
En el cúmulo de acusaciones, conjeturas, dimes y diretes que se manejan a través de los medios sobre los casos de políticos de Morena, y de otros partidos, pesan más los extremismos ideológicos, preferencias partidistas, malquereres mediáticos e insidias que un cúmulo de indicios, ya no digamos evidencias probadas, que realmente conduzcan a la cárcel preventiva a muchos de los actuales políticos en el ojo del huracán de la opinión pública.
No basta la investigación periodística para encauzar la causa judicial de algún político señalado en procesos de corrupción de débilmente vinculada, porque falta lo que yo denomino el eslabón perdido de las pruebas de una acusación legalmente consistente. Es bueno es el esfuerzo y talento de Carlos Loret de Mola para mantener en vilo a las audiencias sobre el caso de la Barredora y su relación con Adán Augusto López Hernández, pero las pruebas no aparecen.
Este esfuerzo informativo de Loret de Mola no es totalmente un producto original de una investigación periodística a fondo, desde sus orígenes, sino producto de alguna Garganta Profunda dispuesta a calentar el ambiente político distribuyendo un expediente legal que debió mantenerse en absoluta secrecía, para garantizar el debido proceso contra el presunto delincuente Hernán Bermúdez Requena. Hasta ahora no se le ha probado nada a esta persona y mucho menos a Adán Augusto López, cuya relación política con el detenido, es el único factor que se enarbola para toda una campaña de descrédito sobre él y su partido político, Morena.
En ese sentido, tiene razón la presidenta de la república, Claudia Sheibaun Pardo, cuando remarca que en todo momento cualquier acusación de algún delito cometido, solo será la Fiscalía General de la República, la que, por medio de sus investigaciones, deberá hallar las pruebas para indiciar a los culpables. Antes no. Y en eso, están incidiendo muchos medios. Adán Augusto ya fue procesado, culpabilizado y sentenciado por tribus mediáticas y políticas, que abonan a la causa del desprestigio de un gobierno que consideran totalmente corrupto, así dicho a grado extremo pero sin las pruebas del eslabón perdido de las culpas, que es lo que realmente falta.
Que todas las informaciones indican que Andy López Beltrán anda en este y en otro negocio, si ¿y qué? donde está, en primer lugar el delito evidente, y sobre todo las pruebas totales. No dudo que pueda ser cierto, pero enmedio de las conjeturas no hay una sola certeza jurídica de que delito del que se le acuse formalmente.
Que López Obrador es el verdadero jefe de la mafia huachicolera y de la «Barredora «, porque incluso él afirmó que no hay negocio corrupto del cual no esté enterado el presidente de la república, no es un prueba de nada más que de una excesiva verborrea histriónica que manifestó en muchos momentos de su mandato presidencial. Claro que el PAN, PRI y otros partidos ya lo sentenciaron e incluso ya quieren verlo en la cárcel, ya sea aquí en México o en Estados Unidos, pero faltan las pruebas decisivas, las corroboraciones fehacientes de una culpabilidad que hasta ahora no puede sustentarse en decires, ni en conjeturas, ni en suposiciones, y mucho menos en sesgos partidistas y electoreros.
Estamos mal acostumbrandos a llevarnos por la emoción del momento, y por nuestras creencias ideológicas, cuando se manejan así, tan extremistamente, los mensajes sobre la corrupción en México, que no alcanzamos a percibir que el tiempo, el inexorable tiempo, da al traste con las suposiciones de muchas acusaciones puestas en la palestra, y las pruebas suficientes y fundamentales nunca aparecen. Si, puede que todos los acusados sean culpables, pero puede que no, eso hay que investigarlo, pero no corresponde a los periodistas ni a los líderes políticos, asumir el papel de jueces que ya de antemano han dictado sentencias absolutas de los que ni siquiera están formal y jurídicamente acusados. Que el eslabón perdido de las pruebas puede ser ocultado por las autoridades para proteger a los suyos, puede. Pero también, puede suceder lo contrario, que a las propias autoridades gubernamentales, les convenga que aparezca ese eslabón de las pruebas, tarde o temprano, porque también puede ser conveniente que así sea, por razones de poder. Pero hay que esperar y no adelantarse antes de tiempo.
