por María Elvira Santamaría Hernández

Si algo fascina a las mamás es tener un registro fotográfico de cada momento de la vida de sus hijos. Antes llenaban los álbumes con imágenes desde recién nacidos hasta sus bodas, pasando por bautizos, cumpleaños, primera comunión, fiestas familiares, navidades, vacaciones y graduaciones.
Cuando él o la niña dio sus primeros pasos, cuando se rió a carcajadas, cuando se embarró de pastel o partió la piñata con los primos. Fotos de todos esos instantes llenan páginas y páginas de esos pesados libros que en muchos casos se han tornado amarillentos por el paso del tiempo.
Como clásica mamá del siglo pasado he reunido varios de esos álbumes que ahora con más tiempo en casa, repaso -los que tengo conmigo porque otros están en la casa de mi madre-, con desusada frecuencia.
Pero también formo parte de esta nueva era digital y mi antigua cámara fotográfica se quedó guardada en un cajón hace ya algunos años. En su lugar, el teléfono celular se convirtió en mi arma congelante de los momentos maravillosos de convivencia con la familia.
El aparatito hecho inicialmente para comunicarnos, se volvió mi almacén fotográfico, como lo es seguramente para muchísimas personas, sobre todo para millones de mamás.
En el celular me acompañan y revivo innumerables alegrías. Sonrío al ver los rostros de los seres queridos: esposo, hijos, nuera, yernos, nietos, padres, hermanos, sobrinos, amistades, compañeros de estudios y de trabajo.
Veo a mis hijos y a mis nietos una y otra vez, y brotan en mí -de la manera más cursi, dirán-, vivos sentimientos de ternura, de amor, de cercanía, que me hacen revalorar cada momento vivido.
Así muchas mamás aún en este encierro – y en realidad, siempre que podemos-, capturamos y atesoramos la felicidad y la saboreamos de tiempo en tiempo.
La verdad, los álbumes fotográficos, y las imágenes impresas siguen gustándome mucho más. Frente a mi lugar en el comedor de la casa, está una pequeña colección de fotos. Sus caras siempre me saludan, como sé que a muchas mamás les saludan las de sus hijos.
Una foto, incluso una video-llamada están muy lejos de la calidez de un abrazo, pero ese «clic» de felicidad que conservamos en un papel o en el celular trae cerca a las personas queridas, vivas o incluso fallecidas.
Hoy es tiempo de guardarnos. De saludarnos a distancia. La foto familiar tendrá que esperar.
Que lo que ya hemos compartido con anterioridad nos reconforte este 10 de mayo a las mamás que no estaremos con nuestros hijos y nos aleccione a todos para saber querernos más, en adelante.
Un abrazo para cada una.