
La oprobiosa forma en que se llevó al cabo la imposición de Rosario Piedra Ibarra en la Presidencia de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, ha enlodado el rostro del naciente gobierno federal que encabeza Claudia Sheinbaum y agregó otra capa de servilismo a la plasta que ya cubre desde hace rato al Morenismo y aliados del Senado, como también al de la Cámara de Diputados.
La desvergüenza y soberbia con que ‘patearon’ a los 46 aspirantes que en buena lid se inscribieron y pasaron el primer filtro e incluso expusieron -como si, ingenuos, los fueran a tomar en cuenta-, sus argumentos y méritos ante los integrantes de las Comisiones Unidas de Derechos Humanos y de Justicia del Senado durante el apresurado proceso de elección, fueron aún superadas cuando la lista se redujo a 12 y la deshonestidad llegó a su máxima expresión al incluir en las tres personas finalistas, a la peor calificada de ese grupo: Rosario Piedra Ibarra.
A la ausencia del mínimo de pudor institucional que ratifica y extiende hasta 2029 el mediocre y condicionado actuar de la CNDH, hay que agregar el pestilente olor a “poder transexenal” que generó este nombramiento. El solo hecho de suponer que la decisión en favor de Rosario Piedra Ibarra se tomó en Palenque, Chiapas, debilita a la presidenta de la República y acrecienta la sensación de mayor peso de los obradoristas coordinadores en ambas Cámaras, César Augusto López y Ricardo Monreal.
Sin embargo concentrar tanto poder también conlleva envidias y rencores y éstas se darán primordialmente entre los grupos de los agigantados legisladores que como en los pasados seis años tienen la misión de centralizar el control de las instituciones y el doblegar cualquier intento u órgano de resistencia, pero también ambiciones personales.
Internamente en Morena, pueden afirmar sin temor a equivocarse que con la devastación del Poder Judicial han derribado todas las limitaciones para el cambio de régimen propuesto por López Obrador y que materializa los sueños de Luis Echeverría Alvarez hace 48 años.
En este abigarrado panorama político, no es menor para Sheinbaum y para el expresidente AMLO, haber asegurado la ‘absorcion’ de la CNDH. Con ello se reducen las posibilidades de algún efecto drástico a causa de las denuncias hechas por jueces y magistrados ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y se neutraliza o limita la repercusión de cualquier otra acusación en Mexico.
Vamos, no importa la impudicia… todo controlado. Aunque estas aves lleven enlodado y hediondo todo su plumaje.
(Fotografía de Rosario Piedra Ibarra, titular de la Comisión Nacional de Derechos Humanos. Tomada de VICTORIA VALTIERRA/ CUARTOSCURO)
