
L.C.C. Mario Jesús Gaspar Cobarruvias *
IMAGEN: litografía «Le défilé de Cerro-Gordo, franchi par la brigade de Berthier, le 5 novembre 1862» de Joseph Burn Smeeton y publicada en L’Illustration, vol. XLI, 7 de febrero de 1863, p. 88.
Después de la batalla del 5 de mayo donde el ejército francés fue contenido en su avance a la Ciudad de México, por el Cuerpo de Ejército de Oriente al mando del general Ignacio Zaragoza, los invasores se retiraron en orden a la ciudad de Orizaba. Habiendo derrotado a los mexicanos en Barranca Seca el 18 de mayo y detenido la ofensiva de Zaragoza, el general Charles Ferdinand Latrille, conde de Lorencez, solicitó refuerzos al emperador francés Napoleón III, quien comisionó al mariscal Élie Frédéric Forey para reemplazarlo y dirigir el Cuerpo Expedicionario en México, con plenos poderes militares y políticos.
El 3 de julio le emitió órdenes de no atacar la ciudad de Xalapa y concentrarse en Puebla, considerando que su ofensiva fuese obstaculizada por la fortaleza de San Carlos en Perote. No obstante, entre septiembre y diciembre de 1862 arribaron 30 000 soldados más a Veracruz y en estas condiciones Forey desobedeció las ordenes de su emperador y ordenó abrir un segundo frente de guerra que debilitase el fortalecimiento del Cuerpo de Ejército de Oriente en Puebla: ya había un contingente francés reforzado por sus aliados conservadores ocupando las ciudades de Orizaba, Córdoba y Veracruz, sobre el antiguo camino real de Veracruz a México, que continuaba siendo una de las dos rutas principales para subir desde la costa hasta la capital del país. La otra, la que subía por Xalapa y Perote -usada por la invasión norteamericana en 1847- aún no había sido atacada y en ella los mexicanos entrenaban tropas en Corral Falso y organizaban a las Guardias Nacionales de esta región.
Forey ordenó que los refuerzos se dividiesen en dos columnas: una bajo su mando directo subiría hacia Córdoba y Orizaba, y la otra con la 2a. Brigada de 5 400 soldados al mando de Alexis conde de Berthier ocuparían la ciudad de Xalapa, la capital del Estado de Veracruz. La intención era dividir el esfuerzo mexicano y caer sobre Puebla desde dos direcciones distintas con abrumadora superioridad numérica de soldados, caballos y cañones.
La brigada de Berthier y que pertenecía a la 2a. División del ejército francés en México, había arribado a Veracruz el 14 de octubre y se componía de los regimientos 51 y 62 de línea, el 7o. Batallón de cazadores a pie, una sección de cazadores montados, cinco baterías de artillería y una compañía de ingenieros. El día 24 emprendió una lenta marcha hacia Xalapa, para permitir una mejor aclimatación de sus hombres al clima de la zona semiárida entre Veracruz y Xalapa, guiados por la caballería del coronel mexicano conservador Figuerero. Para el 31 habían ya pasado por los pueblos arruinados y desiertos de Santa Fe, Tolome, Paso de Ovejas y descansaron en Puente Nacional, desguarnecido por las tropas mexicanas a pesar de su importancia estratégica como único paso seguro del río La Antigua.
Reabastecidos por un convoy, reiniciaron la marcha el 3 de noviembre. En La Rinconada superaron el ataque de 200 dragones montados del coronel de origen cubano, Manuel Quezada. Al pasar por Plan del Río, la caballería de cazadores franceses lo enfrentó nuevamente y lo persiguió hasta Palo Gacho, causándole bajas de hasta la mitad del total de sus fuerzas.
LA BATALLA
La fuerza del coronel Manuel Díaz Mirón, gobernador y comandante militar del estado de Veracruz salió de Xalapa el día 1 de noviembre a enfrentarles. Consistía en un batallón de la Guardia Nacional de Coatepec a su mando y dos batallones de Xalapa al mando del coronel Manuel María Alba. En total poco más de 1 500 hombres mal entrenados y armados con 4 obuses de montaña.
Sin aprender de las lecciones dadas por la gran derrota del 18 de abril de 1847 propinada por el ejército norteamericano, se apostaron nuevamente en el antiguo volcán extinguido Cerro Gordo y sus alrededores. El choque se produjo el 4 de noviembre.
Los mexicanos sostuvieron un breve tiroteo de 10 minutos y rompieron contacto con los invasores, abandonando uno de sus obuses y municiones. El encuentro se saldó con 12 muertos y 70 heridos mexicanos, incluyendo al coronel Alba. Se desconocen las bajas francesas pero no debieron ser muy diferentes dada la corta duración del combate.
Dueños del campo de batalla, los franceses se reorganizaron y el 7 de noviembre hicieron su entrada en Xalapa, que había quedado totalmente indefensa, pues la infantería de Díaz Mirón y la caballería de Quezada, se retiraron hacia Tlacolulan, Naolinco y Misantla. Berthier ocupó la ciudad pacíficamente y en los siguientes meses se estableció una coexistencia difícil entre la población y sus autoridades, pues el ejército extranjero y sus aliados mexicanos se acantonaron creando dificultades. Su presencia se prolongó hasta enero de 1863, puesto que sus directrices ordenaban proseguir hacia Puebla.
La fuerza de Berthier fue aprovisionada por convoyes escoltados que subían desde Veracruz y el 7 de diciembre, enviada por Forey, hizo su entrada en Xalapa la brigada del general conservador Leonardo Márquez, consistente en 1 200 soldados de infantería, 400 de caballería y 5 cañones de montaña. Fueron concentrados en una ubicación distinta a la del campamento francés.
EL TESTIMONIO MEXICANO
El coronel Díaz Mirón escribió su reporte de la batalla de Cerro Gordo a su superior Jesús González Ortega, general en jefe del Ejército de Oriente, y con encargo de transmitirlo al presidente Benito Juárez. Lo redactó hasta el 8 de noviembre cuando ya se hallaba en Naolinco y la ciudad de Xalapa ocupada por los invasores, tal como se lee en el Tomo VII de la recopilación de DOCUMENTOS, DISCURSOS Y CORRESPONDENCIA del presidente Juárez publicada por la Universidad Autónoma Metropolitana de Azcapotzalco en 2006:
«Ciudadano general en jefe del ejército de Oriente Puebla o donde se halle.
Según tuve el honor de comunicar a usted en mi oficio de fecha 4 del corriente escrito en el crestón de Cerro Gordo a las diez y media de la mañana, esperaba de un momento a otro la llegada del enemigo, que sabía debía intentar ese mismo día un ataque sobre las posiciones que había yo escogido para disputarle el paso.
Desde el día anterior había situado convenientemente las fuerzas de mi mando compuestas de 400 hombres del batallón independiente de Jalapa, 700 de Coatepec, 400 del batallón Lerdo de Tejada y cuatro obuses de montaña con la escasa dotación de artilleros que puede improvisar.
Hubiera desde el principio establecido la defensa en algunos de los puntos más avanzados del camino; pero la proximidad del enemigo y, por consiguiente, la premura del tiempo, me obligaron a escoger un elevado crestón en la Cañada del Cerro Gordo que domina un recodo del camino nacional. En él coloqué un obús de montaña y el batallón de Coatepec, cubriendo además con las otras fuerzas los flancos y, entre ellos, el camino que hicieron los americanos, para evitar que fuera invertida la posición.
Un acaso, que sólo a la fatalidad puede atribuirse, trastornó en pare nuestro plan de defensa. Casi todos los habitantes de Cerro Gordo que debían servirme de guías para situar mis tropas en el terreno escogido se huyeron al monte, y de los muy pocos que quedaron, uno equivocó el camino señalado a una fuerza de 200 hombres que debió haberse por el frente.
Por otro lado, a causa de la premura del tiempo, no fue posible practicar las cortaduras que debían hacerse en el camino, ni levantar tampoco un espaldón para proteger a los sirvientes de la fuerza que quedó a descubierto.
Como a las doce y media del día se avistó al enemigo desplegando a su frente una línea de tiradores de cazadores de a pie. Cuando lo juzgué bastante internado en el camino, mandé romper el fuego, lo cual se ejecutó a toda mi satisfacción por la infantería que lo sostuvo muy nutrido, y por el obús de montaña que, con su metralla, causó destrozos al enemigo, obligándolo a huir velozmente a incorporarse con el grueso de sus fuerzas.
En estos momentos supuse que él atacaría el flanco del camino abierto por los americanos y, juzgando necesaria mi presencia en aquel punto, me disponía a abandonar el crestón dejando a mi fuerza llena de entusiasmo, cuando una lluvia de balas que recibimos por el costado izquierdo, me indicó que el cerro inmediato había sido ocupado por el enemigo, el cual, además, volvió a cargarnos de nuevo por el frente con el vigor que acostumbran sus aguerridas fuerzas. Vanos fueron entonces mis esfuerzos, los de mi estado mayor y los del mayor General y sus ayudantes para hacer permanecer a nuestros soldados en sus puestos pues el temor de haber sido flanqueados les quitó la serenidad que habían demostrado al principio. Por otra parte, el ciudadano coronel Manuel María Alba, ameritado y valiente patriota que tenía a su cargo el mando del punto, había sido gravemente herido. Esta desgracia afectó tanto a su tropa, que sólo pensó en retirarse.
Sin esperanza ya de conservar mis posiciones, di la orden para la retirada, la cual se emprendió satisfactoriamente, bajo el certero y nutrido fuego de los tiradores franceses que en esos momentos ocupaban ya las alturas inmediatas.
Las tropas de mi mando han llegado al punto de reunión y las he establecido el modo siguiente: el batallón Lerdo en la ventajosa posición de Tlacolulan; el de Coatepec en la villa de su nombre, de donde saldrá próximamente a incorporarse al batallón de Jalapa que tengo en este pueblo con los obuses de montaña, para formar una sección que seguir hostilizando al enemigo.
Ignoro fijamente las pérdidas que han sufrido los franceses, porque éstos retiran violentamente sus muertos y heridos; pero por los avisos que he recibido de Jalapa, de personas fidedignas, de que aquéllos, a su entrada en dicha ciudad, conducían algunos carros de heridos y otros con fornituras sueltas y equipo de tropa que no ha de ser de repuesto, en razón de que la francesa no acostumbra traerlo, creo que habrán sido de alguna consideración.
Las nuestras, según los partes oficiales que he recibido, son 11 o 12 muertos del batallón de Coatepec, y unos 70 heridos de la clase de tropa, teniendo además que lamentar la pérdida del ciudadano Ramón Cházaro, subteniente de la guardia nacional de Veracruz, que sucumbió en Palo Gacho, peleando en las filas de ciudadano Coronel Quesada. El ya citado coronel ciudadano Manuel María Alba fue llevado a Jalapa a curarse al lado de su familia y abrigo esperanzas de que se salve; no tengo palabras para encomiar la serenidad y decisión de este digno hijo de Jalapa.
La víspera de la acción, a que he hecho referencia, tuvo lugar entre Palo Gacho y Plan del Río, un sangriento y reñido encuentro entre las fuerzas del ciudadano Coronel Quesada y 500 caballos que formaban la vanguardia del enemigo. Omito dar a usted los detalles de este glorioso y desigual combate, porque sé que aquel valiente jefe ha cumplido ya con este deber.
Ardientemente deseaba que las lomas de Cerro Gordo hubieran presenciado el escarmiento de los invasores por las fuerzas de guardia nacional que en menos de 15 días pude organizar, movilizándolas a costa de sacrificios y esfuerzos sobrehumanos.
Esperaba que mis desvelos serían coronados por un éxito completo y casi me lo hacía creer el entusiasmo y buen espíritu de mis tropas. Pero si bien la resistencia no fue tan tenaz y desesperada como hubiera deseado para mayor gloria de México, contra doble número de enemigos, ella impuso algo a estos últimos, pues que no continuaron su marcha ese día, y aún retrocedieron hasta el Plan del Río, habiendo vuelto a emprenderla con las mayores precauciones.
Olvidaba decir a usted que habiendo tenido noticia durante su retirada en la noche de anteayer, de que algunos revoltosos traidores en número de 100 hombres, amagaban trastornar la tranquilidad pública en Jalapa y cometer desórdenes y excesos al grito de vivan los franceses, saqueando tal vez aquella población, me moví violentamente a las dos de la mañana con 300 hombres y logré que a mi llegada a ella se hubieran dispersado aquéllos completamente sin lograr su intento.
Acabo de recibir también un parte oficial del ciudadano comandante principal de las fuerzas de la orilla de Veracruz, en que me comunica que, a la vez que nosotros batíamos al enemigo. Las fuerzas de Medellín cumplían por su parte con esta obligación y las del mando del capitán Juan Zurita atacaban también a los franceses, logrando quitarles en la Soledad 60 mulas y nueve burros cargados.
Sírvase usted, como se lo suplico, poner lo expuesto en conocimiento del ciudadano ministro de la Guerra, para que éste lo haga al supremo magistrado de la nación.
Libertad y Reforma. Naolinco, noviembre 8 de 1862.
Manuel Díaz Mirón
Gobernador militar de Veracruz».
EL TESTIMONIO FRANCÉS
El comandante del cuerpo de cazadores, Jules Alfred Joachim Bochet, participó en esta batalla de Cerro Gordo al frente de su compañía y dejo escrita su experiencia en su JOURNAL D’UN OFFICIER DE CHASSEURS Á PIED: CAMPAGNE DU MEXIQUE (1862-1867) publicada en 1894:
«Los soldados iban sin bolsas. contamos volver a dormir a Plan del Río. No teníamos el equipaje con nosotros. Era cuestión de ir a reconocer un pasaje muy fuerte y muy difícil, llamado Cerro Gordo, que sabía que podía ser defendido, ya que lo había sido por Santa Anna contra los americanos en 1847.
A la cabeza de nuestra columna marchaba la 2ª compañía de nuestro batallón como vanguardia, entonces el genio. Luego vino el general y su estado mayor, luego mi compañía, y finalmente el 4to; después, la artillería y la infantería siguieron.
Cerro Gordo es una montaña boscosa, que da su nombre en procesión, rodeado por todos lados por fuertes alturas boscosas y empinadas. estábamos subiendo dolorosamente la procesión, cuando de repente, en un girando, el sargento de vanguardia extrema creyó reconocer en el Cerro Gordo, que se alzaba frente a nosotros, el enemigo en posición. El general hizo disparar algunos tiros de rifle a 400 yardas. En el mismo momento un tiroteo bastante animado partió de Cerro Gordo, acompañado por una metralla. Mi compañía que formó la cabeza de la columna, llegó en este momento casi al recodo, que se dirigía a la derecha, de modo que no vi la vanguardia. Paramos, pero los cazadores, cinco sextos de los cuales no habían nunca había visto fuego, al sonido de la metralla, pensé que eran tomados en el flanco y comenzaron a disparar, a pesar de nuestras órdenes, sobre el boscoso y engrosado escarpe que estaba a su derecha.
Ponemos fin a este fuego inútil, recomendándoles bueno nunca disparar a menos que veas claramente el objeto a alcanzar.
En ese momento llegó el general al galope y dio la orden a mi compañía de despejar un camino en medio de la altura boscosa a la derecha y para tratar de llegar a la cima para expulsar al enemigo. Inmediatamente ordené: ¡Adelante! y me lancé hacia adelante, revólver en mano, seguido por mis hombres, en medio de la espesura. Empezamos nuestra ascensión que, os lo aseguro, no fue fácil modo y finalmente llegamos a la parte superior del pezón. Nuestros cazadores subieron con gusto admirable, porque no tardaron ni cinco minutos en llegar.
Un claro en la espesura nos permitió para ver perfectamente, frente a nosotros, al enemigo establecido en el Cerro Gordo, pero un barranco infranqueable nos separaba de ella. avisé a mis cazadores e inmediatamente comenzó el fuego. Al humo, rápidamente reconocí la ubicación de la batería que disparaba metralla, sin nosotros alcanzar. Principalmente dirigí el fuego contra ella. Después de un rato todos vimos a los mexicanos a retirarse y huir en medio de los arbustos. Les estábamos disparando, mi sección 28 sobre todo, colocada más a la derecha que el primero, y que estaba perfectamente situado para ello. El fuego enemigo fue extinguido, la posición abandonada, con bastante facilidad como puedes ver.
En este momento, el comandante del batallón llegó con la 4ª compañía, y nos salimos todos bordeando las alturas. Nosotros cruzamos el barranco y subimos al puesto del Cerro Gordo, que el enemigo había abandonado. Él lo había hecho tan rápido que encontramos en las emboscadas de piedra seca que había levantado, ollas, comida, frazadas, tres cajas con cartuchos, ocho armas de fuego y un sable. Yo di la orden de ir a la batería a tomar lo que encontraríamos. Nuestros cazadores tomaron un obús allí en la montaña, listo para disparar, con toda su parafernalia, su munición, su carruaje y las tres mulas, totalmente construido, destinado a llevarlo. Una de ellas había recibido una bala: la abandonamos después de haber tomado su paquete. También llevamos un caballo todo ensillado.
Luego nos reunimos con la columna que había podido avanzar en el camino. estábamos cerca del pueblo de Cerro Gordo. La vanguardia llegó allí sin carreras No había nadie más que una vedette, que se apresuró a huir después de disparar su tiro de mosquete.
La mitad del reconocimiento tuvo que pasar la noche en el pueblo para ocupar el puesto. El otro la mitad y el general volvieron a Plan del Rio y se unió a nosotros al día siguiente con el resto de nuestra columna, nuestro convoy y nuestras maletas. La noche en el vivac fue agotadora. No teníamos ni el más ligero abrigo para dormir; a ellos las chozas abandonadas eran muy inhabitables, por la picazón terrible que se sentía allí. Así que pasé la noche de pie.
Al día siguiente vertimos en la artillería la armas y el obús que nos habíamos llevado. Queda ahora con nuestras piezas, listas para disparar. Los dos las mulas se compraban por monta y precio repartido entre los hombres de las tres compañías, mantener además, no es popular. Tuve algunos en mi compañía, solo un hombre herido por una bala de hombro En la 2ª compañía, hay tres y, en ingeniería, un zapador muerto. Para que la pelea en Cerro Gordo no nos cueste un muerto y cuatro heridos. no cuento entre los heridos que los que entraron en la ambulancia. Qué cuáles son las pérdidas del enemigo? No sé. Nosotros dijimos que eran quinientos para defender esta posición».
Un mes después, el 5 de diciembre a las 4:00 AM partió desde Veracruz hacia Xalapa una segunda fuerza compuesta de 2 000 soldados y 6 cañones rayados al mando del general Francois Achille Bazaine, cuyo ayudante de campo el capitán Auguste Charles Philippe Blanchot escribiría años más tarde su vasta obra MÉMOIRES. L`INTERVENTION FRANCAISE AU MEXIQUE, fuente valiosa de datos de este periodo histórico.
Siguiendo la misma ruta que Berthier, en los días siguientes pasaron por los poblados de Santa Fe, Tolome, Paso de Ovejas, Puente Nacional, La Rinconada y Plan del Río. El 11 de diciembre la columna abandonó Plan del Río y avanzó por el camino real viejo y su meseta deshabitada que tiene a un lado la gigantesca barranca del río Grande del Plan. En su obra, el capitán Blanchot escribió sus impresiones al llegar al Cerro Gordo:
«Dos horas de caminata nos llevan a la cima de una meseta atormentada que lleva un gran contrafuerte descendente del Cofre de Perote; ya estamos a más de 600 metros de distancia sobre los mares y sentimos que no hay mas la Tierra Caliente.
También nos encontramos con el primer ejemplar del gran desgarro de suelo mexicano. Estamos al borde de la gigantesca barranca de Cerro Gordo y seguimos apresados de admiración en presencia del grandioso espectáculo presentado por estos trastornos geológicos. Es un valle inmenso y verde que traza su profundo y ancho surco en medio de los cerros, de pezones apilados en desorden, las montañas se tambalearon en un anfiteatro a los flancos plegados de la gran cadena del Cordillera.
Finalmente llevando nuestros ojos asombrados a nuestros pies, nos embarcamos en el formidable desfile que compone este desorden gigantesco y al que se adjunta uno de los páginas dramáticas de la historia mexicana. Ciertamente así es en esta fuerte posición defensiva que se extiende frente a nosotros que confió en el ejército mexicano para detener la invasión estadounidense. Pero fue en vano que trató de usar estos poderosos medios de defensa que le dio la naturaleza, así como los atrincheramientos que ella le había agregado. Ella la encontró Termópilas, y el ejército de los Estados Unidos pasó triunfalmente las murallas de Cerro Gordo.
Mientras recorríamos el abominable camino que serpentea en medio de montículos, barrancos, escarpes desgarrados, ciénagas, terraplenes, donde espinosas cuelgan por todas partes y se levantan matorrales impenetrables, donde por todos lados, somos dominados, hundidos por posiciones casi inaccesibles, no podía entender que pudiéramos forzar tal caos de defensas naturales, tanto más cuando veíamos por todos lados los escombros de las obras que antiguamente habían construido los mexicanos. Estos atrincheramientos estaban bien ubicados, bien diseñados y tuvimos que concluir que estaban mal defendidos. Y, sin embargo, la batalla fue larga y asesina.
Además, es todavía en este laberinto de obstáculos que pocas semanas antes de nuestro paso, el general Díaz Mirón ¡Sin embargo famoso! Quien estaba al mando de las fuerzas juaristas reunidas en Jalapa para detenernos, había intentado bloquear el camino al general Berthier. Pero este impulso heroico fue solo una comedia momentánea y desafortunada. Unos cuantos disparos de los fusiles y las fanfarrias de las cornetas de nuestros cazadores a pie trepando las rocas, fueron suficientes para evacuar las defensas de Cerro Gordo».
* El autor es originario de la ciudad de Veracruz, licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Veracruzana y técnico en informática por CENESCO. Artista en artes plásticas (dibujo, pintura y escultura) por la Escuela Municipal de Bellas Artes en Veracruz y fotógrafo-instructor profesional. Investigador independiente en historia, antiguas vías de comunicación y campos de batalla desde 2009. Ha sido profesor del área de Humanidades, historia, antropología, fotografía, diseño grafico e informática en colegios y la Universidad Empresarial en Veracruz, Boca del Río y Soledad de Doblado. Se especializa en historia universal y militar, el periodo del poblamiento europeo y conquista de los siglos XV y XVI, las guerras de los siglos VIII al XIX en Europa y América, así como en heráldica, numismática, armamento y artillería antiguos. Así como en el estudio de arquitectura e ingeniería de caminos, puentes, hornos, ingenios y molinos de agua y viento. También es conferencista de nivel estatal e internacional entre América y Europa, diplomado en historia del arte prehispánico, colonial y mexicano por el Instituto Veracruzano de la Cultura, paleografía virreinal, historia de Veracruz y Boca del Río, administración pública, gestión social, grabación de escenas, etc. Desde 2019 es miembro del grupo ciudadano TOLOME UNIDO a cargo de asuntos históricos, coordinador estatal de cultura para el Estado de Veracruz para la Promotora Nacional de Economía Solidaria (PRONAES), director de Investigación, Análisis y Proyección Históricas para el Proyecto Ruta de Cortés perteneciente al Proyecto México del Consorcio Constructor de Empresas Mexicanas (CCEM), miembro de la Directiva de la asociación cultural México Hispano, fundador-director del equipo de Exploración y Estudio del Camino Real Veracruz-México (EXESCR) e integrante del equipo de Exploración y Estudio del Camino Real Xalapa-La Concepción-Naolinco (ECXACON). También se desempeña como explorador, guía-senderista, asesor en turismo cultural, recorridos históricos y organizador de expediciones documentales en el Camino Real de México a Veracruz, la Ruta de Cortés y otros itinerarios. Participa en diversos proyectos de preservación del patrimonio histórico, artístico e industrial, rescate de memoria histórica y conmemoraciones municipales y regionales. Ha sido galardonado dos veces con la medalla y el diploma de honor de la Institución de la Superación Ciudadana del H. Ayuntamiento de Veracruz, declarado «Hijo Adoptivo del Pueblo de Tolome», su nombre figura en monumentos y placas cuya investigación y colocación ha promovido durante años, recibiendo además muchos otros reconocimientos y honores a su actividad profesional.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Documentos inéditos o muy raros para la historia de México Tomo XIV. Genaro García. La Intervención Francesa en México según el archivo del general Bazaine. México. Librería de la Vd. de Ch. Bouret, 1907.
Benito Juárez. Documentos, Discursos y Correspondencia. Selección y notas de Jorge L. Tamayo. Universidad Autónoma Metropolitana Azcapotzalco. Primera edición electrónica. México, 2006.
Journal d’un officier de chasseurs à pied : campagne du Mexique (1862-1867), / [le commandant Jules-Alfred-Joachim Bochet];
publié par Georges Bertin. 1894.
L’intervention française au Mexique: mémoires. Tome 1 / par le colonel Charles Blanchot. 1911
Papers relative to Mexican Affairs, Communicate to the senate june 16, 1864. Washington government printing office, 1865.
REFERENCIAS ELECTRÓNICAS
Ocupación y gobierno: el ejército francés en Xalapa, 1862-1863. Héctor Manuel Strobel del Moral. Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales, Universidad Veracruzana, Xalapa. ULÚA, Revista de Historia, Sociedad y Cultura; No 27 (2016): https://ulua.uv.mx/index.php/ulua/article/view/2448