Crónicas del LX Aniversario: El Arquitecto Enrique Segarra y la revolución de los universitarios


Por Magdalena Mulia Cabrera

Por Magdalena Mulia, egresada de la Facultad de Ciencias y Técnicas de la Comunicación de la Universidad Veracruzana, desde Cancún, Quintana Roo
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Enrique Segarra Tomas, rodeado de muchos alumnos suyos, sentado en el antiguo auditorio de la Facultad de Ciencias y Técnicas de la Comunicación de la Universidad Veracruzana, con su clásica mano sobre la barbilla y su mirada atenta a los discursos del momento.

Durante años se me encogía el corazón al preguntar a los amigos por el maestro Segarra; me daba miedo que me dijeran que había muerto.

Pero un día no tuve escapatoria; vivía en el DF, iba a mi chamba en el metro leyendo el periódico, y vi la esquela.

Siempre  es edificante recordar al maestro Segarra y  les comparto un recuerdo de él que me acompaña siempre y es una de esas espinas que no nos sacamos en su momento y se nos quedan para siempre clavadas en el corazón.

¿1972? ¿1973? uno de esos años.

El maestro Segarra era director de la facultad y lo era porque  -algunos lo han de recordar- hicimos una huelga demandando más más más de lo que se nos enseñaba (Miguel Guevara Rascón -qepd-, Miriam López Meza, Violeta, Cecilio, en fin, esa banda) y como consecuencia el maestro Valencia dejó la dirección.

Enrique Segarra Tomás, captado en la ciudad de México, en la época que empezó a ser conocido como uno de los más connotados arquitectos que trajo el exilio español a México

A la hora de designar un nuevo titular, sostuvimos la huelga exigiendo que fuera el maestro Segarra, cosa imposible, se nos explicaba, porque la ley orgánica establecía que los directores de facultades debían ser mexicanos por nacimiento, argumento que nos valía madres y no cejamos en nuestra demanda…ni entregábamos la facultad.

Para nuestra fortuna no quisieron echarnos a madrazos del edificio y sí en cambio la demanda encontró apoyo suficiente en el consejo universitario (que sesionó en Medicina, me acuerdo) y designaron al arquitecto Segarra como director, claro, disfrazando el cargo con un eufemismo, algo así como «responsable de la dirección» o «director interino».

Pues bien, ese año escolar fue para nosotros (Mendo, Higinio, Marisela, Rosa Estela Méndez, los compañeros del MSF, Margarita Valdivia, ¡Chelín y Clemencia! mis hermanos, el enano Cantú, esa otra banda) un año peculiar: mucha actividad política y casi nada de actividad académica.

Y para nuestras actividades revolucionarias que debieron haber cambiado al país (¡pero no sucedió, quién sabe por qué!) utilizábamos las instalaciones y equipo de la escuela como patrimonio de la Revolución -como era en realidad, qué chingao, y nosotros sus representantes en Veracruz, cosa que al arquitecto le causaba infinidad de broncas.

Un día nos llamó a la dirección (a Mendo, Higinio y yo) para hablar sobre eso y, con Mendo y conmigo, sobre nuestro desempeño académico ante la proximidad de los exámenes finales y nuestra infinita cantidad de faltas, que nos impedían presentarlos.

Trató de razonar con nosotros respecto al uso abusivo del patrimonio de la escuela, pero nosotros no razonábamos, ¡¡¡teníamos la verdad en las manos!!! y hablábamos en nombre de la Revolución (dios, la juventud!!!) y bajo estas premisas nos negamos a escuchar sus argumentos y llegamos muy lejos: Higinio lo llamó, ante mi complacencia y el espanto de Mendo, guardia blanca.

Eduardo  Mendo (+) y Magdalena Mulia inseparables amigos en la antigua Facultad de Periodismo y partícipes de la anécdota con el director de la escuela, Enrique Segarra Tomas, que hoy compartimos con ustedes

Espíritu superior al fin y al cabo, el maestro Segarra no tomó el exabrupto como la horrorosa ofensa que era, sino que….¡se puso a pensar si teníamos o no razón! (No merecíamos semejante grandeza, pero ¡cuánto la agradezco!) …

 

El maestro respondió indignado al insulto y nosotros reculamos, por supuesto, y no llegamos a ningún acuerdo: en lo posible, nosotros seguimos usando mimeógrafos, esténciles (¡prehistoria! ja ja), megáfono, teléfono y cuanto pudimos para seguir con nuestras actividades políticas, y se hizo de la vista gorda tanto como pudo.

Respecto a Mendo, yo y nuestras faltas, nos preguntó qué habíamos hecho a lo largo del año que nos había impedido asistir a clases y le respondimos la verdad; nos argumentó entonces que él, con Lenin, pensaba que uno de los más altos deberes del revolucionario era cultivarse, cultivar su inteligencia y ampliar su cultura.

Nos dijo que Marx, Lenin, Fidel etc. etc., nunca hubieran podido hacer lo que hicieron por la humanidad si no hubieran poseído la vastísima cultura que poseían; en fin, trató de hacernos considerar que también teníamos un compromiso revolucionario con el estudio…cosa que no consiguió.
Respecto al examen de historia de la cultura -su clase- nos dio la oportunidad de aprobar el curso mediante la presentación de un ensayo, sobre Neruda a Mendo -porque sé que te interesa la poesía, le dijo – y a mí sobre una obra de Marx (no recuerdo cuál), de 10 cuartillas de extensión y para presentarlo en un plazo determinado.

Edificio de la antigua Facultad de Periodismo de la Universidad Veracruzana, hoy de Ciencias de la Comunicación, en la esquina de Arista y Zaragoza

No hicimos el trabajo, por supuesto. Cuando faltaban un par de días para entregarlo, Mendo me lo recordó. Como teníamos otros asuntos urgentes qué atender (necesitábamos garantizar pipas con agua potable para la gente de Palmarillo, que había sido desalojada de un latifundio por demandar la devolución de sus tierras), yo lo resolví (¡!) pidiéndole al enano Cantú – perdón, al ex Diputado Isaías Cantú- que me ayudara escribiendo el ensayo, puesto que la obra en cuestión la habíamos leído todos. Él aceptó; y Mendo se puso a tomar notas sobre su tema.

Nos presentamos ante Segarra en la fecha señalada.

Entregamos nuestros «trabajos» y el maestro lamentó nuestro incumplimiento.

Mendo entregó varios papelitos con notas ¡manuscritas! (con su grafología críptica) y yo el rollo cantusiano, malo como el más malo jamás escrito.

Segarra entonces nos volvió a decir lo de la educación y la cultura de los revolucionarios pero nosotros respondimos, con más ardor que la vez anterior, que creíamos en la urgencia de la lucha y en eso empeñábamos nuestras fuerzas.

Y, otra vez, el espíritu superior del maestro: reflexionó sobre nuestras palabras, se le llenaron los ojos de lágrimas y nos dijo que a su edad ya no podía darse el lujo de cuestionarse si toda su vida había estado equivocado, pero que tampoco iba a ser un obstáculo para que nosotros -quizá- probáramos que estábamos en lo cierto.

Nos regresó al mundo con un 9 de calificación a cada uno…y para siempre con el alma conmovida y una deuda moral que nunca fuimos capaces de resarcir.

Durante los años restantes de nuestra vida en común, Mendo y yo nos avergonzamos siempre por las lágrimas de Segarra  de aquella tarde, pero ninguno de los dos tuvo el valor de hacérselo saber, ni de darle las gracias por su respeto y la grandeza de su alma.

Mendo se llevó esa carga en el corazón.

Yo todavía la traigo dentro.

Para lo que dure mi siempre.

(…)

(Nota de Editor:  El arquitecto Enrique Segarra Tomas, que fuera director de la Facultad de Periodismo en el inicio de los años setentas, fue combatiente en la guerra civil española del lado del ejército republicando, que fuera aplastado por el golpe de estado del  General Francisco Franco, en el segundo lustro de la década de los treinta del siglo pasado. Las fuerzas de Franco recibieron el apoyo de la Alemania nazi para derrocar al gobierno que ellos consideraban peligroso por su ideología izquierdista.  En la guerra civil, el arquitecto fue comandante principal del XII Cuerpo del Ejército de Ebro, en 1938.  Militante del Partido Comunista Español desde 1932, se consideraba de ideología anarquista. Fue exiliado a México en 1940, donde desarrolló una brillante carrera como arquitecto en la ciudad de México, aunque radicaba en el puerto de Veracruz)

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Foto del militante comunista y anarquista, Enrique Segarra, con el uniforme de Comandante del Ejército del Ebro que combatió del lado de los republicanos  contra ae ejército de Franco y Hitler, en la guera civil española de 1936-1939

Lectura recomendable sobre la historia de su vida: Segarra: mínimo segmento acerca
de un largo aliento vital*, texto escrito por Arturo García Niño. Haga click aquí

3 Comentarios

  1. Que gratisimos recuerdos han llegado hasta este encogido corazon..recordar y querer vivir por siempre esa época tan maravillosa que nunca se repetirs…mulia la gran luchadora
    ..mendo su eterno acompañamte …maravillodo simplemente he leido.todas estas cronicas y me vi envuelta en ellas
    ..

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