Siete Párrafos: El problema es el manejo de la verdad y la ética para darla a conocer sólidamente


por Rodolfo Calderón Vivar, egresado de la Facultad de Ciencias y Técnicas de la Comunicación de la Universidad Veracruzana

A la fecha, lo que resulta lamentable, es el manejo político de los sucesos de Teuchitlán, reducidos a una confrontación de opositores políticos, unos al frente del gobierno y otros en los frentes de la oposición, y enmedio de ellos un cauda de opinadores que pasan de las certezas hasta las especulaciones mas aventuradas previendo lo posible, sin que esto se llegue a concretar.

Resulta un espectáculo lamentable, que se repitan los escarceos y diatribas entre un periodista, para muchos incómodo, como lo es Carlos Loret de Mola, y las declaraciones oficialista en turno para convertirlo en el enemigo número uno, sujeto a descalificaciones diversas. Si el señor no dice la verdad, si miente y lo hace con dolo, pues hay mecanismos para llamarlo a cuentas, considerando que el derecho a la libre expresión puede tener sus límites, si de por medio está la mentira y la especulación infame. Pero el linchamiento mediático no es la pauta, por más que se esgrima el tan llevado derecho a réplica, en lugar de aplicar la ley, a secas.

Tampoco se vale que bajo el escudo del poder, en el caso de la defensa de la joven senadora Andrea Chávez, el senado Adán Augusto Lopez, saque el pecho engallado para llegar a la diatriba propia del macho mexicano, para condenarlo con la frase de ser un poco hombre, de manera retadora, como si esto se fuera a resolver con al estilo de los pleitos rancheros que engalanaron nuestro cine nacional de mitad del siglo pasado. El asunto es aclarar si dice o no dice a la verdad Loret de Mola en cuanto a que la senadora Chávez, se está autopromocionando políticamente con las caravanas de la salud que patrocina en Chihuahua, engalanadas con su rostro y sus nombres de manera espectacular en los costados de los vehículos que recorren poblaciones chihuahueñas, repartiendo consultas y medicamentos. En todo caso, dar a conocer si es legal o no legal la campaña de salud de Andrea Chávez, independientemente de los 800 mil votos que dice la senadora, que la avalan. Es un asunto de verdad, no de apoyos solidarios partidistas entre correligionarios.

La oposición está en lo suyo, magnificando a veces sobre bases endelebles sus ataques al gobierno en turno, pero no es sacando a relucir los fantasmas de Calderón, del Prian, del sujeto a juicio García Luna, y otros políticos de triste fama nacional, como se va defender un proyecto que intenta mantener una esperanza de cambio que todavía no se consolida en el país. De nada sirve un alegador senador como es Fernández Noroña que surja para ofrecer una respuesta contraria a lo que se dijo del rancho Izaguirre en Teuchitlán, basada en la corazonada de que no es un campo de exterminio dicho lugar, con tal de echar abajo la otra version, también producto de una corazonada, de que si lo es, por parte de lo que sostuvieron en todo momento dicha versión. En ese sentido, quien tendrá la última palabra es Gertz Manero, pero basado en una investigación fehaciente de lo que en ese lugar sucedió, no exento de crímenes de por medio.

Este país se ha vuelto una rebatinga de opinadores sujetos a criterios políticos, en donde la verdad se esconde y se escabulle, a ojos y oidas de los ciudadanos mexicanos, haciendo realidad ese dicho del escritor español, don Ramón de Campoamor que dice: «“En este mundo traidor, nada es verdad ni mentira, todo es según el color del cristal con que se mira”. Y si, efectivamente, sean guindas, azules, tricolores, verdes los lentes de los opinadores, la verdad que impera tiene ese color. Los del gobierno ven en cada crítica, sea basada o no en la verdad, un intento político para echar abajo sus proyectos y programas más consentidos. Los de la oposición buscan en toda fisura de las conductas de los gobernantes, una oportunidad para demostrar que la corrupción, la narcopolítica y la discriminación politica, son el sino del régimen en turno.

Creo que tenemos una herencia maldita que nos viene desde la independencia nacional y que ha prohijado en todas las épocas una falta de cohesión social que no nos ha permitido consolidarnos como una nación poderosa en lo político, en lo social y en lo económico. Por carencia de una cultura ética sólida, nuestra educación ha permeado en el fomento de antagonismos de todo tipo en los espacios culturales, sociales, laborales y que decir de los políticos y hasta los familiares, que nos impide avanzar como nación.

Somos propensos a actuar en camarillas, para las cuestiones políticas que atañen a casi todas las instituciones del país. Nuestros antagonistas en la politica gubernamental, escolar, comunitaria y hasta religiosa, se vuelven enemigos a vencer, casi a muerte simbólica o, a veces, real. Por eso varios hay que medran en el reino entreverado de decir medias verdades y medias mentiras, según la conveniencia de los resultados que les beneficien al decirlas. Nos mueven muchos egoismos y muchos miedos que impiden que practiquemos una ética tan sólida como para manejar, y buscar, la verdad a secas. Nos puede más ese dicho tan mexicano: «hay que chingar primero, porque los demás vienen chingando» que actuar por el bien común tan anhelado, basado en la confianza mutua. Asi somos, diria el clásico, y da tristeza que nada mejore, en ese aspecto de idiosincracia, pese a cambiar los gobiernos de este país.

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