mi vida no solo a mi éxito personal y profesional, sino a ayudar a otros a conseguirlo, a que lograsen la misma autorrealización que yo experimenté. Solo le pedí que me guiase, nada más, pues yo, humilde e imperfecto hombre de carne y hueso, haría lo demás.

¡Y él me cumplió! Me acercó en el momento propicio a las personas y los medios adecuados. Me dio lo que quería: nunca le pedí una vida fácil y exenta de peligros, sino una vida justa donde al superarlos pudiese transformarme a mi mismo en algo mejor y mostrarles ese camino a otros.

La mía pudiese parecer la voz de un visionario y no la de un hombre de ciencia, pero de millones que inician conscientes o no su «camino», son innumerables los que nunca se transmutan del plomo al oro, los que se quedan como un indefinido metal a medio camino entre lo pesado y lo dorado o los que por miedo, cobardía o comodidad, renuncian a purificar sus impurezas en el ardiente fuego del crisol o solo lo hacen exteriormente en la carne, pero jamás en la mente y mucho menos en el alma.

Han sido once años maravillosos a pesar de todas las penalidades, incompresiones y riesgos, los mejores y más brillantes de mi vida, y agradezco a Dios nuestro Señor por haberme dado la oportunidad de poder decidir vivirlos y a todos mis queridos amigos, dentro y fuera de Veracruz, por haberme acompañado y apoyado en todo este tiempo. Y por ello mismo, les pido perdón por todas las veces en que les pude haber fallado o que no tuve la sensibilidad suficiente para comprenderles.

Hoy, en mi onceavo año de explorador y caminante, cierro un ciclo entero, el tercero, e inicio uno donde me esperan mayores responsabilidades y desafíos de todo tipo, pero voy hacia la cima confiado en que no solo lo lograré, sino que mi trabajo tendrá frutos positivos para el resto de la humanidad. Agradeciendo especialmente a quienes han confiado en mi, por darme la oportunidad de demostrar con hechos, lo que la experiencia y el estudio me han enseñado. Y más ahora que nuestro mundo tanto lo necesita al verse enfermo y despojado de esperanzas para afrontar el futuro.

¡Gracias a todos por acompañarme un día más!

Con cariño, su siempre amigo…

Mario Jesús
Octubre 9 de 2020

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