Por Rodolfo Calderón Vivar

La declaración de Boris Johnson, primer ministro de Inglaterra, asumiendo que lamenta el alto número de fallecidos por el COVID en su país, más de cien mil alcanzados esta semana, es una de las primeras manifestaciones oficiales de un gobierno respecto a una terrible y siniestra realidad: el virus avanza sin que se le pueda frenar en la mayoría de los principales países del mundo.
No obstante que la vacuna comienza a distribuirse en varios países, entre ellos Inglaterra, las cifras mortales del ataque del virus son desalentadoras y sobrepasan cualquier optimismo que hubiera existido entre los gobernantes del mundo. Y plantea un escenario altamente posible: es un virus que durará largo tiempo.
Con más de cien millones de casos y una mortandad que ya se cuenta en millones de seres humanos, el virus del COVID cobra dimensiones apocalípticas, sobretodo porque en el más poderoso país del mundo, los Estados Unidos, las cifras aumentan sin cesar, llevándose el primer lugar en contagios y decesos del mundo, no obstante su poderío económico y científico.
Como sacadas del más aterrador filme de desastre, las escenas reales de una pandemia que está extendida en todo el mundo son realmente dramáticas. El uso del cubrebocas, los líquidos sanitizantes y las medidas de cuarentena, son ya desesperantes para muchos que ven llegar un nuevo año sin que el virus ceda en su peligrosa acción mortal. No solo no cede, sino se transforma en nuevas cepas más contagiosas que la primera que surgió en China hace poco más de un año.
El sector salud comienza a resquebrajarse en el área hospitalaria de muchos países ante este incesante ataque del virus que es incontenible. A la angustia de contraer la enfermedad se auna la desesperación de no encontrar en donde puedan ser atendidos los enfermos. Aparte de los médicos y las enfermeras están también sucumbiendo ante el mal.
¿Es el Apocalipsis ahora el que nos ha alcanzado? Si no lo es, al menos podemos constatar que lejos de surgir una gran ola de solidaridad y humanismo por las circunstancias que estamos pasando como miembros del género humano, el egoísmo, la inconciencia, la avaricia y la falta de compasión permea muchas de las actitudes de buena parte de los integrantes de las distintas sociedades afectadas por el mal.
¿Qué hacer ante este mal que estará con nosotros un buen de tiempo más? Al menos ya un político gobernante como lo es Boris Johnson le bajó a la soberbia propia de los hombres del poder, al reconocer que sus acciones y declaraciones, en un momento tan llenas de seguridad al afirmar de que no pasarían de 20 mil los muertos en Inglaterra, han llegado ya al grado de la impotencia. Sin embargo, todavía se confía en que las vacunas serán parte de la solución, en un afán de creer en la ciencia, que con todos los avances presumidos durante las últimas décadas mostró que no estaba preparada para reaccionar de inmediato ante tan diminuto enemigo que está acabando con millones en el mundo. Creo que, como Boris Johnson, es momento de bajarle a nuestra soberbia y reconocer que no somos dioses, ni somos eternos ni somos los seres dominantes del planeta tierra. Nuestro destino es la muerte y el virus solo está acelerando su llegada.