HISTORIA Y OBRAS DEL CONSULADO DE VERACRUZ (1795-1824)


Texto/Fotos:

L.C.C. Mario Jesús Gaspar Cobarruvias *

Desde que se establecieron las primeras relaciones comerciales en la historia de la humanidad, estas estuvieron sujetas a normas y costumbres que, sin estar sistematizadas, cumplían la función de organizar las relaciones de intercambio en el comercio.

En las diversas épocas de la historia económica, se han encontrado encontrado formas de regulación del mercado. El Jus Gentium en el imperio romano, tenía una cierta orientación comercial. Durante la edad media se inician las grandes aventuras comerciales y se organizan las primeras ferias internacionales que dieron origen al Jus Mercatorum, constituido por un conjunto de reglas que se aplicaban a los participantes del intercambio comercial. Se considera la Alta Edad Media (476-1000 d.C.) como el inicio del derecho comercial.

El nacimiento del derecho mercantil está íntimamente ligado a la actividad de los gremios o corporaciones de mercaderes que se organizan en las ciudades comerciales medievales, para la mejor defensa de los intereses comunes de clase. Los mercaderes de esa época se preocuparon por reglamentar sus relaciones económico-jurídicas con base en reglas consuetudinarias que eran aceptadas por todos los participantes; las corporaciones de mercaderes no sólo estaban regidas por los estatutos escritos,que recogían prácticas mercantiles tradicionales, sino que además instituyeron tribunales de mercaderes (jurisdicción consular) que resolvían las cuestiones surgidas entre los asociados; la justicia se administraba según los usos o costumbres del comercio.

Los tribunales comerciales recibieron el nombre de consulados o universidades de comerciantes, el nombre deriva del Consolat del mar, que a su vez procede del Consulato del Mare de Pisa y Génova en el siglo XII. Los primeros Consulados o Universidades de Mercaderes, tenían función básica consistía en vigilar la aplicación de las leyes y códigos comerciales en primera instancia, a través de un cuerpo colegiado que era elegido o nombrado dentro de los propios miembros del ramo mercante. En muchas ocasiones estos se combinaron con los gremios de navegantes, ya que el comercio exterior se realizaba principalmente por medios fluviales o marítimos.

El modelo fue repetido en varias ciudades del Mediterráneo, llegando a España a través de la Corona de Aragón gracias a la expansión comercial catalana por el Mediterráneo. En España uno de los primeros consulados en aparecer fue el de Valencia (1283); inicialmente se constituyó como una simple corte marítima y después, como una corte mercantil permanente con jurisdicción sobre cualquier tipo de disputa mercantil; posteriormente surgieron los de Mallorca (1343), Barcelona (1347), Perpignan (1388), Burgos (1494), Bilbao (1511), Sevilla (1543), San Sebastián (1682). El Consulado de Sevilla o Universidad de los cargadores de Indias congregaba a los principales embarcadores dedicados a mercar con América. Con la promulgación del Código de Comercio de 1829, los consulados de España dejaron de existir.

Los gremios de comerciantes de la época establecieron tribunales encargados de dirimir las controversias entre sus agremiados, sin las formalidades del procedimiento, sin aplicar las normas del derecho común, sino los usos y costumbres de los mercaderes. Así fue creándose un derecho de origen consuetudinario e inspirado en la satisfacción de las peculiares necesidades del comercio. Las resoluciones de estos tribunales fueron recopiladas, ora conservando su forma original, ora redactadas en términos generales y ordenadas sistemáticamente, formando estatutos y ordenanzas.

Afirmado el dominio español en el continente americano se procedió a organizar los territorios. Para el aspecto comercial se crearon los Consulados de Comercio, siendo el primero de ellos el formado en la ciudad española de Sevilla en 1543, con el cual se controlaría el comercio entre España y todos sus territorios externos.

En el caso americano se fundaron los de Lima en 1613 y poco antes el de México en 1592. Este último se creó en base a una petición de los comerciantes españoles que residían en la ciudad de México, a donde debían transportar sus mercancías para luego exportarlas a Europa vía el puerto de Veracruz. En la Nueva España se adoptaron las costumbres europeas para la regulación del comercio y los argumentos para crear el Consulado de México fueron que cada día surgían litigios y disputas, desacuerdos y diferencias sobre las cuentas de las compañías, las consignaciones, fletes y seguros, riesgos, daños, vías de agua y pudrimiento, pérdidas, quiebras y desfalcos. El ajuste de estas cuestiones en las cortes ordinarias era lento y costoso; en cambio, las cortes de los gremios como las de Burgos y Sevilla evitaban a los mercaderes pérdidas y gastos innecesarios.

El Consulado de México o Universidad de los Mercaderes de la Nueva España, fue creado por cédula real el 13 de junio de 1592, e instalado en la capital del Virreinato en 1593; su jurisdicción abarcaba lo que se llamó Nueva España, Nueva Galicia, Guatemala,Soconusco y Yucatán.

Formado el Consulado de México, empezó a controlar en forma monopólica junto con el de Sevilla el comercio entre la Nueva España y Europa, para lo cual podían recurrir a la fuerza pública del reino, excluir a los comerciantes que no demostraran cierta capacidad económica básica y pasaran una especie de examen sobre las leyes que le eran propias al gremio. El Funcionamiento del Consulado era sencillo:

A) En el caso del comercio exterior, los únicos lugares donde podían comerciar los agremiados de México eran los puertos de Manila y Sevilla, controlados por consulados a su vez, en el comercio simple y diario, una persona podía comerciar directamente en estos o por medio de un representante legalmente nombrado, el cual podía tener contrato con varios comerciantes.

B) Se comerciaba solo con los miembros del consulado del lugar, terminadas las transacciones, el pago se hacía en efectivo con moneda resellada, en diversas formas siempre se prohibió el intercambio en especie, en especial en polvo de oro y cartas de crédito ya que eran fácilmente falsificables.

C) Luego el comerciante o representante debía comprar el flete para sus mercaderías, con las dos flotas que tenían permitido ese trabajo, la Flota de Filipinas(conocida mejor como la Nao de China) para la ruta Manila – San Francisco –Acapulco, o la Flota de Indias para la ruta Veracruz – Habana – Canarias –Sevilla.

D) El pago en este caso se podía hacer en especie y se embarcaba como parte del tesoro real, por lo que estaba libre de alcabalas e impuestos.

E) En tierra firme como eran las rutas Acapulco – México y México – Veracruz, el transporte se hacía por medio de recuas los cuales eran una especie de caravanas, formadas por cientos de animales y decenas de hombres que las controlaban y vigilaban, estos debían estar autorizados para realizar el transporte ya que al paso por las poblaciones se debía pagar un impuesto por la carga (llamado alcabala), lo cual debía estar bien calculado dentro de los costos.

F) Llegado a destino el arriero debía entregar la mercancía al destinatario en base a una carta llamada guía de derrota o derrotero, la cual contenía la lista completa de los artículos.

Es así como la mercancía llegaba a los mercados de los Consulados. En estos parianes los comerciantes podían vender al menudeo o mayoreo sus mercancías, sin restricciones en el valor agregado a su mercancía, lo que en muchas ocasiones se negociaba entre ellos para mantener altos los precios. Así salían las mercancías a otras partes del reino. Desde el Parián de la ciudad de México se enviaban las mercaderías a otras partes del virreinato, al norte por medio del Camino Real de Tierra Adentro, al sur por medio de Acapulco de donde eran embarcadas las mercancías a Chiapas y Centroamérica. Por razones de monopolio el comercio entre los diferentes virreinatos de América, estuvo estrictamente controlado por lo que no se podía enviar nada a Sudamérica.

En la vida diaria se cometían muchas irregularidades, cuya solución estaba en primera instancia en el tribunal del consulado, a este llegaban casos tan típicos como:

A) La falta de pago y el manejo inadecuado de mercancías frágiles.

B) Otros más especializados eran los concernientes al uso de cartas de crédito o moneda falsificadas o alteradas.

C) La reclamación de mercancía siniestrada ya sea en un naufragio o en las aduanas,las cuales en caso de no ser reclamadas luego de un tiempo se ponían a subasta pública, teniendo como beneficiario el virreinato.

D) Un caso más especializado era el pago de multas por la realización de comercio ilegal, como era el caso de las casas sevillanas que servían de prestanombres a comerciantes ingleses, por no mencionar a las casas de México que sirvieron a casas comerciales inglesas, francesas y estadounidenses.

Es de hacer notar que el comercio se restringía en el caso de los productos que competían libremente con el comercio proveniente de España y el comercio de cosas suntuarias, en el primer caso se incluía el mercurio necesario para la minería, las telas y ropas finas,las cuales como en el caso de la seda, debían ser llevadas primero a España para luego ser devueltas a Nueva España, ya sea en bruto o como prendas de vestir.

En el caso de mercancías comunes como harina, verduras y carnes el comercio no fue tan restringido, al grado que la misma Veracruz comerciaba con los harineros estadounidenses y británicos para hacerse de la harina necesaria para los bizcochos que se embarcaban como ración en las naves de la Flota de Indias.

La serie de conflictos entre España, Francia, Inglaterra y Holanda en el siglo XVIII marcaron el inicio del fin del monopolio de los consulados español y novohispano. Demostraron la urgente necesidad de una nueva política mercantil en el imperio español: era imprescindible sustituir la Carrera de Indias por algo nuevo, capaz de reactivar el drenaje hacia la Península de las riquezas americanas, y de darle nuevas dimensiones en un contexto internacional radicalmente diferente.

El 16 de octubre de 1765 se publica el Decreto del Comercio libre. Con este Decreto se rompe el secular monopolio de la Baja Andalucía en el comercio con América. El decreto contenía:

A) La habilitación, para el comercio con Cuba, Santo Domingo, Puerto Rico, Margarita y Trinidad, a nueve puertos peninsulares situados en todas las fachadas marítimas del país.

B) Los puertos habilitados serían Cádiz, Sevilla, Málaga, Alicante, Barcelona, Cartagena, Santander, La Coruña y Gijón.

Se suprimió el derecho de palmeo y se estableció otro del 6% sobre el precio de los productos nacionales, y de un 7% sobre las mercancías que procedían del extranjero. De 1765 a 1778, la Corona fue extendiendo las medidas innovadoras. En 1768, las nuevas normas reservadas al Caribe se hicieron extensivas a Luisiana y en 1770 a Yucatán y Campeche. A comienzos de 1778, se abrieron al comercio libre, en América, el Pacífico sur (Perú y Chile) y el Río de la Plata; en España, Almería, Tortosa, Palma de Mallorca y Santa Cruz de Tenerife en Canarias.

El 12 de octubre de 1778 el rey Carlos III firmó el Reglamento para el comercio libre y como consecuencia, el comercio entre la metrópoli y las colonias se quintuplicó en una década. En América los más favorecidos fueron los mercaderes afincados en Buenos Aires y Valparaíso. En la parte explicativa del documento, el monarca puntualizaba que “Teniendo como fin la felicidad de todos sus súbditos, había llegado a la conclusión de que sólo un comercio libre y protegido entre europeos y españoles de América podría restaurar la agricultura y la industria”.

La Nueva España, inicialmente fue dejada de lado, sin duda por el temor de que la gran prosperidad que gozaba por esos años indujera a los mercaderes a despreocuparse de zonas menos boyantes, lo cual iba en contra de la idea rectora del proyecto. Pero el 29 de febrero de 1789, se amplió el comercio libre a México y a todos los puertos de América. Como uno de los objetivos había sido proteger a los súbditos peninsulares y americanos contra una competencia extranjera cada vez más agresiva, como la de los ingleses, se incluyeron en el Reglamento unas disposiciones en ese sentido.

No obstante, el libre comercio fue resistido por los comerciantes limeños y novohispanos. Siendo el Consulado de la Ciudad de México el primero en establecerse en las indias, constituía una institución tan poderosa al agrupar a los almaceneros de la capital que, al suponerse como una de las barreras en lo concerniente a las reformas borbónicas que se querían imponer en la Nueva España, se buscó la abolición de tal monopolio comercial mediante la expedición del ya citado Reglamento de comercio libre de 1778 –precisamente en su artículo 53-, el cual sirvió de base para la creación de los nuevos consulados de Guadalajara y Veracruz en 1795, con los cuales el Consulado de México inevitablemente tuvo que compartir su poder, sin peligro de desaparecer.

Al ordenarse la habilitación de consulados en todos los puertos habilitados en América para el comercio libre, éstos se constituyeron en “auténticos órganos administrativos, desprovistos de toda iniciativa y destinados a desarrollar las directrices trazadas por el gobierno”. Estos nuevos consulados, además, poseían el distintivo de su integración al contener tanto comerciantes como hacendados, agricultores y navieros españoles y criollos.

De esta manera, el Estado español dictaba sus reglamentos, y mantenía el control sobre su conducta. De alguna manera se intentaba privilegiar el poder del estado metropolitano dentro del imperio, al tiempo que disminuía la influencia de las corporaciones antiguas.También por esta razón, el Consulado de México quisiera oponerse a la fundación de dos nuevos consulados rivales como el de Guadalajara y Veracruz. Estos últimos fueron fundados en 1795 por cédula real. Del Consulado de Puebla no existe cédula real que lo estableciera; sin embargo, algunas referencias mencionan su funcionamiento en 1807 y 1820.

La ciudad de Veracruz, aparentemente poco favorecida por la competencia jurisdiccional del Consulado de la ciudad de México durante siglos, la definición de sus funciones siguió, a grandes rasgos, el camino abierto por el Consulado de Caracas, creado por real cédula del 3 de junio de 1793, siendo el tercero en América. Ambas ciudades mantenían una interesante relación comercial. De hecho, la gran actividad desplegada con motivo de la Guerra de los Siete Años o la guerra de independencia de las colonias inglesas, tuvo consecuencias importantes para Veracruz, elemento clave de la relación triangular establecida con Cuba y Estados Unidos.

Entre ellas destaca la formación de un grupo de comerciantes —en su mayoría nacidos en la Península-—que, con el tiempo, lograron romper la hegemonía ejercida por los mercaderes de la ciudad de México.

En 1781, un grupo de comerciantes radicados en la ciudad de Veracruz solicitó de la corona española el establecimiento de un consulado de comercio, a través del ministro José de Gálvez. Tenían inversiones de compra-venta de grana y algodón, también eran asentistas en el mercado de nieves, carnes, granos y harinas, teniendo además una fuerte participación en la administración, gobierno municipal y obras piadosas. Destacan los nombres de Pedro Antonio de Cossío, Pedro Miguel de Echeverría, Pedro de Cos, José María Quirós, entre otros.

En 1788, el apoderado de los comerciantes veracruzanos en la corte, Pedro Corbalán, apoyó la representación de los veracruzanos, a los cuales se unió un acaudalado comerciante radicado en el puerto, Thomas Murphy, representante de una gran familia de comerciantes europeos con intereses en Estados Unidos. Lo mismo hizo el virrey Revillagigedo, quien fue defensor de la creación de nuevos consulados en la Nueva España y de la liberación del comercio en América: Nueva España con Perú o con el Caribe, además del fomento comercial dentro del virreinato mexicano, actitud gracias a la cual se construyeron caminos carreteros entre Veracruz y la ciudad de México.

A pesar de las resistencias internas del Consulado de México, el Consulado de Veracruz alcanzó la existencia formal por real cédula del 17 de enero de 1795, siguiendo los estatutos del de Bilbao, para todo aquello que no estuviera mencionado en la real cédula de creación. La jurisdicción del nuevo consulado abarcaba la gobernación de Veracruz, e incluía además al pueblo de Xalapa de la Feria, parte integrante de su esfera de influencia comercial.

El escudo heráldico del Consulado de Veracruz fue el mismo que el de la ciudad de Veracruz, con el añadido de simbólicas alegorías mercantiles.

Para su integración, como consta en la Real Cédula de creación y de la misma manera que su contraparte en Caracas, el Consulado de Veracruz estaría conformado así:

A) Por un prior, dos cónsules y nueve conciliarios —renovados anualmente por turnos. y un Síndico, todos con sus respectivos Tenientes, un Secretario, un Contador, y un Tesorero.

B) Asimismo,y para mayor comodidad de los litigantes, se contará con Diputados en los lugares de mayor comercio donde sean necesarios, los cuales determinarán solamente acompañados de dos Colegas, lugares como el pueblo de Xalapa de la Feria.

C) Para la erección del Consulado, los funcionarios han sido nombrados en la Real Cédula para ocupar los respectivos oficios. Y es hasta cumplido el tercer año de la erección del Consulado, que saldrá el Prior, el primer Cónsul, y los cinco primeros Consiliarios con sus Tenientes, para que, en adelante, y a partir de la nueva elección, los oficios se cumplan de manera bienal

D) La elección de estos funcionarios se realizaba de manera indirecta, a través de veinte electores que lo hacían de manera secreta, siendo de dos años el cargo respecto del Prior y los Cónsules. Cada elector propondrá un sujeto distinto, “el que en Dios y en conciencia le parezca mejor para cada uno de los cinco Oficios”. Se formarán cinco listas, de cuatro sujetos cada una, y el primero que salga encada sorteo se tendrá por elegido para aquel oficio, y el segundo para su Teniente.

E) En la elección sólo podían participar aquéllos mercaderes que estuviesen matriculados, esto es, los que cumplieran los requisitos de edad, propiedades y ocupación para pertenecer al gremio.

El Consulado de Veracruz fue formado inicialmente por Andrés Gil de la Torre (prior) Manuel de Viya y Gijava (teniente), Miguel Ignacio de Miranda (cónsul primero) y Remigio Fernández Barrena (cónsul segundo). Francisco Carballeda como secretario, Juan Francisco de Alvizuri como contador, José Mariano Almanza como tesorero, Manuel Lerroux y Francisco Bello como porteros y Matheo Badillo como diputado en Xalapa.

Otros comerciantes miembros del Consulado fueron Tomás Aguirre, Manuel del Valle, Pedro Miguel de Echeverría, Pedro de Garay Llano, Juan Manuel Muñoz, Manuel García Romay, José Ignacio de Iriarte, Juan Bautista de Izaguirre y Domingo de Lagoa y Miranda (conciliarios). José de las Plazas, Francisco Guerra y Agreda, Miguel de Lizardi, Pablo Frayle de Santa María, Juan Antonio Serrano, Juan de Vieyra y Sousa, Alberto Herrero y Francisco Durán (tenientes). Antonio María Fernández (síndico) y José Ramírez de Aguilera (teniente).

Fueron secretarios los ilustres señores Vicente Basadre (1795-1802), José Donato de Austria (1803-1805) y José María Quirós (1806-1824), quienes dejaron una extensa documentación que da testimonio del enorme alcance que tuvo el Consulado de Veracruz en beneficio de su ciudad y de las intendencias de Veracruz y Xalapa. Sus memorias refieren sobre la agricultura, el reparto de tierras, la colonización de las baldías, los nuevos cultivos, los caminos y puentes, etc. Son lamentables las guerras que sobrevinieron en Europa y América, pues paralizaron el comercio del cual se proveían los comerciantes de fondos para financiar los proyectos, reformas y obras pías necesarios para sacar a la región del atraso en que estuvo sumergida durante siglos.

El comerciante don Donato de Austria también es recordado, porque en su casa de Veracruz se alojó el joven Simón Bolívar -de apenas 16 años y acompañado del también adolescente Esteban Escobar- durante su estancia en el puerto del 2 al 25 de febrero de 1799, antes de partir por el camino de Xalapa y Puebla hacia la Ciudad de México, donde fue recibido en la casa del oidor Guillermo de Aguirre.

Su objetivo principal era la más breve y fácil administración de justicia en los pleitos mercantiles, “según estilo de mercaderes, sin dar lugar a dilaciones: suponiendo, que estas causas son sumarias sin libelos y sin asesor jurisperito”, así como la protección y fomento del comercio en todos sus ramos.

Disponía de dos órganos para cumplir su función:

A) El TRIBUNAL propiamente dicho cumplía con una función jurídica, agilizando los trámites y resolución de pleitos comerciales sin la tardanza que suponía subir y bajar de la ciudad de México.

B) La JUNTA DE GOBIERNO que se dedicaba fundamentalmente al fomento y a la protección del comercio (nuevos cultivos; desarrollo de vías de comunicación, construcción de puentes, abastecimiento de agua dulce, reparación y ampliación de los muelles, instalación de un almacén de repuestos para los barcos, construcción de faros, etc.). De este organismo provienen las memorias, los informes y las estadísticas recopilados con el fin de fomentar la economía de la provincia.

Por Veracruz cruzaban muchos millones de pesos en mercancías y efectivo cada año. Se calculaba, por ejemplo,que artículos por más de 60 millones de pesos entraban anualmente a Nueva España por ese puerto y que cerca de otros 15 millones de pesos se enviaban como remisibles a España y el Caribe. Debido a esta importancia económica y a su posición geográfica, Veracruz estaba considerada también como el bastión defensivo militar de la Colonia, por lo cual en este puerto se concentraron fuerzas militares desde su fundación en el siglo XVI, con especial mención del castillo de San Juan de Ulúa

No obstante, y a pesar de ser la principal puerta de acceso al reino de la Nueva España, Veracruz –al menos en los primeros dos siglos del periodo virreinal-, era una ciudad pobre, apenas habitada de manera intermitente por arrieros y comerciantes. Sin embargo, esta pequeña ciudad portuaria habilitó una red de comercio internacional entre Asia,Europa y América, que dio origen a diversas relaciones de intercambio en “el siglo de la depresión española”.

Un efecto poderoso del libre comercio, bandera de los nuevos consulados de Veracruz, Guadalajara y Caracas,es que los comerciantes del interior, al ser suprimido el sistema de flotas dela Carrera de Indias y las ferias como las de Xalapa, bajaban directamente a la ciudad de Veracruz a comprar en trato directo con los comerciantes peninsulares, sin intermediarios y sin el impuesto que había que pagar para introducirlas a la Ciudad de México. Por lo que el monopolio y arbitrariedades de los comerciantes capitalinos había llegado a su fin y había razones para invertir económicamente en Veracruz, quitándola de ser ciudad de paso y llevándola a ser habitable con comodidades ante el auge de tener más de 200 navíos europeos y de las costas cercanas en su puerto anualmente.

La gestión del Consulado de Veracruz ayudó poderosamente a convertirla en una ciudad de asentamiento permanente para los españoles y criollos enriquecidos y a darle una fisonomía suntuosa, que sin llegar a equipararse con Puebla o la capital, mejoró mucho la impresión de los viajeros que le llamaban “el cementerio de los europeos”. A mediados de 1650 su población era apenas de unas 6.000 personas, pero a fines del siglo XVIII sobrepasaban los 20.000, 4,000 de ellas viviendo en caseríos fuera de la muralla y sus baluartes. Se añadía una población flotante de 15.000 compuesta por marinos, comerciantes, viajeros, militares y arrieros, pues al año bajaban desde el interior 50.000 mulas, coches y literas.

Dotados de un fuerte espíritu emprendedor, el Consulado de Veracruz funcionó entre 1795 y 1824, realizando sus miembros inversiones antes y después de su fundación, para una serie de importantes obras en la región bajo su jurisdicción. Además de realizar una extensa modernización de la ciudad y puerto de Veracruz, dotándole de la infraestructura necesaria para enfrentar los retos comerciales y militares del siglo XIX. Una centuria antes que se hicieran las grandes obras portuarias del presidente Porfirio Díaz, que ampliaron y actualizaron lo construido por el gremio de comerciantes veracruzanos.

Muchas de sus obras aún subsisten–causando admiración y siendo eje del turismo cultural- y de las desaparecidas existen abundantes testimonios:

1. Su obra magna fue el camino real Veracruz-México por la ruta de Xalapa-Perote, proyecto de 143 kilómetros con una calzada de 12.5 metros de anchura, unida por 15 puentes de mampostería y 3 de madera y apoyada en el desagüe por 223 alcantarillas o puentecillos, dirigida por el maestro mayor e ingeniero Diego García Conde. Se construyó entre 1803 y 1812, finalizándose solo en un 70% a causa de la Guerra de Independencia y la bancarrota económica del Consulado de Veracruz, endeudado fuertemente, pues en 9 años invirtió en esta obra alrededor de 2.734.603 pesos y 3 reales. Esta calzada, renombrada como Camino Nacional en 1824, fue la antecesora de las primeras carreteras y calles modernas de muchas poblaciones del estado de Veracruz, que se construyeron en gran parte encima de las obras coloniales en el siglo XX y continúan avanzando desapareciéndolas.

Camino real Veracruz-México
Vista del Camino real entre las ciudades de Veracruz y México por la ruta de Xalapa-Perote, en un tramo empedrado en San Miguel del Soldado el 18 de mayo de 2014  (Fuente: Archivo del Lic. Mario Jesús Gaspar Cobarruvias)

2. El enorme Puente del Rey sobre el turbulento río de La Antigua, edificado entre 1805 y 1807, con 7 arcos y una gran alcantarilla, 302 metros de longitud total, 10 de ancho y 15 de altura, sigue prestando servicio en la carretera federal 140, uniendo las antiguas jurisdicciones de Xalapa y Veracruz, con sus pueblos aledaños. Además de que habilitó finalmente el Camino Nuevo que el Consulado trazó desde Veracruz por Santa Fe y Paso de Ovejas, abandonado el camino original por La Antigua, impracticable en los meses de inundaciones anuales.

Puente del Rey
Vista del Puente del Rey sobre el río La Antigua  (Fuente: Archivo del Lic. Mario Jesús Gaspar Cobarruvias)

3. El camino real edificado por el Consulado de Veracruz estaba unido por 18 vitales puentes: 11 puentes de mampostería nuevos, 4 recompuestos edificados entre 1758 y 1791, así como 3 de madera en Las Vigas, Paso de Lagartos y Río Grande. Los nuevos se construyeron amurallados, muchos siguen en pie a más de 200 años de su construcción en las localidades de Plan del Río, Río Sedeño, Cruz Verde (puente de la Hoya), Río Copale, Puente Nacional (Puente del Rey), Puente Jula (Puente de Tula), Lagartejos (Paso Lagartos), Río San Juan y Río Medio (puente de Enmedio). Han desaparecido por la furia de los elementos de la naturaleza o la mano del hombre, los 3 de madera y los de Paso de Ovejas, Tolome y Vergara. Fueron reparados los 4 de mampostería que ya existían antes de 1803 en Plan del Río, El Encero y Las Ánimas.

4 puentes
Vista actual de los 4 de los 11 puentes de mampostería edificados por el Consulado de Veracruz entre 1803 y 1812  (Fuente: Archivo del Lic. Mario Jesús Gaspar Cobarruvias)

4. El gran muro de contención en la cañada de Plan del Río levantado en 1803, de 209 metros de largo y 5 de alto, que permitió abrir el Camino Nuevo muy nivelado para las carretas, aumentado el tráfico comercial y sus ganancias comerciales. Además de la seguridad de los viajeros, al abandonar el uso del accidentado Camino Viejo siempre en pendiente hasta Cerro Gordo, que se usaba desde el siglo XVI. Además de otros muros menores, como la Muralla Grande de San Miguel del Soldado de 84 metros de longitud, la Cuesta de la Calera de 78 y el de Conejos de 40.

Entre Conejos y San Miguel del Soldado
Vista de 4 los grandes muros de contención levantados por el Consulado de Veracruz para su camino real (Fuente: Archivo del Lic. Mario Jesús Gaspar Cobarruvias)

5. El puente del arroyo de Río Medio, aun existente y funcional desde 1805 y reconstruido varias veces en el siglo XIX, permitía el acceso a la ciudad de Veracruz desde el noroeste, permitiendo a los viajeros y ejércitos escoger la ruta a Xalapa por las playas hasta la barra del río La Antigua o por el camino seco de Santa Fe, Paso San Juan y Paso de Ovejas hasta el Puente del Rey.

Diciembre 27 de 2012_
Vista del puente de Río Medio el 27 de diciembre de 2012 (Fuente: Archivo del Lic. Mario Jesús Gaspar Cobarruvias)

6. El faro de San José, de planta circular de 12 metros de diámetro, 3 niveles y 16 metros de alto, construido en el vértice del baluarte de San Pedro en la fortaleza de San Juan de Ulúa, fue el primer faro de la América española y del México Independiente. Fue inaugurado el 30 de mayo de 1804 y trabajó hasta el 2 de abril de 1894, combinándose desde el 19 de noviembre de 1872 con el faro Bénito Juárez, situado en la torre del convento de San Francisco. Cumplía también con el servicio de comunicación marítima mediante destellos. Funcionaba utilizando aceite como combustible y su haz de luz se proyectaba hasta 33.52 kilómetros lineales a 27 metros de altura sobre el nivel del mar. Hasta su puesta en servicio, el Consulado invirtió en él hasta 100.000 pesos, según Alexander von Humboldt.

Faro de San José
Vista del faro de San José sobre el baluarte de San Pedro  (Fuente: Archivo del Lic. Mario Jesús Gaspar Cobarruvias)

7. Los cuarteles de infantería de Veracruz cuya puerta principal enfilaba sobre la calle de Las Damas (hoy avenida 5 de Mayo). El 5 de enero de 1792 se aprobaron sus planos y presupuestos y en el mes siguiente se inició la construcción supervisada por el ingeniero militar Miguel del Corral, gobernador interino de la intendencia de Veracruz entre 1790 y 1793. El sitio fue elegido por del Corral y el subinspector Pedro Gorostiza. Mientras tanto, se habilitó un cuartel provisional en un edificio público abandonado que se conocía como “la casa del rey”. Sus edificios se añadieron al viejo cuartel de dragones construido hacia 1751 cerca de la Puerta de la Merced, para el regimiento de Dragones de Veracruz que prestó servicio entre 1727 y 1764, conformado por seis compañías con 17 oficiales y 237 elementos de tropa. Los nuevos cuarteles podían alojar a los soldados de 3 batallones de infantería, un escuadrón de dragones con sus monturas y 500 forzados en el recinto anexo de la Galera. Este gigantesco complejo militar de dos cuadras grandes enteras complejo alivió la carga económica del gobierno que arrendaba casas particulares, para alojar oficiales y soldados, limitar las incomodidades a los vecinos y la propensión a las enfermedades a los militares por estar en habitaciones inapropiadas en estrechez, humedad y buena ventilación, tras fracasar las gestiones y el proyecto de construir el cuartel de infantería con una planta arquitectónica rectangular, en el espacio libre frente al mesón de Cosío entre el convento San Francisco y el baluarte costero de Nuestra Señora de la Concepción en 1764. Además proporcionó una guarnición permanente de tropa de línea a la ciudad, al crearse el famoso Batallón Fijo de Veracruz. Visitado en 1871 cuando era sede del 3er. Batallón de infantería, por el periodista cubano Ildefonso Estrada y Zenea, hijo de militar y empleado del ejército, lo definió como el mejor cuartel de cuantos visitó en Europa y América, por su arquitectura, funcionamiento y comodidades que se proporcionaba a los militares.

Los cuarteles militares de la calle de Ocampo... entre Independenca y 5 de mayo
Fotografía de los antiguos cuarteles de dragones e infantería en la calle Melchor Ocampo, construidos en 1792 y demolidos casi completos hacia 1945 (Fuente: https://www.facebook.com/groups/332656880091207/?fref=ts)

8. El proyecto y obra para introducir el agua dulce del río Xamapa a Veracruz, sin limitarse al abastecimiento proporcionado por el acueducto subterráneo de 3.76 kilómetros de cañería, conocido como el “Caño del fraile” por haberse diseñado y construido bajo la dirección del lego franciscano Fray Pedro Buzeta entre el 3 de febrero de 1723 y el 15 de abril de 1724; varias de las fuentes púbicas comenzaron a fluir agua desde el 25 de mayo de 1724 hasta el 3 de mayo de 1726. A pesar de la oposición del Consulado de México a este proyecto y sus impuestos, se comenzaron los trabajos desde octubre de 1790 y duraron hasta la década siguiente, en que se suspendieron sin haberse terminado por complicaciones técnicas, negligencia en los trabajos y planos, así como conflictos entre quienes aportaban los permisos y el capital. En 1803 se había logrado construir un dique de 1.100 metros que iba del pueblo de Xamapa hacia el puerto. Se gastaron más de 300.000 pesos sin resultado alguno, monto similar al que producían anualmente los impuestos sobre las harinas y que estaban destinados a esta obra. Varios miembros de la oligarquía porteña también contribuyeron a través de la compra y/o venta de materiales, o invirtiendo capital propio.

En esta tan necesaria obra, intervinieron sucesivamente los ilustres ingenieros Miguel del Corral, Pedro Ponce, Manuel Agustín Mascaró y Miguel Constanzó. Paraa paliar la urgente necesidad del abasto de agua, se tomaron otro tipo de acciones como la limpia de la laguna de Malibrán y el mantenimiento de cañerias, cajas de agua y represas en 1801, la conducción de agua hacia la nueva fuente de la Plazuela de Loreto en 1820. El Consulado de Veracruz tomó cartas en este proyecto tan costoso en 1798, pues contribuir a él y a construir un camino real a Xalapa-Perote, estaba especificado en su real cédula de fundación. Se trabajó activamente y llegó a proponer su propio proyecto de acueducto, para impulsar además el beneficio de sembrar hortalizas, frutas, hierbas medicinales y árboles vitales para el vecindario jarocho.

9. La reparación del muelle de Veracruz entre 1797 y 1810. Habiendo sido construido en el siglo XVI, fue casi reconstruido en su totalidad en 1787, haciéndose un muelle provisional en las playas del sureste mientras terminaban las reparaciones. Fue encargada su destrucción en 1797, al ingeniero Pedro Ponce y reparado contantemente. En 1810 se volvió a hacer otra gran reparación a este muelle de piedra.

La actividad del Consulado de Veracruz era consistente e inmensa, pues además de las obras ya mencionadas, sostenían muchas otras:

1. Sueldos de empleados del Tribunal, prácticos del puerto, subalternos, etc. En 1797 alcanzaban 20.760 pesos anuales sin incluir al diputado en Xalapa, en 1808 ascendieron a 21.000 por asignaciones extraordinarias. Aparte se pagaban 2.180 anuales a empleados dependientes del Consulado, con lo que la totalidad de gastos en este rubro eran de 23.180 pesos.

2. Gastos de repuestos de anchas, cables y calabrotes.

3. Gastos de nivelación del terreno, reconocimientos, sueldos y construcción de las obras del camino real y del acueducto de Xamapa.

4. Coste y conservación de 500 fusiles con correajes y cartucheras para la guarnición.

5. Suscripciones propias a revistas publicas en España: “Correo Mercantil”, “Semanario de Agricultura” y “Gaceta de Madrid”.

6. Préstamos a la corona española –al igual que el Consulado de México- en tiempos de guerra o crisis financiera. El Consulado porteño le otorgó préstamos y donativos por 100.000 pesos de 1795 a 1801 y 200.000 de 1802 a 1815.

7. Además del aporte sobre el 2 % sobre el ingreso de sus fondos para el mantenimiento del departamento de Fomento General del Reino y de la Balanza de Comercio. Además gastos extraordinarios o esporádicos como la asesoría de Manuel de Tolsá, director de escultura de la Academia de San Carlos, a las obras del Puente del Rey en 1805 y 1806. En gastos fijos, el Consulado pagaba 36.000 pesos anuales.

8. Sostenía junto con el Ayuntamiento, las reparaciones y actividades del hospital de San Sebastián, abierto para la cura de transeúntes y comerciantes forasteros. Al que daba una limosna anual. La cantidad de ayuda inicial fue de 4.109 pesos y en 1815, ascendió a 8.000 pesos anuales.

9. La reforma y ampliación del Hospital de Nuestra Señora de Loreto en 1817.

10. El establecimiento del alumbrado de aceite en 1797.

11. La construcción en piedra de muchos edificios públicos y particulares.

12. El empedrado de la ciudad, a fin de mejorar la higiene de sus calles.

13. La construcción del cementerio extramuros y reformas a la iglesia parroquial.

14. El servicio de resguardo marítimo establecido en 1790, con dos bergantines y una goleta pequeña. Los dos bergantines costaron 30.500 pesos y su mantenimiento anual 36.500; todo salía directamente del comercio. La construcción de cada uno costó 14.505 pesos, ordenados por el virrey segundo conde de Revillagigedo, enviándose los fondos de 29.010 pesos a La Habana donde se construyeron en 1790, siendo los planos obra del estadounidense Johan Ficus Morgan. El Volador fue botado el 10 de julio de 1790 y el Saeta el 3 de noviembre del mismo año. Venían en reemplazo del bergantín San Mathias, que fue vendido y suprimido del servicio de guardacostas por sus altos costos de mantenimiento y poca efectividad, a sugerencia del plan para combatir el contrabando elaborado por el virrey Manuel Antonio Flores para el rey Carlos IV.

Los bergantines gemelos Saeta y Volador llegaron a Veracruz el 2 de mayo de 1791, tripulados por 94 hombres aproximadamente y artillados con 16 cañones de a 6 libras. La goleta pequeña llamada Nuestra Señora del Carmen, arribó el 15 de febrero de 1792. Fueron destinados a la vigilancia costera en previsión de una invasión inglesa durante los años del gobierno de Revillagigedo (1789-1794), pero generalmente, a fin de mantenerlos activos, se les dio uso vigilando el trayecto entre Campeche y Tampico, integrándolos a una división naval con el navío de linea Castilla y la goleta Flor de Mayo. Formaron parte de un programa para combatir el contrabando, consistente en ocho puestos de vigía al norte de Veracruz: Boquilla de Piedra, Laguna Verde, Potrero del Farallón, Zempoala, San Carlos, Antigua, Río Medio y Veracruz que estaban guarnecidos por cinco soldados que se cambiaban cada 15 días. Quedaron sujetos a la instrucción dictada por el virrey Revillagigedo el 25 de abril de 1793, sobre la conducta que habrían de observar en el control entre las intendencias de Veracruz y Yucatán, debían estar siempre listos a zarpar en cualquier momento, podían rebastecerse en Veracruz y las tripulaciones estaban conscientes que pertenecían a la Marina de Guerra aunque no gozaran de todos sus privilegios.

Pero al no haber capturas que compensaran los gastos que ascendían entre guarnición y tripulaciones a 120.309 pesos, fueron aprovechados también para hacer reconocimientos cartográficos y descubrir fondeaderos y bajos en toda la costa del golfo. De esta forma, durante todo el año de 1792 el Saeta, artillado con 18 cañones y 100 marineros a bordo, fue dirigido por Juan Fyrry y Lacy para explorar la costa desde Yucatán a Veracruz y así, elaboró un detallado mapa de profundidades. Posteriormente desempeñaron un papel relevante en la marina realista combatiendo a los corsarios insurgentes desde 1815 y encontrando diferentes destinos finales.

El Volador se perdió en un huracán entre el 17 y 18 de agosto de 1810, estando en Veracruz al mando del teniente de navío D. Pedro María de Piédrola y próximo a salir rumbo a Cádiz con correspondencia: el temporal rompió las amarras del bergantín Veloz y causó su colisión con el Volador, estrellándolo contra la fortaleza de San Juan de Ulúa. Se pudo rescatar a los tripulantes, 143.000 pesos y todos los pertrechos.

El Saeta tuvo una vida muy activa capturando contrabandistas españoles, persiguiendo corsarios extranjeros y atacando puertos insurgentes. Sobrevivió con fuertes averías al temporal del 30 de diciembre de 1819, que colisionó entre sí al bergantín Vengador y la goleta Belona, amarrados en San Juan de Ulúa. Finalmente fue dado de baja en 1821.

15. La construcción y reparación de tramos de la muralla, como la practicada en 1810 por el teniente coronel Juan Camargo.

16. En 1804 consiguió la restitución de tierras en los primitivos ejidos del pueblo, ganando un pleito a los marqueses de Salinas.

17. En 1811 compró la hacienda de Santa Fe al conde de Santiago.

18. La fundación y sostenimiento de varias escuelas: 2 de los religiosos betlemitas, una primaria de la Junta Patriótica en 1787 y posteriormente otra, de un particular. También varios centros donde se impartía dibujo y música, una escuela de esgrima dirigida por un francés emigrado de Pensacola.

19. En 1804, el inicio de las obras de un nuevo teatro para la ciudad de Veracruz.

20. El primer periódico impreso fuera de la ciudad de México fue la Gaceta del real tribunal del Consulado de Veracruz en 1795. Éste daba a conocer las actividades mercantiles de esa institución. Incluía una sección dedicada a difundir las noticias de mayor interés sobre el puerto que se llamaría con propiedad «ciudad noticia». El Almanaque o Almanak Mercantil del año siguiente no era un periódico, sino una «guía de comerciantes para el año de 1796». Estas dos publicaciones fueron financiadas en su totalidad por el Consulado e impresas por Manuel López Bueno, impresor oficial de este organismo y considerado el primer periodista veracruzano, teniendo su imprenta en la Calle de las Damas de 1791 a 1812.

En 1804, comienza a publicarse el diario El correo mercantil, propiedad de su editor, que en 1806 le cambia el nombre por el de Jornal económico mercantil de Veracruz. Fue uno de los periódicos más influyentes de su tiempo, no sólo por imponer un modelo de lo que un papel público debía incluir —el cual fue seguido fielmente por los periódicos del puerto de Veracruz hasta el siglo XX—, sino por su alcance geográfico y utilidad real fuera del estado. Fue sucedido por el Diario Mercantil de Veracruz, publicación sacada a la luz el 1 de julio de 1807 por José María Almanza y que se publicó hasta 1821, llegando a contar con 341 suscriptores en Veracruz, otras ciudades de la Nueva España y otros países. Su pretensión era producir ventajas al comerciante, al político, al labrador, al fabricante y a todas las clases del estado.

21. En la zona portuaria no solo se reparó el muelle de piedra y se construyó el faro de San José, también se estableció un almacén para repuestos navales y se dotó al puerto de un servicio de 7 lanchas para carga y descarga. Estas embarcaciones costaron 3.882 pesos en total y suponían al año un desembolso de 14.617 por gastos y empleados. La reparación del muelle en 1807 estaba presupuestada en 343.146 pesos. Todo lo anterior mencionado, era costeado por el Consulado de Veracruz.

Todas estas obras se financiaron en parte o en su totalidad con el dinero acumulado por el derecho de avería otorgado al Consulado de Veracruz, que tuvo bajo su control 59% de todas las importaciones y 78% de las exportaciones, incluyendo el azúcar y la plata. El derecho de avería era un impuesto aplicado en un porcentaje de 1/2, sobre el valor de todas las mercaderías diversas que se extrajeran o se introdujeran por mar dentro de la jurisdicción de un consulado de comerciantes, que de esta forma, tenían fondos para sustentar sus obras materiales. Esto incluía además las multas y penas pecuniarias que impusiera el tribunal, diputados y jueces de alzada.

Al crearse el Consulado de Veracruz en 1795, se le asignó un nuevo derecho de avería de 1/2 % y más tarde,de 1 ½ %. Para sostener el funcionamiento del faro en San Juan de Ulúa se impusieron gravámenes a los barcos que entraban en el puerto, a partir de 1805,consistentes en 1 real por tonelada los buques mercantes europeos, ¾ los americanos y ½ los de las costas laterales a Veracruz.

Para mantener el recinto amurallado, se hizo cobrar un impuesto llamado derecho de muralla o de fortificación, consistente en 1 real por cada mula de carga que entraba y salía de la ciudad. El Ayuntamiento, a su vez, cobraba el derecho de aguada a los barcos que se reaprovisionaban en Veracruz, más el impuesto del alumbrado, a razón de 1 ½% sobre el valor de los arrendamientos de todas las casas de la ciudad. Para sostener el proyecto de traer agua desde el río Xamapa, se establecieron en 1789 el impuesto de 1 real por tonelada a los buques extranjeros y ½ real a los nacionales. La sisa de carnes y 2 pesos por cada tercio de harina que se consumía en el puerto (este gravamen duró hasta 1851, siendo una de las principales fuentes de ingresos del municipio).

Para la enorme inversión de una obra tan grande como la del camino real de Veracruz a Perote (143 kilómetros con una contrata de hasta 4.500 operarios libres y forzados con un gasto anual de 100.000 pesos de la época), se le asignó también el impuesto de peajes y barcas (por transitar por determinados campos o bien para tener derecho de pasar por algún puente). Las cuotas del derecho de peaje estaban en 1 ½ real por bestia cargada, 1 por bestia de silla y sobornal, 6 por volanta, 6 por litera y 12 por coche. Las cabalgaduras de los indios tributarios no pagaban este impuesto.

Las cuotas por cruzar el río La Antigua eran de 1 real por pasajero o arriero con su bestia, y por las de carga o silla con jinete o maleta. 3 pesos y 4 reales por volanta con pasajeros mulas y remudas (vacías pagaban 4 reales), 4 pesos y 4 reales con mulas agregadas (4 reales vacías) y 1 real por cada 3 mulas de recua aparejadas (vacías 1 real).

Los fondos del Consulado se revertían con resultados fructíferos tanto en España como en su jurisdicción de Veracruz y Xalapa.

La bancarrota económica del Consulado de Veracruz fue causada, entre otros muchos factores, por las guerras casi ininterrumpidas de España con Inglaterra desde 1796 hasta 1808 y de su propia guerra de independencia contra los ejércitos napoleónicos: la suspensión del tráfico marítimo, la decadencia definitiva del poderío naval hispano-francés, etc. Más las cantidades que hubo de facilitar para el apoyo ala lucha contra el invasor francés, como súbditos de la corona. El estallido dela guerra de independencia en la provincia de Veracruz en 1811, terminó por estrangular la de por sí, débil economía del Consulado: los insurgentes paralizaban el tráfico comercial entre la Ciudad de México y Veracruz, atacaban los convoyes o cobraban cuotas por dejarlos pasar rumbo a Xalapa o Veracruz yasí financiar sus tropas, asaltaban los campamentos de trabajadores y almacenes de herramientas destinados al camino real aun incompleto sin posibilidad de recuperación.

Además de destruir porciones del camino real y convertir los puentes –con pocos años de construidos- en verdaderos campos de batalla, con tal de controlar los puntos estratégicos donde la guerrilla podía causar grandes daños a la economía de la que se nutrían los ejércitos regulares y complicar la llegada de refuerzos desde España.

Para subsanar y continuar la obra del camino real, realizaron varias hipotecas de los derechos a los impuestos que tenían asignados para su sostenimiento, a rédito del 5%, del dinero que fue tomando de diferentes particulares e instituciones. Después de 1815, ya en clara decadencia económica, se trató de continuarlas y se hizo uso de los derechos del Fondo de Subvención de Guerra,del Departamento de la Balanza y de la Dirección Hidrográfica; pero ya no pudieron reponerlos.

Durante la Guerra de Independencia (1810-1821), varios miembros del Consulado de Veracruz -a su vez parte del Ayuntamiento porteño- mostraron tendencias pro-liberales contra el despotismo de Fernando VII. Hombres como Juan Manuel Muñoz, Manuel de Viya,Manuel Gil y Cosío, Pedro Miguel de Echeverría o el riojano Pablo Frayle de Santa. Otros comerciantes contribuyeron paralelamente a la causa independentista, como Thomas Murphy y su hermano Lorenzo Mateo, miembros de la sociedad secreta de “Los Guadalupes».

Establecida la República Mexicana, el 16 de octubre de 1824 se expide el Decreto de Supresión de los Consulados por el Congreso General de México, por lo que los financiamientos de aquellos en los ramos de avería y peaje se trasladan al crédito público y con ellos la nación asume el arreglo de caminos y el pago de las deudas contraídas por los comerciantes.

Así término, tras 29 años de existencia, una de las instituciones no gubernamentales integrada por una élite americana, por hombres emprendedores y resueltos a entrar al siglo XIX aplicando en la práctica las ideas de la Ilustración. Aunque desempeñaron su labor en el marco del régimen colonial, tuvieron la visión de comprender que no solo el libre comercio, sino también las buenas comunicaciones, el saneamiento de los pantanos y las calles empedradas, la agricultura extensiva, el poblamiento de tantas tierras con dueño pero sin beneficio alguno y una administración rigurosa sin monopolios comerciales, llevarían a Veracruz y a la región de su influencia, a la prosperidad. Un siglo antes que la paz impuesta por el gobierno de Porfirio Díaz.

  • El autor es originario de la ciudad de Veracruz, licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Veracruzana, diplomado en Historia del Arte prehispánico, colonial y mexicano por el Instituto Veracruzano de la Cultura. Ha sido galardonado 2 veces con la medalla “Veracruz al Mérito” por la Institución de la Superación Ciudadana en 2014 y 2016, entre otros muchos reconocimientos por su labor de investigación y difusión histórica. Estudió también la carrera de Artes Plásticas en la Escuela Municipal de Bellas Artes. Ha sido profesor de Historia Universal y de México. Actualmente es investigador independiente en historia, conferencista estatal, fotógrafo, diseñador, explorador de campo y fundador-director del equipo de Exploración y Estudio del Camino Real Veracruz-México (EXESCR).

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